En el mismo día del cumpleaños noté de nuevo molestias en el cuello y decidimos estar un día mas por si acaso; a la mañana siguiente estaba mucho peor; con lo que ya quedaba descartado con seguridad que lo que había pillado eran paperas.
Acudimos a un pequeño hospital que hay frente al hotel donde nos alojamos, y el médico sospechó que podría tener tuberculosis por lo que me mandó hacer una serie pruebas, que al no dar ningún resultado preciso, me recomendó hacer otras más que nos obligarían a estar aquí hasta el último día de nuestra visa, en el cual debemos irnos a la fuerza por la imposibilidad de ampliarla en India.
Por lo tanto una semana más que debimos pasar por aquí de descanso y caminando por los alrededores donde ya empezamos a conocer las caras de la gente de los puestos de comida, los mismos conductores de rickshaw que nos llaman, o los mismos drogadictos que viven en su espacio en la acera y se pinchan en la vena sin ningún pudor ante el paso y miradas de la gente.
En la calle Sudder hay un conocido hotel donde nos alojamos hace 7 años, el “Fairlawn” que está regentado por una inglesa desde antes de la independencia de India.
Nos pasamos a tomar un té al más estilo inglés con la tetera cubierta por una bolsa para mantener el calor, los filtros individuales y unas galletas para acompañarlo. Curiosamente, éste es el mismo hotel donde Patrick Swayze se alojó en la adaptación al cine del libro “La ciudad de la alegría”
Al final de todo me fui recuperando bien y todo quedó en algún tipo de infección que nunca sabremos lo que fue exactamente.
El último día celebramos el cumpleaños de María con una buena tarta y cena en restaurante, y así también nos despedimos de todo tipo de lujos posiblemente hasta que salgamos de Bangladesh.
Tomamos un tren por 16 rupias hasta la ciudad fronteriza de Bangaon, preguntando a la gente conocimos a Navinit un nepalí que estudia para dentista en Dhaka y se dirigía igualmente a Bangladesh; el tren era de la clase más baja por lo tanto se llenó hasta los topes como habitualmente.
Gracias a Navinit se nos pusieron las cosas más fáciles pues cogimos un rickshaw compartido hasta el puesto fronterizo; tanto el papeleo de India como Bangladesh fue rápido sin problemas, y tanto una como otra, dos fronteras de lo más cutre que hemos visto.
Volvemos a un país musulmán y se nota rápidamente en la primera pregunta que nos realiza todo el mundo que entabla conversación con nosotros: ¿Cuál es la relación entre vosotros dos? ¿Estáis casados?
Junto al chico nepalí y un hombre de la aduana fuimos hasta Benapole, la ciudad fronteriza bengalí, ellos nos ayudaron a encontrar la forma de tomar un bus hasta la primera ciudad más importante, Khulna.
Durante el camino comprobamos la realidad de la pobreza de este país, todas las casas son de chapa y los vehículos de la carretera son casi todos ciclos de todos los tamaños y tipos.
Bangladesh es el país mas densamente poblado del mundo y se considera uno de los más pobres del planeta; con una superficie de poco más de una cuarta parte de España, cuenta con unos 150 millones de habitantes.
Llegamos a Khulna y caminamos en busca de donde pasar la noche; en el agitado centro encontramos varios hostales, decantándonos por uno bastante desaliñado pero con un precio muy sugestivo, 140 Takas la doble (1€=92 Takas), 75 céntimos de euro cada uno por dormir, con baño incluido en el cuarto.
Al salir del hotel y comenzar a palpar el mundillo de Bangladesh, nos damos cuenta de la real inexistencia de vehículos de motor, es muy raro ver un rickshaw de motor, o un autobús, y menos todavía un coche; absolutamente todo son ciclo-rickshaw (bicis de tres ruedas con asiento detrás para dos pasajeros) Por la noche es una gran tranquilidad respecto a India; pasamos de escuchar los claxon estridentes y ruidos de todo tipo de motor, a un bajo murmullo en el que tan sólo destacan los timbres de los ciclo-rickshaw.
