10 mayo 2008

YEMEN: UN MUSEO AL AIRE LIBRE

Desde Ibb tiramos directos a la capital yemení, San’a; como ya contamos el mejor medio de transporte es el taxi; así que compartimos uno con otros dos hombres. El de alado nuestro se pasó rezando la mitad del camino, la carretera es de montaña y no es para andar jugando, aún así nuestro conductor no debía de haber dormido bien la noche anterior porque se nos iba quedando dormido, al final íbamos conduciendo los cinco, pendientes de que no se nos dormiría el chofer. Todo quedó solucionado a mitad de camino cuando pararon a comprar qat, por nosotros fenomenal, así ya no teníamos que preocuparnos del sueño del conductor.

La carretera discurre por puertos de 2.800metros, los pueblos están ubicados en la cumbre de cada montaña y muchas veces acompañados de antiguas fortalezas; no deja de sorprendernos las escarpadas montañas de Yemen, siempre creímos que todo sería más desértico.

No hemos hablado de los controles policiales y militares; cada vez que nos desplazamos encontramos multitud de ellos donde debemos mostrar el pasaporte; aunque a partir de mediodía todos están mascando qat y pasan de todo, como aquel que le dimos los documentos y sin mirarlos nos los devolvió con dos zanahorias, ¡mira que majos!

En San’a buscamos el corazón de la ciudad, Taharir, desde donde contactamos con Soo-Rae, la chica de CS; es americana de origen taiwanés, y trabaja en un centro de enseñanza de árabe.
Seguimos sus indicaciones y encontramos el ministerio de turismo, donde todo viajero a de ir en Yemen, pues se precisa de una serie de permisos para moverse en el país.
Aquí nos atendió un alto cargo, que nos dijo donde podemos ir, donde no, y donde hay peligro de atentados; con todo eso y varios folletos, bajamos a la policía turística dónde estaban los policías tirados en el suelo rodeados de hojas y dándole al qat. Nos dijeron que debemos hacer un plan con días y lugares exactos de nuestro viaje en Yemen; algo muy complicado para nosotros.
Al norte no podemos ir, porque hay una guerra entre el pueblo y el gobierno, y es muy peligroso; a Marib, el oeste del desierto donde se encuentran las ruinas del templo de la Reina de Saba, hay un riesgo alto de atentados, y la única opción es ir en convoy, algo que no nos hace nada de gracia pues los atentados siempre van dirigidos a los convoy; y luego hay una serie de ciudades prohibidas donde los extranjeros no son bienvenidos.

Lo que menos esperábamos en un país islámico como Yemen, era encontrarnos en la capital con un concierto-competición de hip-hop; el hecho era algo tan extraordinario que todos los extranjeros que estudian en el centro de árabe acudieron a la cita; aunque no es nuestra devoción el hip-hop fuimos con ellos, y estuvo muy interesante, sobre todo ver a las mujeres yemeníes animando silbando metiendo la mano bajo el burca.



En dicho centro hay un montón de españoles; hacía que no hablábamos con un español desde Egipto; al principio se hace extraño y cuesta hablar, parece que cuando no hablamos entre nosotros, ha de ser en otro idioma. Martín es uno de ellos, con quien fumamos un día una shisha, en compañía también de Fernando un mejicano.

Soo-Rae, nos aloja en un edificio perteneciente al centro de trabajo, pero está prohibido llevar huéspedes, así que cuando vamos debemos ser muy cautelosos que no nos vean dentro; por suerte es un edificio muy grande que pertenece al casco de viejo de la ciudad, por lo tanto más afortunados porque el edificio es muy antiguo, y aunque este remodelado, por dentro es autentico; escaleras de piedra, cada una a una altura diferente…y la azotea ya no tiene palabras, vemos toda la ciudad vieja, es alucinante.

