01 diciembre 2012

DOUZ Y TOZEUR

Daniela y Jose aceptaron venir con nosotros, ellos ya tenían pagado el viaje a Douz de todas formas, y a Mustaf, su guía, le salió la jugada redonda no teniendo que ir hasta allí.
Deshicimos la misma carretera que tomamos para venir y una vez en la principal giramos para Douz. Esta pequeña ciudad es la puerta de entrada de la mayoría de extranjeros para ver el desierto del Sahara, el punto de partida de muchas de las expediciones.
Nada más llegar damos cuenta de ello al estar mas acomodada para el turista, y por la cantidad de jeep, de grandes motos de cross, etc…
Así mismo el hotel donde nos alojamos está muy bien, aunque del precio habitual que venimos pagando, pero muy chulo.

La verdad es que el pueblo no tiene mucho; cogimos el coche y fuimos a lo que llaman la “zona turística”, recintos de complejos hoteleros que suele haber en Túnez en los lugares más importantes; ya que aquí habíamos leído que había unas dunas grandes, pero resultaron ser no muy impresionantes. De camino cogimos en autostop a varias mujeres bereberes que no salían de su asombro cuando parábamos.






En la tarde caminamos por el palmeral de Douz, el más grande de Túnez y que cuenta con alrededor de medio millón de palmeras datileras. Lo bueno también que llegamos en la época de los dátiles y éstos estaban por todas partes de todas las formas vendibles, y por cierto, riquísimos.
Por la noche nos juntamos con Jose y Daniela en la plaza del Zoco para tomar un té.
Parece que Daniela tuvo mucha suerte aquí; ella estaba viajando en Túnez un par de meses y quería ir adentro del desierto más allá de Ksar Ghilane, pero sin vehículo propio es muy complicado. Y digo que estaba de suerte porque donde nos alojábamos había un gran grupo de italianos con motos que iban en su dirección soñada, hicieron amistad y se la llevaron esa misma noche tras tomarse el té con nosotros.
Nosotros fuimos a cenar con Jose y después de fumarnos una shisha le acerqué por la noche al desierto porque quería pasar la noche en su tienda de campaña en algún lugar perdido. La noche era espectacular, silenciosa y estrellada, pero más tarde hubo una fuerte tormenta de arena. Nos acordamos mucho de Jose esa noche…





La mañana amaneció con un ambiente muy cargado debido al viento que traía la arena del desierto. Cogimos el coche y fuimos en dirección Tozeur, a través de un paisaje espectacular, el Chott El-Jerid; un desierto salado que forma parte de un grupo mayor de lagos que van desde la costa hasta Argelia.
Al principio estábamos metidos en plena tormenta y no veíamos nada, sólo las luces de los coches que venían de frente, afortunadamente se despejó y disfrutamos de una impresionante carretera elevada 2 metros sobre el desierto con un fuerte contraste de colores entre el blanco de la sal, amarillo de la arena, las montañas al fondo y los continuos espejismos debido a la interminable planicie.







En esta carretera hay algún puesto donde venden souvenirs y donde tienen unos curiosos servicios divididos en secciones, “normal”, “confort” y “deluxe”. A pesar de ello y de su llamativa decoración, por dentro no son más que simples letrinas con un olor insoportable.



El centro de Tozeur es bullicioso, o quizá fuese por ser la época del dátil ya que había gente cargándolos por todas partes, así como jeep, camiones…
Nos costó bastante encontrar un hotel económico o al menos calidad-precio a los anteriores. Fuimos mirando muchos, incluso algún hotel que parecía fuera de nuestro alcance, pero viajando aprendimos que a veces las apariencias engañan, y se nos presentó un buen hotel donde negociando se nos quedó como siempre de precio. El hotel era de tal categoría que un chico salió al coche con nosotros a buscar las maletas; para haber visto la cara que se le quedó cuando vio mi mochila pequeña y las dos bolsas de plástico de María, (recordamos que la mochila de María desapareció el primer día en el aeropuerto, y tuvimos que comprar cuatro cosas para tirar durante el viaje)




En Tozeur también hay un bonito palmeral por donde paseamos. Entre las palmeras hay caminos muy agradables para perderse.



Al igual que hicimos casi cada día en el viaje, llamamos al aeropuerto de Túnez para ver si alguien contestaba y preguntar si había aparecido la mochila de María. La llamada era sin esperanza, pero sorpresa!, contestaron, y la mochila está en Túnez! Solo un pequeño detalle, como lleva allí 6 días sin ser reclamada, a la semana la mandan de vuelta de donde viene, es decir Casablanca… Pedí por favor y por favor que no lo harían, ya que en tres días estaríamos allí para recogerla. Creo que me escuchó lo suficientemente apurado, como para hacerme caso.

