Dejando atrás Hsipaw y la gran experiencia del trekking, comienza poco a poco nuestra inminente salida del país; cuatro semanas de visa no dan para mucho.
Para volver a Mandalay tomamos el tren en la clase ordinaria, es el mismo precio que el autobús, con la diferencia que el tren tarda 14 horas, pero no todos los días se tiene la oportunidad de viajar en uno de los trenes más antiguos del continente asiático, donde las locomotoras y vagones permanecen prácticamente igual desde la era británica.
El vagón en el que vamos lógicamente es muy viejo, con asientos de madera y más que un tren parece un barco porque se mueve de lado a lado de una forma exagerada y a una velocidad media de unos 30km/h.
Viajamos con Antoine, Reka y Rupert; los birmanos que están alrededor nuestro nos ofrecen comida y dulces, a la vez nosotros compartimos nuestras cosas con ellos.
A varias horas de Hsipaw, el tren pasa por el viaducto Gokteik construido por los británicos en 1.901 y sin apenas mantenimiento desde entonces, en aquella época fue el segundo viaducto más alto del mundo. Antes de llegar, el tren para y comienza una marcha extremadamente lenta para que el puente no se mueva mucho.
El tren hizo una larga parada en Pyin U Lwin donde aprovechamos a comer y dar una rápida vuelta por el mercado; en esta ciudad los taxis son carruajes de caballos muy antiguos, en muchos países ya estarían archivados en museos.
Al caer la noche viajamos totalmente a oscuras porque el tren no tiene luces, así hasta llegar a Mandalay donde nos alojamos en la guesthouse de una india que cambiamos rápidamente al día siguiente porque era muy sucio.
Nuevamente Mandalay nos recuerda a alguna ciudad india, todo un tanto viejo, roto, con un trafico no muy denso pero sin control alguno, camiones, pick up con la gente colgando, cinco en moto, un carrito, etc, etc…
El segundo día que estuvimos en Mandalay conocimos desayunando a un alemán que nos ofreció ir con él en una especia de “tour”. Hay un taxista que por 20US$ lleva a los turistas a ver los lugares más interesantes en Mandalay y sus alrededores, y además lo hace de tal forma que evita pagar los tickets de entrada, que en ocasiones son muy caros. Compartimos el coche con 3 chicos así que nos salió el día completo por 4 dólares cada uno.
A las afueras de Mandalay visitamos el templo de Mahamuni, en su santuario más sagrado se halla una curiosa figura de Buda a la cual los fieles han ido pegando finas laminas de oro, haciendo que ahora éste oro tenga un grosor de unos 15cm. Las mujeres se arrodillan desde fuera pues no las esta permitido entrar, mientras los hombres son los encargados de pegar el oro.
El templo también guarda varias estatuas de bronce que proceden de Angkor Wat; los tailandeses las robaron de allí y los birmanos se las robaron a éstos.
Tuvimos suerte de presenciar varias celebraciones de iniciación a monje, parece que las familias se gastan mucho dinero en hacer este día lo más especial para los niños; tras pasar por el Buda Mahamuni, luego van todos en procesión alrededor del templo con varias personas fotografiándolos y gravándolos en video.
Junto a Sagain pasa el gran rio navegable Irrawaddy que atraviesa casi todo el país de norte a sur; aquí se encuentran varios cientos de stupas y monasterios esparcidos por la densa vegetación y construidos en las cumbres de las colinas.
En el río Irrawaddy, también se forma una isla llamada Inwa a la que accedimos en un pequeño bote; en esta isla hay varios restos de más stupas y monasterios, había uno que estaba muy inclinado y desde arriba daba la sensación que se caería en cualquier momento. Lo más interesante por aquí fue alejarse de estos sitios y ver la vida en las villas, acercarse a la gente y tratar de cambiar unas palabras con ellos.
En Amarapura visitamos el famoso puente de U Bein, construido entero de madera de teca, con 412 troncos a cada lado soportándolo a lo largo del kilómetro de largo que tiene.
El puente está lleno de vida en las últimas horas del día y al anochecer, generalmente pasea la gente de clase más alta, quienes van con toda la familia y en ocasiones nos piden fotografías. Hay muchos jóvenes monjes también y a éstos les gusta parar a los extranjeros para practicar su inglés un rato.
Desde Mandalay tomamos un bus de nuevo al sur, a Rangún, donde nos esperaba el gran desayuno del Motherland Inn.
Pasamos los últimos tres días en la antigua capital disfrutando del ambiente de sus calles y visitando algún otro templo como éste del gran Buda reclinado, el cual la leyenda dice que anteriormente estaba de pie hasta que un día se cayó porque estaba cansado, así que, así se quedó, reclinado…
Tampoco pudo faltar una segunda visita a la Pagoda Shwedagon, aunque solo por fuera, y ver las otras diferentes puertas de acceso que no vimos la primera vez. Frente a ésta también está la Pagoda Maha Wizaya también de un intenso color dorado.
En todas las callejuelas alrededor del Sule Pagoda se encuentran escondidos barrios musulmanes, chinatown y barrios indios que nos recuerdan tanto a este país que nos parece estar metidos en él por un rato, las tiendas repletas de cosas, los vendedores, el barullo, el movimiento…
Birmania sin duda ha quedado en la “lista” de países, nos ha dejado un recuerdo muy bonito principalmente por su gente. A pesar de la gran opresión existente en el país, la gente sonríe siempre, aunque también es cierto que no tienen ninguna esperanza en las próximas elecciones que se celebraran mas o menos el próximo octubre (las primeras en 20 años) y en las que el principal partido opositor no podrá participar debido al arresto domiciliario de la líder Aung San Suu Kyi, quien ha pasado los últimos 20 años más encarcelada que en libertad.
En la página web de La Vanguardia han publicado un reportaje nuestro, para los que estéis interesados pinchar aquí.
Pero como habeis ido a Birmania y no habeis visitado los templos de Bagan!?!?!?!
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