Tras una noche e Khulna nos marchamos a Mongla; para empezar nos encontramos con algo que nos acompañará de continuo en Bangladesh: ríos y canales de agua; para llegar a la estación de autobuses cruzamos el río en una barcaza y cogimos el bus una hora al sur a la pequeña villa de Mongla; las mochilas deben ir arriba porque dentro de estos buses es muy estrecho, el ayudante del conductor las sube siempre pero si quieres amarrarlas debes apañarte por tu cuenta porque las dejan sueltas. La carretera llega un momento que termina y debemos tomar otra barca hasta llegar a Mongla donde fuimos intensamente observados según pisamos tierra.
Los bengalís posiblemente sean las personas más curiosas que hemos conocido; en mucha parte es debido a la escasez de turismo, es realmente raro ver un extranjero aquí. Somos muy observados de continuo, y en ocasiones se atreven a preguntar, de dónde venimos; a veces nos van siguiendo, dejan lo que hacen para venir a vernos, pero lo más interesante de todo es que uno se da cuenta de esta observación en el momento que se detiene, porque en ese momento sin pasar 10 segundos se produce una gran aglomeración de gente alrededor de nosotros para mirarnos, sólo mirarnos sin decir nada ni molestarnos; entonces el instante cumbre es cuando sacamos un papel o algo del bolsillo, ahí es cuando la aglomeración de personas se gira y todos van a mirar qué es lo que contiene ese papel. Para ellos es algo normal, todos mantienen la seriedad mientras nos observan, aunque jamás niegan una sonrisa cuando los miramos.
En Mongla hay tres hoteles, están todos juntos así que miramos los tres para elegir el mejor, pero en estos remotos lugares no existen comodidades y los tres eran tal para cual. En el que elegimos las chicas se metieron en la habitación con nosotros, y no se marchaban, se quedaban a mirarnos o intentar comunicarse con nosotros, pero sin ningún éxito.
Lo primero que hicimos fue mirar la posibilidad de marcharnos en barco hasta nuestro siguiente destino, los barcos aquí son como el autobús por la gran cantidad de canales; buscamos la oficina de la compañía y menos mal que fuimos preguntando porque la oficina estaba en la segunda planta de un edificio en ruinas que parecía desmantelado por completo a excepción de un cuarto donde vive el hombre que vende los billetes.
El hombre lo primero nos mostró su gesto de hospitalidad musulmana con la que tanto tiempo hemos convivido, y ofreció traernos un té; luego nos explicó el funcionamiento del barco-bus al cual llaman localmente “rocket”, pero todo era muy complicado pues no hablaba apenas inglés.
Nos dirigimos al puerto en busca de información más exacta y lo que encontramos fue mayor desconcierto pues nos dijeron datos opuestos; a parte que por lo visto uno de los barcos había tenido un accidente contra un puente y se había hundido, en resumidas cuentas nadie sabía cuando habría un barco. La opción de tomar la lancha también quedó descartada porque ésta también había tenido un accidente quedando dañada.
En este tiempo tuvimos en buen encuentro con Mohamed, un joven de 23 años nativo de la villa que se ofreció a ayudarnos, y más tarde nos acompañó para mostrarnos los lugares más bonitos del lugar. Mohamed estudia inglés y además se gana la vida de profesor de inglés, (33€ mensuales); su inglés deja bastante que desear pero según él, él es quien mejor habla esta lengua de todo el pueblo así que enseña también.
Mohamed es un chico encantador, hacía muchísimo que alguien no hacía algo así por nosotros, dejando claro definitivamente que la hospitalidad musulmana es insuperable.
La filosofía de Mohamed era muy interesante; según él, a su padre lo ayudaron mucho cuando era navegante y él quiere ayudar a los visitantes igualmente; cuando ayudas por dinero no existe una conexión, ni un nombre y esa persona se olvida, pero cuando ayudas de corazón hay un nombre y te llevarás ese nombre a tu país y hablarás de esa persona a tu familia y amigos, quedando para siempre.