Era jueves cuando fuimos a visitar varias embajadas, pero aquí los días de fiesta son jueves y lógicamente el viernes, así que visitamos el mayor atractivo de San’a, un museo al aire libre, el viejo centro de San’a.
Desde que uno entra es un traspaso en el tiempo entre todos los altos edificios de barro y piedra, las estrechas callejuelas llenas de puestos de vendedores; edificios que no han aguantado en pie y reposan sobre el edificio contiguo, antiguas mezquitas a las que nos está prohibida la entrada pues no somos musulmanes… Es la imagen que uno siempre tiene de arabia.
También nos sorprende en todo el país, lo bien que han sabido conservar la tradición a la hora de construir edificios; pues todas las nuevas construcciones tienen ese toque de toda la vida.



En el corazón del centro viejo esta el agitado mercado, Suq Al-Milh; con sus vendedores que siempre nos llaman para hablar o intentar hacer alguna venta.



Gracias a Soo-Rae, María tuvo la oportunidad de ir a una boda (sólo mujeres), y ahí pudo comprobar el porqué todos esos vestidos y ropa de gala en las tiendas. Al evento todas llegan de negro, y una vez dentro se lo quitan para lucir los vestidos que tienen prohibido ponerse en la calle. Es un momento en el que la mujer yemení puede “vivir” un poco. Los músicos (hombres), se encuentran en una habitación aparte, fuera de la vista de las mujeres. Durante la boda sólo está permitido hacer fotos a la novia; cuando se hace alguna foto, las mujeres que salen detrás se cubren de negro.

El mejor método para moverse en la ciudad, como es habitual en éstos países, es el minibús; en San’a un trayecto normal cuesta 6 céntimos de euro; y es que el litro de combustible en Yemen esta en los 0,2€.
Así nos movimos dedicando un día a embajadas; la primera, Omán fue muy bien, la más rápida que hemos encontrado, nos dieron la visa en 20 minutos, y sólo 21US$
Empiezan los problemas con la de Pakistán, nos dicen que debemos tener residencia en Yemen para obtener la visa; sabemos que es un visado complicado y tenemos que empezar a hacer planes de emergencia porque quizá no podamos ir a éste país.
La de Emiratos Árabes Unidos, sin problema porque nos la dan en frontera y gratuita; y la de Irán fue muy sorprendente, porque nos lo pusieron todo muy fácil, sin problemas para estar dos meses o más…pero…debemos volver dentro de 10 días.

De camino al centro pasamos por una gigantesca mezquita que están construyendo con el nombre del presidente y a la que está prohibidísimo hacer fotos, claro que nos enteramos después de haber hecho unas cuantas.


Con el tema de la visa de Irán, nos marchamos pronto de San’a ya que tenemos que volver, y así comenzamos a romper todos los planes que propusimos a la policía.
Tomamos un taxi a Hajja; y de nuevo el camino es muy escarpado, puertos de 3.000 metros, altísimos precipicios, pueblos ubicados en lugares imposibles…
La policía nos para continuamente y esto nos les hace gracia a los del coche, por lo que pusieron cosas en las ventanas para intentar ocultarnos; nosotros ayudamos colocándonos los pañuelos en la cabeza y coló en la mayoría de los controles.



Hajja es una chulada, tiene un castillo en la cumbre al que fuimos según llegamos, para entrar dentro nos pedían 500 riales, pero como dijimos que no, nos dijeron la mitad de precio. Al final accedimos pero no debimos porque lo único que tenía eran las mismas vistas que desde fuera. Lo que pasa es que el hombre vivía allí y aprovechó a sacarse un extra.



Seguimos cambiando planes, pues nos hemos dado cuenta que carreteras por las que queríamos ir, o no son transitables, o no hay coches que vayan por ellas; así regresamos a Amran, bastante cerca de la capital, para ir a Thula por un camino que nos dijeron pero que no nos sale en el mapa; aún así seguimos los consejos locales que son los mejores siempre.

Thula es otro lugar de traspaso en el tiempo, una villa rodeada por una muralla a los pies de una alta montaña rocosa; en su interior alberga antiguos edificios de piedra en forma de torre, y varias cisternas para acumular agua excavadas en la roca.