En la tarde fuimos a un extraño parque para ver el atardecer. Las Rocas Belvedere, el punto más elevado de la zona y donde han habilitado unas escaleras para ascender y disfrutar de magnificas puestas de sol.
Extraño parque, porque han construido instrumentos musicales de gran tamaño, un águila gigantesco y en la roca han tallado la cara de un escritor tunecino al más puro estilo Monte Rushmore.





La noche fue de lo más extraña, no podía ser de otra forma, ya que en este corto viaje nos estaba pasando de todo lo que no nos pasó en 4 años viajando. Aunque hay que decir que los inconvenientes no nos privaron de disfrutar en ningún momento.
Antes de ir a cenar, a María la comenzaron a salir unas manchas por la piernas y picores; no le dimos importancia en un primer momento y fuimos a cenar, a un restaurante por cierto donde cocinaban un rico filete de dromedario y pinchos de dromedario.
Al regresar al hotel las manchas se descontrolaron apareciendo por todo el cuerpo, y no nos quedó otro remedio que ir a un hospital. El hospital dejaba mucho que desear, pero qué podíamos esperar en estas latitudes en una pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes.
Suponíamos que era una alergia, así lo dijo el doctor también, y bueno tras un pinchazo se la pasó durante la noche.

Al día siguiente María se encontraba bien, así que seguimos con nuestros planes de visitar unos pueblos al noroeste, en la frontera argelina.

En el solitario camino encontramos alguna caravana de camellos, entre montones de señales advirtiendo del peligro de éstos cruzando las carreteras.



El primer pueblo al que llegamos es Chebika, primero esta la nueva Chebika construida tras unas inundaciones catastróficas que destruyeron lo que ahora es la antigua Chebika.
Lo bonito de este lugar es un cañón con un manantial y un palmeral. Un paseo corto pero muy bonito, de película, tanto que aquí se rodaron escenas de “El paciente inglés”






De camino a Tamerza cogimos a un hombre haciendo autostop, como ya dijimos, es costumbre en el sur de Túnez, y siempre que podemos, paramos.
Una fuerte ascensión nos lleva a un mirador espectacular donde el hombre nos explica que las llanuras de enfrente ya son tierras argelinas.
Dejamos al hombre en Tamerza y continuamos unos kilómetros más hasta el cañón de Mides.
Bajo un fuerte sol nos encontramos por la carretera a un extranjero con una gran mochila que iba caminando los 6 kilómetros hasta Mides, paramos a ofrecernos llevarlo y también a otro tunecino que iba caminando a la par. El extranjero era un chico belga con el que pasamos el resto del día.
Mides se encuentra a apenas 800 metros de Argelia, pero este país tendrá que esperar para otra ocasión.
El desvío mereció la pena, Mides es bonito y además vimos a gente recogiendo dátiles al estilo autentico, subiendo hasta arriba de la palmera por el tronco para cortarlos.






El chico belga al que recogimos, se había perdido bastante del camino ya que no disponía de medio de transporte y dependía de sus piernas y el autostop; por eso, al regreso María y yo paramos a comer en Chebika para que él pudiera visitarlo, agradeciendo el gesto porque estaba de acuerdo con nosotros en que Chebika es el sitio más bonito de la zona.

Para seguir contando los últimos pasos en Túnez, voy a hacer un alto y continuar desde otro punto, ahora lo entenderéis…

Cuando María y yo partimos de España a Túnez, no sólo comenzábamos un pequeño viaje al país norteafricano; comenzábamos al tiempo un viaje larguísimo, un viaje para toda la vida, una aventura muy bonita. El viaje hacia la maternidad y paternidad.
Los que nos seguís de cerca ya sabéis que este viaje a Túnez fue hace meses, para los que no lo sepan, llevo un retraso considerable escribiendo de 6 meses. Teniendo en cuenta que María estaba embarazada de un mes cuando partimos, ya nos queda poco para conocer a nuestro bebé.
Me habría gustado terminar la última entrada de Túnez escribiendo semejante sorpresa al final, pero veréis que era esencial contarlo ahora para terminar la historia tunecina.

Ya contaba antes que tuvimos que ir al hospital por unas manchas que la salieron a María, y claro está, la preocupación máxima era el embarazo. Al regresar de Chebika ya se la empezaba a reproducir, y con tan sólo tres días más por delante en Túnez, nos empezamos a plantear adelantar el vuelo de regreso. No es lo mismo esta situación en Túnez que en tu propio país.