Por otro lado también se quejaba un poco de lo que habían dejado los antepasados de Bangladesh como la superpoblación que padece; se ha trasmitido de generación en generación teniendo ahora un gravísimo problema; según él, el tendrá un solo hijo.
Primeramente nos llevó a ver una iglesia que había fundado un cura italiano que aún sigue aquí pero que no pudimos visitarlo, Mohamed a pesar de ser musulmán se mostraba muy abierto por el cristianismo, hablando muy bien del cura y de la paz que le transmitía la iglesia.
Conocimos los recónditos lugares de Mongla, estrechas calles adoquinadas de ladrillos, frente a las plantaciones de arroz, mientras pasean los aldeanos con los cántaros de agua, (no hay agua corriente) o extienden trapos para secar el arroz en la misma calzada; esto no hace que se detenga el trafico de los bici-rickshaw, quienes se cuelan por cualquier rincón.
De camino al centro de nuevo, fuimos invitados por la prima de Mohamed; el marido también hizo presencia y se les veía en la cara la felicidad y orgullo de tenernos en su casa con ellos, nos ofrecieron un té, pero antes de ello sin preguntarnos, nos trajeron un pequeño plato de comida para saborear la autentica comida local bengalí.
El plato fuerte vendría al día siguiente, yendo a visitar las Sundarbans que significa, “bella jungla”.
Las Sundarbans son el mayor territorio manglar de la tierra de unos 6.000km2, que se reparten entre India y Bangladesh, siendo en mayor parte del país bengalí; en realidad es el gran delta que forman los ríos Ganges y Yamuna, haciendo que ésta vasta área se extienda hasta 80km tierra adentro desde el Golfo de Bengala.
Para acceder al corazón de este territorio se requiere de unos permisos especiales como siempre suele ocurrir… generalmente caros, con caros viajes en barco e inaccesibles para nosotros. Y de todas formas nunca sería el corazón de las Sundarbans, porque éste lugar sería inaccesible para cualquier persona que no pertenezca a éste hábitat, y muy peligroso por la presencia de un animal “devora-humanos” que cada año come literalmente a algún habitante, el gran Tigre de Bengala, del que quedan tan sólo unas 500 especies.
De nuevo con la compañía y ayuda de Mohamed para arrendar el bote, nos dirigimos en la mañana a la entrada del parque nacional donde a parte de nosotros había decenas de turistas locales, quienes dejaron de lado las Sundarbans para centrarse en nosotros, fotografiarnos e incluso alguno pedirnos permiso para estar junto a nosotros para observarnos durante un rato; suena como que fuéramos animales de un zoo, pero es que realmente era así, fue muy gracioso…
En este lugar se pueden observar animales autóctonos tanto en cautiverio como en libertad, como ciervos, monos y cocodrilos.
A través de unos caminos nos adentramos en la jungla, aún penetrable, para ver el hábitat natural del tigre de Bengala, (sin tigre), los húmedos árboles y zonas pantanosas con canales que discurren en todas direcciones.
Las Sundarbans son un terreno muy húmedo y siempre se cierne una fina niebla sobre el lugar, eso siendo ahora la época más seca, durante los monzones este lugar sufre tremendas inundaciones que cada año dejan secuelas.
De regreso pasamos junto a una paupérrima villa; según Mohamed, es el área de las prostitutas; la gran oferta y demanda de estas mujeres hace que aquí haya mucho problema de SIDA, aunque diversas organizaciones ya se han puesto manos a la obra y abundan los carteles con los “lazos rojos”
Mas tarde en Mongla de nuevo seguimos sin perder el tiempo y de nuevo nos mezclamos con la gente local en sus mercados de frutas y verduras; no sólo están sorprendidos de vernos si no que muestran su gran amabilidad y simpatía, haciéndolos felices por un momento tomándolos una simple fotografía y luego mostrándosela en la cámara.
