19 diciembre 2008

TAMIL NADU

Desde el momento en el que salimos por las puertas del aeropuerto de Chennai en nuestro regreso a India, nos dimos cuenta aún más, de las grandes diferencia entre éste país y Sri Lanka.
De nuevo volvemos a la lucha; esquivar los conductores de rickshaw, polución, largas colas en las estaciones, calles mugrientas, casas muy humildes, olores de incienso de los templos que se entremezclan con los olores de orines, basura o algún animal muerto; la comunicación con la gente, quienes no hablan inglés, o aunque lo hablen no comprenden lo que les queremos transmitir…


Observamos también una gran obsesión desde los últimos y cercanos atentados de Bombay. En la aduana india tuve problemas con el pasaporte, como ya habréis observado me corté el pelo en Pakistán (a manos de Jan), y el policía no podía creer que el tío con melenas que salía en la foto era yo. Después de un rato de espera, mostré mi DNI de España, y curiosamente con la tarjeta de estudiante (que nos saca de muchos apuros), ya verificaron que era yo de verdad, y nos dejaron entrar de nuevo en el país.

Regresamos a casa de Purushot, y nos encontramos con que no había nadie que conociéramos, sólo su hermana Anita, de quien habíamos oído hablar. Esta rápido nos comunicó lo sucedido, Purushot y su madre tuvieron hace días un accidente de motocicleta, dejando a la madre, Solochena, cinco días en el hospital; y justo en este día que llegamos ella regresaba a casa.
Solochena, al estar alejada de casa debido a algo negativo, la familia debía ahuyentar los malos espíritus antes de dejarla entrar. Para ello cogieron un recipiente con agua y tierras rojas, varias piedras de quemar, un coco y un limón; se acercaron a la puerta donde llegaba Solochena y la hija giró tres veces ante ella el recipiente con fuego, seguido lo colocó tras Solochena en el suelo; Purushot hizo lo mismo con el coco y una piedra prendida sobre él, igualmente fue detrás de ella haciendo algo en el recipiente del suelo, y seguido estrelló el coco contra el suelo; el ritual lo terminó la abuela, haciendo lo mismo pero con el limón.


Como ya comentaba, los pasados atentados de Bombay sucedidos cuando estábamos en Sri Lanka, han dejado mucha huella y han hecho ponerse muy nervioso al país; desde que salimos de Chennai sólo escuchamos hablar de ello, o ver las consecuencias.
La estación de trenes de Chennai parecía un aeropuerto, los policías mirando las mochilas con rayos X, cacheando a la gente, perros de seguridad…se nota que hay mucha tensión. No sólo es por el caso de Bombay, este día concretamente que dejamos Chennai, el 6 de diciembre, es el aniversario de la destrucción de una mezquita, y se esperan también posibles represalias por parte de los radicales islámicos.

No ocurrió nada afortunadamente; pasamos 7 horas en el tren hasta Bangalore, la ciudad de la informática, de las oportunidades, la más cosmopolita de India…pero para nosotros ante todo, la ciudad de los reencuentros.

Por supuesto en la estación reinaba el caos, y salimos rápido de entre la multitud; Bangalore tiene unos 6 millones de habitantes, es una ciudad enorme, así que ya de noche tuvimos que caminar bastante para buscar un hotel; la ciudad se encuentra a casi 1.000 metros de altitud y se nota un poco de fresquillo que no habíamos tenido desde hace mucho. La primera sorpresa son los hoteles, los cuales no tienen los precios tan económicos como hemos encontrado por toda India, lo más barato fueron 360 Rupias (6,00€), pero bueno, el hotel está bastante bien, aunque volvemos al sistema de cubo para ducharnos…
El primer recuentro se produce al día siguiente de llegar; Jan y Alex, quienes ya son una solida amistad en nuestro viaje por la multitud de buenos encuentros; han bajado rápido desde Nepal para encontrarse con nosotros aquí y viajar todos durante este mes pasando las navidades juntos. Y como siempre… sin parar de hablar, actualizándonos de las últimas aventuras pasadas; y que mejor para ello que irnos al centro de Bangalore, al parque Cubbon, donde nos invitaron a tomar una cerveza sentados en el césped.

La zona donde nos alojamos es la clásica India ruidosa, caótica, llena de pequeños establecimientos…pero cerca del parque Cubbon está la MG Road, con grandes comercios, cadenas internacionales de “Fast food”, gente bien vestida, chicas que han dejado colgado el sari en casa para lucir ropas europeas…todo un mundo nuevo para nosotros aquí en la India.
Cerca del parque se encuentra el Vidhana Soudha, un enorme edificio que alberga el parlamento y secretariado.


