El paisaje hasta Sfax es monótono,
con pequeños pueblos que parecen abandonados.
Al salir pronto por la
mañana de Túnez, llegamos con tiempo suficiente para organizar el tema del
alquiler de coche que teníamos pensado para viajar en Túnez y conocer un poco
la ciudad.
Lo primero que
encontramos en Sfax es el consulado francés que al igual que el de Túnez, está
rodeado de alambradas y militares.
Con el tema de hoteles
vamos de mal en peor; los precios son como en Túnez capital, pero el cuarto más
mugriento, es la única opción económica de ésta ciudad poco pisada por el
extranjero.
Fuimos directos a una
agencia de alquiler de vehículos que tenía yo ojeada desde España; todo fue
bien, precios negociables que terminaron saliendo por unos 400 Dinares (200€),
por una semana de alquiler de coche.
Dicen que la medina de
Sfax es la más autentica del país; es muy grande, con sus murallas que la
rodean aún intactas, y al no ser paso de turismo, nadie se dedica a vender
cosas para éste; por lo que el movimiento que se palpa es el día a día de la
gente local, comprando comida, arreglando sus cosas en los artesanos, comprando
artículos religiosos alrededor de la mezquita, y la gente acudiendo a orar rigurosamente
a la llamada del muecín.
Aquí es cuando me empiezo
a dar cuenta que mi afición por fotografiar caras se va a complicar en Túnez,
ya que ni pidiendo permiso o hablando con la gente un rato acceden a ser
fotografiados, por supuesto hay excepciones.
Al día siguiente estábamos emocionados, pues comenzaba realmente el viaje que estábamos buscando, camino al sur para explorar el desierto y sus villas.
Pero al recoger el coche
otro inconveniente más. Parecía que no salíamos de una cuando entrabamos en
otra. Afortunadamente sólo fue un susto; las compañías de alquiler de vehículos
aquí, te exigen una tarjeta de crédito como deposito, y al no tenerla no
podíamos dejar ese deposito, aunque convencimos al hombre de dárselo en metálico
y que alguien nos llevase el dinero donde dejaríamos el coche en otra ciudad. Sonaba
complicado y arriesgado teniendo en cuenta que el mínimo deposito que exigen es
de 500€; pero nos fiamos, no nos quedaba otra.
Para conducir en Túnez
hay que olvidar todo lo aprendido en la autoescuela y años de conducción. Lo
más importante es pensar sólo en uno mismo en la carretera, no ceder a nadie,
adelantar cuando te plazca, y andar con mil ojos para que nadie te aparezca de
repente de alguna incorporación, ya que nunca paran, simplemente salen a suerte
de que el otro vehículo los esquive.
Por suerte esto ocurre
con más frecuencia en ciudades grandes, y la más grande en la que conduje era
Sfax; al salir de allí todo fue más tranquilo.
En el camino encontramos
pequeños pueblos con restaurantes, que para captar la atención de los clientes
colocan corderos despellejados y colgados en ganchos en la calle, expuestos al
sol y llenos de moscas.
Al pasar Gabes buscamos
la carretera a Matmata, y tras un rato conduciendo empezamos a sentirnos mucho
más a gusto con el país, disfrutando de un paisaje árido de película, con casas
excavadas en la tierra donde aún habitan bereberes.
Matmata es conocido como el pueblo de las casas cueva. La gente vive bajo tierra, y los alojamientos son exactamente iguales.
Matmata es conocido como el pueblo de las casas cueva. La gente vive bajo tierra, y los alojamientos son exactamente iguales.
Esta vez al ser un lugar
más turístico, la oferta hotelera se dispara; fuimos a un hotel cueva donde
rebajamos casi a la mitad el precio que nos dieron por media pensión, (30 TND,
15€) y la verdad es que tras tanto hotel cutrillo, estábamos alucinados. El
cuarto era sencillo, una cama metida en una cueva, pero limpio. El hotel se
divide en varias estancias circulares a cielo abierto y alrededor de éstos hay
multitud de pequeñas cuevas, siendo cada una un cuarto; hay incluso dos alturas
de habitaciones excavadas en la tierra. Así mismo hay un comedor-cueva,
cocina-cueva y pub-cueva.
Nos acercamos hasta un pueblo cercano, Haddèj, exactamente como Matmata pero mucho mas tranquilo; con la curiosidad que aquí fue grabada la escena de la crucifixión de la película “La vida de Brian”
Matmata también se hizo muy famoso hace pocos años cuando se rodó la última trilogía de “La Guerra de las Galaxias”. De hecho estuvimos en la casa de Luke Skywalker; Matmata por entonces representaba el planeta natal de este personaje.
Wow, la casa incrustada en la tierra, que increíble...
ResponderEliminarhttps://www.facebook.com/Matmataa
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