El tema no era fácil, al día siguiente sabíamos que salía el último vuelo a España desde la capital, y que no había otro hasta el nuestro, tres días más tarde. Túnez capital está a unas 10 horas de autobús; la entrega del coche de alquiler debía hacerse al día siguiente cuando venia alguien desde Sfax con nuestro deposito de 500€. Teníamos todo en contra pero milagrosamente salió bien…

Fuimos al pequeño aeropuerto y nos tocó un chico majísimo. Nos dijo que para el vuelo del día siguiente sólo quedaban dos asientos, como aún debíamos encajar otras piezas, nos hizo el favor de reservarlos por unas horas. Al haber sido cambiado previamente el horario de nuestro vuelo original por la compañía Tunisair, el chico nos dijo que en compensación no nos cobraba ninguna comisión por adelantar el vuelo.
Además nos dio el precio local (40€), para el vuelo Tozeur-Túnez que partía a las 20:00h de ese mismo día.

Con esto fuimos a la oficina del coche de alquiler a contarles toda la historia. Tras una infinidad de llamadas nos comunican que es posible entregar el coche de inmediato, pero el problema es el deposito; al haber quedado con la persona de Sfax al día siguiente, no tenían nuestro deposito, pero podríamos recuperarlo en la oficina principal en el aeropuerto de Túnez. 500€ era un gran riesgo, pero decidimos tomarlo.

Antes de entregar el coche debíamos dejar el hotel, así que fuimos y le dije al recepcionista que nos cobrase el precio original, ya que no habíamos cumplido los días que dijimos que estaríamos. De todas formas el chico nos cobró la noche al precio acordado.

Hasta el día de hoy siempre dijimos que con los tunecinos muy bien, pero concretamente en este día, ¡chapó! con los tunecinos, cuando más ayuda nos hacía falta nos lo pusieron todo en bandeja.

Entre tanto volvimos al hospital porque María necesitaba un pinchazo más y así aguantar la alergia un poco más. Ayer nos cobraron en el hospital 6 euros, hoy nada…

Dejamos el hotel, fuimos al aeropuerto y compramos el vuelo de la tarde para Túnez y cambiamos el vuelo de España.
Volvimos a la agencia del coche y lo entregamos a cambio de un papel donde dice que nos tienen que devolver  un deposito de 500€ en Túnez…

El chico de la agencia nos lleva al aeropuerto. El vuelo hace una escala en Sfax, y en un momento estamos en Túnez capital. Creo que es la sexta vez que estamos en el aeropuerto, pero bueno esta vez sí estaba la mochila, nueva e intacta, casi 15 días más tarde.
Regresamos al mismo hotel ya de noche y claro como ya nos conocían de la otra vez, tuvimos que contar toda la película…
El interminable día tocaba a su fin y caímos rendidos.
Al día siguiente con todo ya bien atado, nos levantamos tranquilos, hicimos alguna compra de última hora por el zoco y nos fuimos al aeropuerto con tiempo ya que nos quedaban cosas pendientes allí.

En la agencia de alquiler de coches no nos pusieron ninguna pega, nos dieron el dinero del deposito en metálico, lo malo es que nos lo dieron en Dinares (como nosotros lo entregamos) y debíamos recambiar los 1.000 Dinares a Euros.
En las casas de cambio nos exigían justificantes de haber cambiado ese dinero con anterioridad, para así recambiárnoslo. Afortunadamente teníamos justificantes sueltos que completaban los 1.000 Dinares y conseguimos los 500€.

Ya sí, todo estaba en su sitio; al ir a facturar, más sorpresas, nos encontramos con Jose, que claro, se sorprendió al vernos porque sabía que volábamos de vuelta más tarde que él.
Llegamos a Madrid, 24 horas más tarde de haber tomado la decisión de cambiar el vuelo y comenzar la infinidad de tramites para conseguirlo. Nos parecía increíble.

Sólo nos quedaba una última cosa, tras coger la mochila (esta vez llegó) teníamos 30 minutos para coger el bus a Bilbao. Si no, debíamos esperar hasta el día siguiente, y tal y como estaba María, no queríamos que se diese esa situación.
Estaba convencido que no llegaríamos, el bus hasta la estación tardaba unos 25 minutos… pero llegó a tiempo para colarme de toda la cola comprar el billete y subirnos al bus. Jose nos acompañó todo el tiempo, y aquí nos despedimos definitivamente.

Mi padre vino a recogernos a Bilbao y esa misma noche llegamos a casa, aún no podíamos creerlo. La alergia de María fue desapareciendo, y nunca supimos que fue. Creímos importante regresar por el embarazo e hicimos bien en hacerlo

Como dije, esto fue hace ya mas de 6 meses, con lo cual ahora mismo estamos en el octavo mes de embarazo, y si todo sigue bien, a primeros de Julio nacerá nuestra pequeña IRIS. “Donde andan estos” dejará de ser cosa de dos, para comenzar nuevas aventuras viajeras de tres, esperamos que sean muchas y que estéis ahí para leerlas.

