A tan sólo 10 horas de autobús de Phnom Penh, a través de pistas de tierra accedemos a la provincia de Mondulkiri; la menos habitada y menos visitadas de Camboya, su capital, Sen Monorom tiene tan sólo 7.000 habitantes y está rodeada de una espesa jungla que poco a poco va muriendo por la deforestación incontrolada.
El cambio es abismal respecto a lo que hemos visto antes en el país; gracias a toda esta parte del noreste, nos quedamos con un recuerdo muy bonito de Camboya; la gente es encantadora, simpática de verdad.
La temperatura desciende considerablemente en la noche, pues estamos a 800 metros de altitud, lo cual también se agradece después de los calores de la llanura.
Mondulkiri tiene gran diversidad; jungla, cascadas, minorías étnicas, animales salvajes… Cerca del pueblo caminamos 4km hasta la cascada Monorom, pequeña, pero en un enclave muy bonito. Para regresar hicimos dedo a un camión que pasaba y encantados nos metieron a los cuatro en la cabina, junto a los tres que eran ellos, y nos llevaron hasta el pueblo.
Un par de kilómetros hacia el otro lado subimos hasta una pagoda en una colina para ver la caída del sol.
A parte de esto, en Mondulkiri se pueden hacer infinidad de cosas, el problema es que se requiere de guía, tiempo y dinero. Pero una vez aquí no podíamos desaprovechar la oportunidad; lo más económicamente accesible es un trekking por la jungla, y como nunca lo habíamos hecho, nos animamos.
Conseguimos un precio de 8€ cabeza con todo incluido para todo el día; así pues salimos pronto en la mañana y comenzamos la marcha en una villa de la más abundante de las minorías étnicas de aquí, los “Pnong”. Los Pnong son animistas y creen en los espíritus de la naturaleza; cuando alguien de la familia muere, creen que ese lugar pertenece a los espíritus y han de cambiar la casa de sitio. Tuvimos la oportunidad de ver una de las casas por dentro, llenas de humo por la inexistencia de chimeneas; una de las mujeres nos mostró su dentadura la cual cortaban y afilaban de antes como símbolo de belleza, práctica que ya no se hace con las nuevas generaciones.
La marcha comenzó por un gran descampado sobre una colina con unas vistas buenísimas de las villas salteadas y de la espesa jungla que nos espera; atravesamos villas, donde los niños juegan, las mujeres muelen arroz o preparan extrañas comidas de arroz con tapioca.
Tras cruzar un río entramos en terreno boscoso que cada vez se va haciendo más denso hasta convertirse en jungla pura y dura. Nuestro guía, Veng, (también de la etnia Pnong) nos explica muchas cosas sobre las plantas, las que son comestibles; cómo hacer sonidos de pájaros con ellas… también nos muestra algunos insectos peligrosos como la oruga que sale en la foto.
Los árboles van ganando tamaño en grosor y de ellos salen raíces que se retuercen estrangulando otros árboles o simplemente se alzan en espiral en cualquier dirección. Encontramos unos niños que se encargan de extraer resina de los árboles abriendo una gran cavidad en éstos y haciendo fuego para obtener dicha resina liquida.
Tras la parada para comer algo, la jungla nos sigue “enganchando” con sus árboles de formas caprichosas, y sonidos de insectos ensordecedores; hasta llegar a un par de cataratas no muy altas pero ubicadas en un lugar increíble.
De las ocho horas de marcha, las dos últimas fueron bastantes duras, ascendiendo todo lo descendido y sudando a gota gorda debido a la altísima humedad.
En ocasiones caminamos jungla a través sin ninguna senda, de no ser por el chico Pnong, estaríamos perdidos para siempre en la espesura. Un rato más tarde comenzamos a ver alguna villa y niños que salen a nuestro encuentro con caras de asombro; son gente muy humilde, se ve rápido en sus ropas y suciedad.
Contentos con la experiencia, dejamos Mondulkiri para dar un gran rodeo hasta la provincia de Ratanakiri; pues aunque están una sobre otra no hay carreteras de acceso por la jungla, (sólo sendas para motos).
Este rodeo nos llevó al encantador pueblo de Kratie a orillas del río Mekong. Kratie nos enamoró con su gente, y la injusta y mala imagen que teníamos de los camboyanos, debido al robo, se borró completamente.
Kratie conserva mucha arquitectura francesa dándole un toque muy especial, sobre todo su concurrido y estrecho mercado central.
Saliendo un poco del centro pasamos junto a las casas de madera de la gente sostenidas por largos pilares para evitar inundaciones en la época húmeda cuando el río Mekong aumenta enormemente su caudal.
En otra de las calles se monta un mercado matutino de pescado y carne, que la verdad es bastante desagradable, sobre todo ver como se manipula la carne y las vísceras.
Desde Kratie se puede acceder a una gran isla que se forma en el medio del Mekong, la isla de Koh Trong; por 1.000 riel cada uno, una canoa te cruza al otro lado, y el resto es disfrutar al máximo, pues no sólo es un lugar bonito, la gente es maravillosa.
Según llegamos pasamos por un templo budista y un hombre nos regaló un coco; seguido alquilamos unas bicicletas a una simpática pareja de ancianos, para recorrer la isla.
En uno de los extremos vimos una villa flotante, algo increíble pues se encuentra en el cauce del otro lado del Mekong, y más que casas se puede decir que son balsas; en la foto no se aprecia muy bien pero es la hilera que se ve en mitad del río.