El arroz es la dieta base de los bengalíes, por todas partes hay arrozales pero el exceso de población hace que no sea suficiente para abastecer a todo el mundo y deben de importar aún más de Myanmar. En Mongla visitamos una fábrica de desgranado, y puestos donde venden los diferentes tipos de grano al kilo; la calidad más baja se paga a 22 takas, (0,24€), y la mejor calidad a 34 takas, (0,37€)
Para comer éstos días en la villa ha sido de lo más barato del viaje aunque sin ningún tipo de lujo, el precio del arroz en el restaurante 5 takas (0,05€) y un pequeño plato de dhal 4 takas; más barato es imposible.
Finalmente al no encontrar la manera de irnos en barco, tuvimos que tomar un bus pronto por la mañana, dejando atrás esta bonita villa, Mongla, que tan buenos momentos nos ha dejado por sus habitantes.
El primer autobús nos dejó en un cruce, un poco mal situados porque todos los buses que pasaban iban ya llenos de gente; también había coches que paraban por allí para ver si llevaban a alguien, pero no en autostop, si no pagando claro.
En este primer bus, hubo un chico que de tan curioso que fue se puso demasiado pesado, porque sin decir absolutamente nada, se sentó frente a mí y me empezó a tocar los brazos para mirar los tatuajes…luego me preguntó todo tipo de cosas sobre mi vida privada y terminó poniéndome pegas por mi pelo y otras cosas…
El siguiente tramo de autobús hasta Barisal fue de unas cuatro horas cruzando infinidad de ríos y canales; años atrás este recorrido era más tiempo porque había que pasar varios de ellos en transbordadores, pero hoy día ya habían construido dos enormes puentes; aunque en el tercer y más grande canal tuvimos que detenernos y esperar que llegase una plataforma para cruzarlo.
Barisal tiene bastante encanto, hay varias piscinas para acumular agua en la ciudad, y edificios coloniales de la época del Raj; además la atmosfera sigue siendo muy tranquila por la ausencia de vehículos de motor. Después de coger un hotel buscamos de nuevo la forma de irnos en barco de aquí; y ésta vez ya encontramos un lugar más serio con una oficina donde nos dijeron precios y un horario aproximado; pensamos que sería bonita la experiencia de viajar a la capital, Dhaka, en barco y aunque sean más horas que el bus es más cómodo y nos ahorramos una noche de hotel, así que compramos los billetes.
En general es por la noche cuando las ciudades bengalíes cobran gran vida, el trafico de ciclos se hace muy intenso teniendo que colocarse un policía con un palo en los cruces para controlarlo; aunque de todas formas pocos hacen caso y al final acaban chocando unos con otros sin mayor incidente que tener que desengancharse los hierros de los radios de la rueda del otro y ya está.
Por otra parte también con el atardecer y los rezos en la mezquita, un gran número de mujeres y niños se colocan frente a la mezquita sentados en la carretera, cada uno con un recipiente esperando que alguien les eche algo para comer; cuando esta gente pide directamente comida y no dinero, uno se puede hacer idea de las condiciones que vive mucha gente de éste país.
Hicimos tiempo todo el último día por la ciudad esperando a que llegase el barco para Dhaka; más de lo mismo por los mercadillos, gente maja por todas partes que tienen que mirarnos varias veces para asegurarse de verdad que somos extranjeros de carne y hueso y no una aparición; calles polvorientas llenas de puestos de vegetales, frutas, pescado…y alguna tienda muy desagradable con trozos de hígado lleno de moscas expuesto al sol. En general todo se sigue viendo muy pobre, construcciones de chapa, muy roto, medio derruido… generalmente los bengalíes hablan de lo pobre que es su país y de la miseria que sufren; en cambio otros de mayor poder adquisitivo niegan esto asegurando que India esta mucho peor que Bangladesh.
Hacía tiempo que no es seguía la pista, y ahora alucino con lo vuestra expeciencia bengalí. Todo un placer leeros, es estimulante y relajante a la vez. Mucha suerte!!
ResponderEliminarVaya movida lo de las "paperas", me alegro de que sigáis adelante. ¡Os seguimos!
ResponderEliminarAntonio y Aurora
Great Blog, I have been following you guys for a while., please keep on writing. A paisana from Cantabria.
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