Hay muchos proyectos en la cabeza, muchas ideas de visitar lugares e incluso repetir otros; el cuando, no lo sabemos y el cómo, tendremos que ir viéndolo al viajar con la pequeña Iris. De momento lo importante es que ella llegue bien a este mundo.



27 noviembre 2012

KSAR GHILANE


Finalmente el camino desde el cruce de la carretera entre Matmata y Douz está asfaltado por completo hasta Ksar Ghilane. Estábamos esperando que en cualquier momento el asfalto se terminara y comenzara una senda en pleno desierto hasta llegar al oasis, pero no fue así.

Mires donde mires todo es completamente plano, seco y la vista se pierde en el infinito. Según nos vamos acercando a Ksar Ghilane, el terreno plano se torna ondulado en el horizonte por la forma de las dunas de arena.



Y aquí llegamos, al oasis de Ksar Ghilane, en mitad del desierto. El oasis es frondoso, está lleno de datileras y tiene una especie de “calles” de arena por donde el coche pasa con dificultad.




Fuimos directamente donde creíamos que estaba el alojamiento más económico, aunque sabíamos que alojarse aquí no iba a ser barato precisamente.
Efectivamente, nos piden 30 Dinares (15€) por persona, pensión completa durmiendo en una jaima. Tras un intenso regateo, el hombre no bajó nada el precio y nos fuimos a otro sitio.
En éste segundo lugar el precio era igual, pero lo bueno fue que tras un regateo de unos 20 minutos (poniendo cara de pena) nos dejó la pensión completa a 20 Dinares por persona; 10€.
Por lo que seguimos viendo, parece que el regateo en alojamientos, no es tan común como creíamos.
Y ésta fue nuestra jaima en Ksar Ghilane.





Aquí nos encontramos con Mustaf, un guía que conocimos en Matmata, y que tras insistir persistentemente en vendernos algo, decidió tirar la toalla y pasar simplemente a charlar con nosotros, lo cual fue interesante pues venía de una familia bereber.

Aquí en Ksar Ghilane, Mustaf estaba con dos extranjeros, Jose de Mallorca, y Daniela de Italia. Mustaf los había traído hasta aquí y debía llevarlos a Douz (unos 200km) al día siguiente. Como María y yo íbamos en esa dirección nos ofreció 20 Dinares por llevarlos, pero aceptamos a hacerlo sin nada a cambio, si es que ellos aceptaban, ya que habían pagado a Mustaf por el servicio…

En uno de los extremos del oasis hay unas termas naturales no muy impresionantes; pero pocos metros más adelante se haya algo inmenso, el desierto del Sahara. Kilómetros y kilómetros al oeste hasta Marruecos y al sur Argelia, y hasta Mali y Níger.

Nos descalzamos y nos lanzamos a caminar (no lejos); la arena es tan fina que parece polvo y aunque en la superficie esta muy caliente, al meter el pie abajo está muy fría debido a las bajas temperaturas por la noche en esta época del año, (Noviembre)



En el oasis hay un hotel bastante caro, pero que afortunadamente tiene el acceso libre a cualquiera, y en él hay un torreón con muy buenas vistas del oasis y del desierto.


Los turistas hacen excursiones hasta el Ksar que está a unos dos kilómetros desierto adentro, realmente esta en ruinas pero lo bonito es el paseo que estos suelen hacer en caballo, camello y hasta en quads.
Estuvimos a punto de contratar un camello para la puesta de sol pero nos echamos atrás pues preferíamos disfrutar del momento tranquilos solos en arena del desierto. Y fue realmente espectacular, buscamos nuestra duna, subimos hasta la cumbre y observamos como el sol nos dejaba hasta el día siguiente; con su ausencia el frio hizo presencia repentinamente teniendo que regresar a la jaima rápidamente.




En la noche cenamos con Jose, Daniela y el alemán que habíamos conocido en Tataouine y que había llegado hasta allí en bici a través de pistas de arena.
Los trabajadores son gente muy simpática, a pesar de su aspecto tradicional están ya muy hechos al extranjero y nos pasamos unas buenas risas con ellos.



Aunque fue duro por el frio, al día siguiente me levante a las seis de la mañana, en total oscuridad, y me fui al desierto para ver el amanecer. Fue una sensación increíble, solitaria, y muy bonita el sentarte en la arena fría de una duna esperando la llegada del que vimos marchar unas horas antes.