Desde este extremo rodamos hasta el otro disfrutando del exuberante paisaje y de sus encantadores habitantes.
Una imagen única, y espectacular, es ver el sol colándose en el horizonte detrás del río Mekong, el cual alcanza una gran anchura.
Seguimos rumbo al norte siguiendo el cauce del Mekong hasta el desvío que nos lleva a Ratanakiri, otra de las provincias menos visitadas de Camboya, y de igual belleza que su vecina Mondulkiri; igualmente el acceso es a través de pistas de tierra que hacen a uno estar rojo de polvo continuamente.
La capital de Ratanakiri, Ben Lung, es algo más grande, pero no deja de ser un pueblo; el mercado central estaba bastante sucio y olía fatal, hasta sus habitantes se dan cuenta y ellos mismos me señalaban para hacer fotos de la comida con toda la basura al lado.
En Ben Lung pasa lo mismo que en Sen Monorom; todo está alejado y hay que darse unas buenas caminatas o alquilar vehículos.
A 5km está el Lago Yeak Lom, el cual dicen que esta creado por la caída de un meteorito; la verdad es que es redondo perfecto; también es un lugar ideal para relajarse, darse un baño y enterarse un poco más de la vida de las minorías étnicas en un pequeño e interesante museo de instrumentos musicales y leyendas de las mismos.
El lago está rodeado de una espesísima vegetación que también crea extrañas formas con las raíces retorcidas y enganchadas por todas partes.
Esa misma noche tuvimos un nuevo encuentro con Marzia y Edmundo que estaban por allí, además del encuentro casual con un chico muy majo de Barcelona, Juanillo; fuimos todos juntos a cenar a un restaurante local; lo habitual, pasta o arroz…
Ratanakiri está lleno de cascadas y de bellos lugares como Mondulkiri; esta vez tomamos la decisión de alquilar un par de motocicletas para poder cubrir en un día un largo y bonito recorrido; el alquiler de las mismas es bastante económico, (3,6€); así pues cogimos una para María y yo, y mis padres otra con un conductor, Bouny, un chico local majísimo que nos fue contando todas las cosas.
Pasamos junto a villas de la etnia Kreng, también animistas, pero según Bouny, muy supersticiosos por lo que debemos tener mucho cuidado con lo que toquemos, o a la hora de hacer fotos. Los niños son los encargados de fabricar las trampas con las que cazan ratas para comer.
Mucha de la gente aquí se dedica a la recogida de caucho; vimos una enorme plantación de árboles a los cuales les hacen cortes en la copa y de ellos baja el blanco líquido por un cordel de nailon hasta colarse abajo en una bolsa. De cada árbol sacan diario entre medio y un litro; después es congelado y exportado; Bouny nos contaba que cómicamente se le llama el “Bosque de condones”, pues de ahí se obtiene el látex para la fabricación de los anticonceptivos.
Más tarde pasamos junto a unas tumbas, en las cuales el muerto es enterrado junto a sus cosas más personales, pero no valiosas, como por ejemplo el hombre con un paquete de cigarrillos y la mujer con el mortero de moler arroz.
La primera cascada que vimos, Chaa Ong; era muy bonita por el hecho de que se puede caminar por detrás de ella, viendo el agua caer junto con las lianas.
Paremos donde paremos, la gente sigue siendo majísima y en general les encantan las fotos y luego verse.
La otra catarata, Kinchaan, no es la más bonita de las tres que vimos, pero fue interesante conocer la historia de cómo se crean los matrimonios Kreng. La casa pequeña de las que hay en la foto es construida por el cabeza de familia para la hija cuando ésta cumple los 14 o 15 años; de esta forma los chicos saben que ahí, hay una chica disponible para casarse, por eso se presentan unos tres candidatos que son sometidos a una seria de pruebas de resistencia para que la chica elija uno. Tras la elección el chico debe construir una casa como la de la foto (la alta) en mitad del pueblo; la calidad de esta casa será la decisión final para ver si la boda se realiza o no.
Son muchísimas las minorías étnicas de aquí, de camino a ver otras cataratas paramos en una villa Brou, con habitantes bastante más tímidos, excepto una mujer de muy avanzada edad que seguía mascando su tabaco, el cual pone los dientes negros, que es algo bello en estos lares.
La cascada de Ka Tieng es la más bonita para disfrutar de un baño en un paraje exótico rodeado de vegetación con las lianas cayendo de lo alto.
Aunque nosotros no lo hicimos, aquí hay la posibilidad de montarse en elefantes; que aunque uno no se suba, siempre es impresionante ver estos grandes mamíferos.
Pasamos otro día más por Ben Lung antes de dejar Camboya (la visa está a punto de caducar) y aprovechamos para cenar y charlar de nuevo con nuestros amigos Marzia y Edmundo a quienes con seguridad volveremos a ver por estas tierras del Sudeste Asiático.
Hola María y David:
ResponderEliminarNos ha encantado vuestro post, sus fotos, pero sobretodo la cara sonrriente de todos los fotografiados ¡ Con quŕ poco se puede ser feliz !
Os deseamos esa misma felidad para estas entañables fechas navideñas.
Saludos, Asun y Ricardo
Hola soy Bernardo de Mexico, es un ameno relato, estoy por ir a Cambodia y planeo visitar esos lugares. Muchas gracias.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo