Desde el Lago Inle fueron 22 horas de viaje hasta nuestra siguiente parada en el norte de la provincia de Shan; Hsipaw.
En el lago Inle, la guesthouse nos reservó un asiento en el bus que viene de Taunggyi hacia Mandalay, y de nuevo tuvimos suerte de tomar el bus bueno, pues junto a nosotros había otros tres extranjeros que por el mismo precio les habían dado buses peores. Una vez más el bus es nocturno y nos lleva 10 horas llegar a Mandalay, la segunda ciudad más grande del país. Tuvimos suerte de conocer en el bus a un hombre muy simpático que nos ayudó en todo momento, porque como habitualmente, llegamos a horas intempestivas (4:30 am), y no sabíamos cómo ir bien a la otra estación a tomar el bus para Hsipaw. Esta vez nos tocó el bus autentico del país; viejo, destartalado, con asientos altísimos para poder ocupar todo el suelo del bus con cajas de tomates, sin espacio para las piernas, con un olor horrible y con más de medio autobús usado como cargo; eso sí, fue barato.
Este bus tardó siete horas en llegar a Hsipaw donde terminamos destrozados tras las 22 horas en ruta.
A la mañana siguiente tomamos el excelente desayuno en el balcón, (en Birmania siempre está incluido en el precio del cuarto); y tuvimos la suerte de conocer a Antoine, un chico francés, fotógrafo, que nos prestó un mapa-croquis de un trekking de tres días en las montañas cerca de aquí, con nombres de las villas, detalles y atajos.
Pasamos el día por Hsipaw, un pueblo grande que nos gustó bastante; lugares menos turísticos, gente aún más increíble. Fuimos a ver el “pequeño Bagan”, a las afueras de Hsipaw; varias docenas de viejas stupas dispersadas entre las casas de la gente y campos de cultivo, monasterios…
Paseando por allí nos coincidió un entierro, algo que nos dimos cuenta una vez metidos en el meollo donde había estado haciendo fotos; la gente estaba en remolques de tractores que iban en procesión, y como habitualmente, todos nos sonreían y saludaban, después vimos que uno de los remolques llevaba un ataúd. Es muy diferente en estos países el concepto de la muerte, y si no, quien diría que esta gente está de funeral…
Tomamos la decisión de hacer el trekking del mapa de Antoine; éste comienza en Namhsan, una villa a 80km de aquí a la que no hay transporte regular, y el privado es demasiado caro, así que nos fuimos a la carretera para hacer autostop.
Pasamos 2 horas esperando hasta que encontramos un camión que subía a Namhsan; fuimos en la caja del mismo, sentados sobre latas de pintura y con un depósito de agua como respaldo; las dos primeras horas no fueron muy movidas, las 4 horas siguientes fueron interminables; la carretera es malísima y nos pasamos el viaje botando, todo el camino es de tierra muy seca y fuimos envueltos de continuo en una nube roja; las vistas del valle son impresionantes aunque la niebla nos sigue persiguiendo, la carretera a veces es de vértigo serpenteando montaña arriba por un camino que en ocasiones se desmorona.
El traqueteo fue tal que durante el camino el camión iba perdiendo parte de la carga y teníamos que detenernos a meterlo de nuevo.
Antes de llegar a Namhsan pasamos por varias villas, y vemos una actitud diferente en la gente que nos ve al pasar, si en general los birmanos son simpáticos, aquí las sonrisas y la forma de saludarnos es algo realmente increíble.
Namhsan está situada a 1.600 metros de altitud, lo que nos proporciona un cielo más claro, el pueblo es encantador, con casas de madera y de colores, con pequeñas tiendas y sus vendedores por todas partes. Tan sólo hay una guesthouse donde cobran 3.000 Kyat por persona; aquí conocimos a Ian un inglés que comparte habitación con Antoine, quien todavía no había partido al trekking.
Gracias al mapa de Antoine, no precisamos de guía para irnos de vuelta a Hsipaw caminando a través de diferentes pueblos Palaung; desde Namhsan bajamos hasta la villa de Chowpiu caminando entre plantaciones de té. Aquí hay mucho té pero muy diferente al de India o Sri Lanka, las plantaciones se ven un tanto desaliñadas y secas pero es porque aquí hay té de la temporada seca, y té de la temporada húmeda.