Jan nos comentó que necesitaba una tarjeta SIM de India, pero para conseguirla necesita la factura del hotel; como ellos no van a hoteles nos dijo de presentar la factura del hotel nuestro. Nos fuimos a una tienda a comprarla, pero cuando leyeron en el papel del hotel que veníamos de Pakistán, comenzaron a hablar entre ellos, a hacer llamadas…y finalmente nos dijeron que no nos la podían dar. Nos sorprendió mucho, pero como a veces son tan raros, lo dejamos así; después ya entenderíamos el por qué, y veríamos la situación de pánico que hay entre la población y quizá la grima y odio que se está empezando a tener por los pakistaníes, si es que no se tenía ya…

Hablé con los recepcionistas del hotel, ya que en pocos días viene parte de nuestra familia para visitarnos y viajar juntos y necesitábamos reservar dos habitaciones más. Parecía que no me hacían mucho caso y que me ocultaban algo; entre ellos hablaban y sólo entendía, “Pakistán, Pakistán”; les aclaré que nosotros no somos pakistaníes, ni nuestra familia viene de Pakistán. Entonces me mostraron nuestro formulario donde está escrito que hemos entrado a India a través de Pakistán, y me preguntaron por qué había escrito eso; la respuesta era obvia: -porque hemos entrado desde Pakistán… El hombre muy serio me dijo que no podía escribir eso; entonces le dije que hacía una semana estábamos en Sri Lanka; le pareció bien y me mandó tachar Pakistán y poner Sri Lanka… Esto muestra la tensión que hay en estos momentos; pero ahí no terminó, porque la cosa quedó un poco así colgando, teniendo que bajar María a recepción casi a explicarles que no se preocuparan, que no somos terroristas, lo que pasa es que hemos llegado por tierra a India y hemos atravesado Pakistán. Mejor haberlo aclarado bien porque la familia llega de madrugada, y claro si nos ven subir un montón de gente con mochilas por el hotel…quien sabe…

Y por fin llegó el día tan esperado; nos cogimos un bus hasta el aeropuerto donde tuvimos que esperar en la calle, pues por la alerta de ataques en las ciudades más importantes del país, no dejan entrar a nadie dentro a menos que se sea pasajero.
Esperamos ansiosos la salida de nuestros padres; a mis padres Jose y Marian hacía 11 meses que no los veíamos; por otro lado, los padres de María; Ramon y Mary, hacía que no los veíamos desde que salimos de casa, hace casi 21 meses.


Ya en el hotel todos juntos, fue un gran despliegue de cosas que trajeron; algunas que encargamos y otras de sorpresa; lo que no hicimos fue dormir, (llegaron a las 2:30am), de la gran emoción y tantas cosas que contar, nos liamos hasta el día siguiente.


A la mañana siguiente nos juntamos con Alex y Jan quienes nos invitaron a tomar una cerveza en el parque Cubbon y paseamos por la moderna MG Road.


En la noche celebramos todos juntos la pre-navidad con champan, vino, embutidos, y turrón; unas delicias con las que hacía tiempo soñábamos, lo pasamos en grande.


Para mis padres es su cuarto viaje a India, en el caso de los padres de María es su primera vez, y que mejor para ir enseñándoles la vidilla del país, que irnos al mercado de la ciudad donde ya estuvimos hacía días, y donde la gente despliega sus puestos por el suelo, vendiendo frutas y especias de todo tipo.


En el interior se haya el mercado de las flores; es algo increíble la importancia de las flores en la vida diaria de los indios, para ofrecer a los dioses, regalar a la familia o para las bodas; en las dos veces que hemos estado en el mercado estaba tan concurrido que en ocasiones es muy difícil caminar entre la multitud.


Mientras veíamos un templo hindú, un hombre nos ofreció cambiar dinero en el mercado negro, era un cambio buenísimo, tanto que algo me decía que no era de fiar; pero bueno, por probar no perdíamos nada; además el hombre insistía en que iríamos sólo dos personas, pero como le dijimos que no, acepto que iríamos todos.
Nos quería timar, tenía montado un buen truco, dándonos un fajo de billetes de 500 y otro fajo enorme de billetes de 10. No sabemos como lo hacía pero al meterlo en un sobre, sólo metía los de 10, quedándose con los 500. No nos dejaba mirar el interior del sobre… estaba muy nervioso… y estaba claro de lo que quería; así que por supuesto no cambiamos nada.

Para empezar el viaje con la familia, nos metimos una buena paliza de autobús, aunque cogimos uno bastante bueno de una compañía privada; viajamos de noche a la ciudad de Chennai, donde tomamos un bus publico hasta Mamallapuram, siguiendo la costa este hacia el sur; este autobús ya era de los normales, ruidosos, sucios y de los que van conduciendo como locos.