Lo que hemos visto aquí es un trato diferente al extranjero, tenemos precios diferentes en todo, exactamente el doble. Fuimos al tourist hotel, y nos marchamos porque nos pedían mucho; nos advirtieron que no había más hoteles en la ciudad pero nosotros buscamos por todas partes hasta dar con un hotel de condiciones precarias ubicado en mitad de un vertedero de basura. Por 500 Riales cada uno cogimos una habitación que no tenía camas, solo alfombras y unos cojines.


A la hora de ir a comer nos pasó lo mismo, salimos a las afueras de la villa en busca de un bar con precios normales; por ahí conocimos a Pilal, un chico que es guía y habla unos cuantos idiomas, entre español e italiano nos entendimos con él. Le preguntamos dónde comer por un precio normal, y nos dijo que iríamos a su casa que nos invitaba. Nosotros siempre nos tiramos rápido a la piscina y decimos que sí a éste tipo de ofertas, pero en Yemen da cosa, pues es éste el típico método que usan para secuestrar turistas; pero bueno, examinamos la situación y accedimos. La familia de Pilal nos trató de maravilla preparándonos Salta, y té.

Thula es como estar metido en un cuento; al día siguiente de llegar nos subimos a la montaña donde están las ruinas de un castillo en la cumbre, una torre, mezquitas, y más cisternas de agua. La gente como siempre autentica con sus tradicionales vestidos; pero en las mujeres hay gran diferencia, los pueblos parecen menos conservadores, y ellas llevan vestidos más coloridos.


Tuvimos la ocasión de ver varias bodas, donde un grupo de gente recorre la ciudad con el novio en el centro que lleva un traje diferente con una espada. Luego mientras el novio se sienta, otra gente baila con las yambias (dagas); a nosotros nos invitaban a bailar con ellos y participar en el evento. Mientras tanto, las mujeres observan ocultas desde la azotea de los edificios.


Cerca de Thula se encuentra Shibam, dónde pensábamos pasar la noche, pero con el hotel tan barato que hemos encontrado nos trae cuenta ir y volver.
Fuimos a coger el bus, pero siempre hay gente que baja e intenta hacer negocio, así que nos fuimos con un tío por menos dinero que el bus.
En Shibam nos encontramos que el turista ha dejado su huella; niños que nos piden bolígrafos y (ésta es nueva), balones de fútbol!
El pueblo no tiene mucho, lo mejor es la villa de Kawkaban, se encuentra en la cumbre de la montaña que se alza en el mismo pueblo de Shibam, a unos 3.000 metros de altitud.
Subimos a ella, en otra bonita marcha; al igual que en Thula han hecho un acceso con escaleras de piedra por la pared de la montaña; y vemos antiguas casas excavadas en la roca.


La villa de Kawkaban está un poco desdejada pero con el mismo encanto de los pueblos que vamos visitando estos últimos días; lo mejor son las vistas desde los alto. Aquí conocimos a un hombre que nos invitó a tomar un té; lleva trabajando con turistas desde hace 25 años y nos comentaba que Yemen tuvo un buen momento para el turismo, pero en los últimos años ha descendido bastante y cada vez que hay un atentado se nota mucho el bajón.


Todos los días llueve a la misma hora, y la tormenta se iba acercando, así que bajamos pronto; el problema fue para volver a Thula; no había minibuses y los taxistas sabiéndolo nos hacían chantaje pidiéndonos un pastón por llevarnos; al final hicimos así como autostop, negociando antes un precio, y a lo que el hombre respondió NO PROBLEM; cuando llegamos a Thula nos pidió nada más que 700 Riales; le pagamos como el bus y fuera…

El taxi que nos llevó de vuelta San’a tenía mal las marchas, para colmo íbamos siete en el coche y el hombre no podía cambiar porque estaba mi pierna en medio; al final aquello cascó y no entraba ninguna marcha, de todas formas al tío no le importó meterse en pleno mogollón de coches en la ciudad y casi provocar dos accidentes.

Lo primero en San’a fuimos a la embajada de Irán, y nos dijeron que debíamos esperar 10 días más; era demasiado bonito para ser verdad todo lo que nos dijeron, al final lo dejamos y probaremos suerte en el próximo país.

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