Desde Chowpiu, ascendimos hasta Taungtong Seith, y bajamos de nuevo para Hu Chang por senderos un tanto confusos, pero preguntando siempre encontramos el bueno. La gente es majísima en cualquier parte, les encantan las fotos y que luego se las enseñes, muchos nos invitan a comer en sus casas haciéndonos el gesto con las manos.
En Manok vimos varias mujeres Palaung más mayores, las cuales se perforan el lóbulo de la oreja para meterse tacos de cuero o madera.
De camino a Komhai encontramos a Antoine y andamos juntos montaña arriba hasta dicha villa donde hicimos noche; la gente nos guió hasta un chico llamado Kyaw Khai, éste ya estaba alojando a Ian, y nos preparó unas mantas en el suelo para dormir todos. El chico fue encantador, nos invitó a dormir, a cenar y desayunar en su casa, aunque quisimos contribuir al menos en los gastos de la comida, Kyaw Khai no quiso aceptar en absoluto, una hospitalidad que hacía mucho que no veíamos. Kyaw Khai nos contaba que él estaba aquí cuando llegaron los primeros extranjeros a la villa hace tan sólo 10 años.
En Komhai fuimos la revolución entre los niños, decenas de ellos se acercaban a casa de Kyaw Khai para vernos, y nos seguían cuando fuimos a conocer un poco la villa. La gente de otras casas nos hacían el gesto de dormir, invitándonos si era necesario.
Fue todo una experiencia la ducha, al ser época seca tienen muchos problemas de agua, la gente no tiene en sus casas, sólo hay un deposito común y ahí todo el mundo se ducha, lava la ropa, recoge agua… Tuvimos que ducharnos con el resto de aldeanos, para ellos es muy fácil porque usan el “loungi” y se duchan con él puesto, para nosotros es más complicado pero nos lo pasamos en grande.
El segundo día partimos los cuatro juntos, y aunque a Ian lo perdimos y no lo vimos más, pasamos el resto del trekking con Antoine. Continuamos cruzando más villas Palaung, como Kum See, Om Tat, Pan Song y mientras comíamos algo en Kum Hot Miau (Norte), una familia nos invitó a su casa a tomar té.
La marcha del segundo día ha sido más dura, mucha subida y bajada de valles, y decidimos parar a dormir en Kum Hot (Sur) una villa muy bonita con gente maravillosa.
Como aquí no hay alojamiento, fuimos al monasterio donde sólo vive un monje y tres novicios, pero un chico nos dijo que no podíamos dormir ahí. Preguntamos por el “head-village” (el cabeza de la villa), pero éste no estaba; de todas formas el chico que encontramos nos ayudó a buscar donde dormir, y finalmente terminamos en casa de la familia “segunda cabeza de la villa”, aunque sólo estaba la mujer, que nos trató genial, con sus 8 hijos e hijas.
La comunicación es un tanto compleja, el único que habla cuatro palabras en inglés es el profesor de la villa, éste nos comentó que en este año han pasado por aquí alrededor de 20 extranjeros, lo que hace que este lugar se mantenga aún virgen, ojala sea así para siempre.
La última etapa del trekking es la más larga y dura; la primera tirada fueron 5 horas para arriba y abajo (más arriba), y sin ninguna villa, ni agua para beber. En Pan Yong recuperamos fuerzas en el restaurante del pueblo y seguimos ruta para Pan Lang y por último Nap Chu.
Tras casi 9 horas que estuvimos caminando, aún nos quedaban unos cuantos kilómetros más por la carretera de asfalto para llegar a Hsipaw, así que paramos un camión de carga y éste nos llevó atrás en la caja sentados sobre las piedras.
De nuevo en la guesthouse la ducha fue increíble, pero lo mejor, un colchón sobre el que descansar…
A través de Antoine conocimos a una simpática pareja alemana, Reka y Rupert que llevan viajando varios meses. Nos fuimos todos de cena, posiblemente al mejor restaurante de Hsipaw para celebrar nuestro tercer aniversario de viaje; siempre hemos tenido suerte de celebrarlo con alguien. El primer año fue en Arba Minch, Etiopía, con una pareja israelí y un chico de Singapur y el segundo año fue en Katmandú con Jan, Alex, Jay Ram y su familia; ¿donde será el siguiente…?