Mamallapuram es un lugar turístico, con mucha oferta hotelera, restaurantes…también es muy tranquilo, un buen lugar para desconectar; encontramos un hotel baratillo cerca de la playa donde los pescadores llegan por la mañana con sus capturas.


Jan y Alex se unieron a nosotros por la mañana, ahora viajaremos juntos de nuevo al menos hasta el año nuevo; nosotros en transporte público y ellos en la autocaravana, encontrándonos siempre en el siguiente destino.
En Mamallapuram, habíamos oído hablar del grandioso Templo de la Orilla, pero lo que contaban y las fotos que habíamos visto no hacían justicia a lo que era.
Parte de nosotros entró a verlo, otros dimos un rodeo a través de un callejón con vendedores de tallas y pescados rebozados, para hacerle unas fotografías; y al ver un hueco en la valla…Jan y yo nos colamos dentro.


Otro lugar interesante fueron los cinco Rathas, unos templos de piedra, bastante mejores que el de la orilla, y con bonitas esculturas de un elefante, vaca sagrada…
Como nos pareció bonito decidimos entrar con un pequeño soborno al policía, por el resto de nosotros que no habíamos pagado la entrada anterior.
Todo el camino hasta aquí está lleno de tiendas de maravillosas esculturas de piedra, que representan las diferentes divinidades hindús, elefantes, Budas…con sus vendedores que nos llaman incansables, para que les compremos algo.
Por la colina que se alza sobre el pueblo, a parte del faro, hay diseminados multitud de templos-cueva excavados en la roca y relieves de dioses e historias.


100 km al sur siguiendo la línea costera, está la antigua colonia francesa de Pondicherry; esta ciudad tiene un aire muy diferente al resto de India, quiere recordar como a Panaji (Goa), aunque no se palpaba tanta paz como ésta última.
La zona costera que carece de playa, es la parte más movida de la ciudad, sobre todo al atardecer cuando los habitantes pasean, comen en los puestos y se relajan en los alrededores de la estatua de Mahatma Gandhi.


Los días en Pondicherry transcurrieron muy tranquilos, la presencia de la familia, hace que lo único que nos interese sea pasar el tiempo charlando, actualizándonos del “mundo de allá”, y nosotros contando las ultimas aventurillas.
Una noche, mientras Jan y Alex trataban de mostrarnos un bonito restaurante para cenar, vimos una elefanta de la que nos habían hablado, esta elefanta se encuentra frente a un templo para dar bendiciones a la gente a cambio de una moneda; sólo se ha de acercar con el dinero y ella lo recoge con la trompa; seguido, da un pequeño golpe en la cabeza con la misma.
No sólo vimos eso; coincidió algún tipo de celebración y llegó un carromato con música y luces, tras aparcar frente al templo, metieron a la elefanta dentro del templo y la pasearon junto a una pequeña figura del dios Ganesh rodeada de piedras preciosas, que posteriormente sacaron a la calle para subirla en el carromato que siguió su camino.


Pasamos también una mañana de mercado a petición de las chicas, donde siempre se encuentra gente interesante. Lo mejor el mercado de pescado con sus tradicionales vendedoras que limpian los pequeños pescados con sus grandes machetes.


En el largo camino a Trichy, hicimos una parada no lejos de Pondicherry en la sucia y destartalada ciudad de Chidambaram. El motivo de la parada es únicamente por el impresionante templo de Nataraja; igualmente que los últimos que visitamos en sur de India, son dravíticos, con las clásicas gopuram (torres) de entrada en cada punto cardinal; la diferencia en éstos es que las figuras que componen toda la torre están pintadas con llamativos colores.
En el templo se ha de andar descalzo como de costumbre, lo malo es que esta muy sucio y grasiento; a la entrada hay una elefanta que hace la misma función que la de Pondicherry, sólo que aquí la elefanta cobra un extra por las fotos al dar la bendición.


La parte central del templo se halla escalones abajo rodeada de columnas talladas, es un lugar de película; en el centro los monjes brahmán se sientan alrededor de un fuego, y hacen sonar campanas y música en sus rituales; nos insisten en no tomar fotografías pero la oportunidad es única. Nos colamos por diferentes salas observando a la gente, algunos haciendo algún tipo de penitencia dando vueltas alrededor del templo central caminando sin separar un pie del otro en cada paso. Otras mujeres tiran flores sobre un altar, prenden velas en el suelo…todo un mundillo sorprendente y en ocasiones incomprensible para nosotros.


Desde Chidambaram a Trichy en teoría son 4 horas de autobús, pero nos llevó 7 interminables horas; el bus se metió por carreteras secundarias, el camino era malísimo y al final terminó pinchando la rueda delantera; nos echaron a todos del bus y buscaron otro para seguir camino, pero este bus iba a la estación de buses del pueblo donde estábamos para esperar un buen rato antes de seguir; total que terminamos la buena paliza de 7 horas en un bus cutre, sucio y con una bocinas ensordecedora.


En Trichy quisimos reservar varios billetes de tren, pero como siempre en India es algo complicadísimo, se necesita mucho tiempo de antelación; sólo cogimos el siguiente que nos llevaría a Madurai.
En el norte de la ciudad está el templo del fuerte de la roca, subido en una roca en mitad de la ciudad a 83 metros de altura; y se acede a él por una corta subida de 437 escalones que se debe realizar descalzo. Pero al final lo único que merece la pena son las vistas, el templo en sí es muy pequeño y no tiene nada; desde aquí observamos el impresionante templo que visitaríamos más tarde.


Al volver a la carretera principal y tomar el bus urbano, el camino estaba totalmente atascado de coches, camiones, rickshaw…que junto a los puestos de frutas y verduras obstruían el paso incluso para los peatones; así logramos llegar de vuelta hasta la gótica iglesia de Lourdes, que visitamos antes de subir al templo.


Con el bus urbano llegamos hasta el templo de Sri Rangam, que nos recibe con un gigantesco gopuram totalmente coloreado; tras cruzarlo, una serie de pequeños gopuram se sucedieron en una calle-bazar llena de tiendas, dando paso a la entrada del templo.


Quizá sea el templo dravítico más bonito que hemos visto, uno se puede pasar horas observando las coloridas torres, mirando cada detalle de las figuras que hay sobre él; como siempre recorrimos sus salas, y observamos a los devotos. Encontramos un lugar muy desdejado donde había unas autenticas joyas de arquitectura; unas columnas que representaban alguna tipo batalla con guerreros y caballos …


Hasta Madurai llegamos en un rápido tren, en una categoría que nunca habíamos tomado hasta ahora, y que resultó muy buena; Madurai es un lugar también muy turístico, existen hoteles de todas las categorías, multitud de restaurantes, negociantes, taxistas y personajes que intentan vender marihuana al turista a toda costa.

Según llegamos fuimos a cenar, y como de costumbre estos últimos días nos dimos una buena cena con la familia en un buffet de grandes delicias de India…
El templo de Meenakshi Amman es lo que atrae a gente de todo el mundo a Madurai, fue lo primero que hicimos al día siguiente, ir a visitarlo, un enorme templo del mismo estilo que los últimos vistos, que se alza en mitad de la ciudad.
Pero la mala suerte nos llegó, los gopuram estaban cubiertos de andamios de madera y hojas de palmeras secas; resulta que el templo es repintado una vez cada 15 años, en un proceso que dura 4 meses, y tuvimos la suerte de coincidir con ello y no poder verlo.
No pudimos hacer otra cosa que caminar alrededor donde se agrupan los vendedores insistentes de baratijas; y los sastres, que nos persiguen a cualquier lugar para convencernos de encargarles alguna prenda.


El mercado es donde siempre se consiguen buenas fotos, y donde se conoce y charla con la gente local; especialmente en Madurai nos las piden continuamente, o no les importa que se las hagamos. El mercado está ubicado en una especie de antiguo templo, sea lo que sea es un lugar impresionante lleno de columnas talladas, aunque un poco triste lo desdejado que lo tienen.


Pero lo que mejor de estos días para nosotros, son los buenos momentos de relax y descanso, tomándonos una cervecilla fría en una terraza y charlando todos juntos…


Alex y Jan marcharon para encontrarnos en un par de días en Kerala, nosotros pasamos un día más en Madurai, en el que no nos salieron muy bien las cosas. Fuimos a visitar el viejo palacio de Tirumalai Nayak, y como de costumbre pagamos sólo un ticket de cámara a parte de la entrada de cada uno, pues se aprovechan mucho del turista. Pero esta vez nos pillaron, y aunque no pagamos más, los hombres no quisieron ni mal ni bien ayudarnos o hacer la vista gorda como habrían hecho en muchos otros países, lo del dinero les quema, y al turista hay que sacarle lo que tenga y más. Encima el palacio estaba en renovación y casi todo lo que vimos eran andamios; pero eso, nunca te lo dicen a la hora de comprar las entradas…


Por otra parte el museo de Gandhi, el cual estábamos muy interesados en ver, estaba cerrado; los conductores de rickshaw probablemente lo sabían pero lo ocultaron para sacarse algo.
Lo más interesante fue caminar cerca del mercado viendo los puestos de comida, especias…


Si todo va bien, esta noche tomaremos un tren hacia la otra costa, dejaremos el estado de Tamil Nadu, para ir a Kerala.