05 diciembre 2010

VICTORIA

El estado de Victoria se nos ha pasado un poco por agua; un clima impropio de la primavera austral con unas lluvias torrenciales que han dejado miles de hectáreas inundadas. Aún así de una forma u otra disfrutamos de los bellos parajes costeros y montañosos de Victoria.

Al cruzar desde el estado de Australia Meridional, adelantamos los relojes un poco más, habiendo ya una gran diferencia horaria con España de 10 horas.

Siguiendo la costa llegamos a Portland, el primer asentamiento europeo que hubo en el estado de Victoria; aunque es difícil apreciar la historia, aún quedan edificios coloniales ingleses y viejas iglesias del siglo XIX. Cerca de aquí esta el Cabo Bridgewater donde tratamos de ver sin éxito una colonia permanente de focas; y el Cabo Nelson en el que paseamos junto al faro y los altísimos acantilados.



En Warrnambool comienza la “Great Ocean Road” (Gran Carretera del Océano), ésta carretera discurre por toda la línea costera pasando por lugares rocosos muy bonitos que han sido moldeados durante años por la furia del océano. El clima sigue siendo un impedimento, alguno de los días las lluvias fueron muy fuertes impidiéndonos disfrutar al máximo del lugar. Dormir en el coche no fue una tarea fácil pues esta área está muy controlada y hay señales explicitas que prohíben no sólo acampar si no pernoctar en los vehículos, un tanto exagerado, pero debemos respetarlo pues las multas son muy altas.

La ensenada de Childers fue de lo mejor ya que llegamos aún con buen tiempo, aquí comenzamos a ver las curiosas formaciones rocosas e islotes en el mar; así como en la “Bahía de las Islas” y la “Bahía de los Mártires”.



El “Puente de Londres” y “El Arco” son otras de las formaciones curiosas.



Entre los lugares más impresionantes está el “Lago y la Garganta” donde dos cabos de tierra salen hacia el mar casi juntándose y haciendo un embudo donde el mar entra con toda su fuerza.



Y el más famoso de los lugares son “Los doce apóstoles”, en su día fueron doce peñascos en la orilla del mar, entre los acantilados y la playa; hoy día sólo quedan seis de los apóstoles, pero igualmente es un lugar muy bonito.



Terminada la carretera del océano fuimos a uno de los puntos más al sur de Australia, el cabo Otway donde se ven muchos koalas en los árboles; aunque son tímidos no se asustan tanto como los canguros, simplemente se quedan mirando con curiosidad, pudiéndonos acercarnos mucho.



Y siguiendo la costa llegamos a la capital del estado de Victoria, Melbourne; aquí habíamos contactado de nuevo con nuestro amigo D’Arcy, quien nos recomendó un buen sitio para dormir, un parque público muy tranquilo a las afueras de la ciudad, donde disponíamos de baños e incluso electricidad.


Antes de llegar a la ciudad paramos en Williamtown, un puerto marítimo con unas vistas fenomenales de Melbourne.


En Melbourne tuvimos el primer incidente con el coche, conduciendo por el mismo centro de la ciudad un hombre se saltó un ceda el paso y nos golpeó en el lateral del coche, afortunadamente el coche es tan duro que casi no hizo nada, y de esta forma evitamos hacer papeles para no perder el tiempo.

Melbourne es una gran ciudad en toda regla, nada que ver con Adelaide, que es más bien un pueblo grande; en Melbourne todo es más caro, más grande, el aparcamiento es complicado, por eso pasamos los días justos. Pero Melbourne es una ciudad que impresiona con sus rascacielos y su vida, la mezcla racial de los habitantes la hacen una ciudad muy cosmopolita.


Una de las calles que más nos gusto fue la Brunswick, donde la gente que pasea es de lo más variopinta; los comercios y tiendas son muy peculiares, y las casas originales de la época colonial.



La calle termina en la catedral de San Patrick y cerca están los jardines de Fizroy con la casa donde nació el Capitán Cook, el primer británico que inició la colonización de la gran isla; muchos se preguntarán cómo va a estar aquí la casa donde nació este hombre, pues bien, la casa fue desmontada en Inglaterra y traída a Australia para ser montada de nuevo posteriormente a la muerte de Cook.
Si bien, aunque siempre hay polémica con éste asunto, el Capitán Cook no fue el descubridor de Australia, los primeros en avistar la tierra Austral fueron los españoles y los portugueses, a los que les siguieron varias intrusiones de los holandeses antes de llegar los británicos.



Federation Square es el corazón de Melbourne, aquí siempre hay alguna actuación, grupos de estudiantes, turistas y todo tipo de gente que va y viene.
Cerca, desde el puente sobre el río Yarra hay impresionantes vistas de los rascacielos de la ciudad.



El centro de Melbourne es un amasijo de grandes edificios y calles en perfecta cuadricula, centros comerciales de lujo se mezclan con viejas iglesias, casas antiguas, el barrio de Chinatown o las calles italiana y griega, dos de los grandes grupos migratorios de Australia; se dice que la comunidad de griegos más grande del mundo fuera de Atenas, está en Melbourne.



En Australia siempre hay monumentos dedicados a los caídos de las guerras en las que ha participado el país; el de Melbourne es bastante llamativo pues es un gran edificio con un ligero aspecto de templo griego, donde se honra a los muertos en diferentes salas; también hay bonitas vistas de la ciudad.



Dejando atrás Melbourne, seguimos hacia el este hasta la ciudad de Bairnsdale, y Paynesville donde se hayan varios lagos separados del océano por un estrecho pedazo de tierra, al igual que el parque de Coorong.
Aquí cruzamos a la diminuta isla de Raymond con el ferry gratuito para peatones; es un lugar muy tranquilo con pocas casas y muchos koalas posados en los arboles de eucalipto, vimos incluso alguno con las crías. Entre otra vida salvaje también había canguros y pelicanos.



Fue aquí cuando descubrimos que en muchos de los parques que están junto a zonas de baño, tienen duchas públicas; incluso en algunos parques hay barbacoas con tomas de corriente, por lo que de esta forma no nos es necesario pagar por camping, o al menos pagar uno cada más tiempo.
En Paynesville pasamos la noche en uno de estos parques y aparecieron por la noche dos grandes possum, un animal endémico australiano que parece como una rata gigantesca con una larga cola enroscada al final, solo que éste es más gordo y más bonito también. Son animales nocturnos, por eso no es fácil verlos, pero aquí tuvimos suerte, además si te ven con comida se acercan mucho más.



Para cambiar un poco de aires nos vamos de la costa y nos metemos hacia el interior, según vamos ascendiendo altitud el terreno se va tornando verde, muy diferente a lo que hemos visto hasta ahora en Australia. La Carretera Alpina nos lleva a través de Omeo y luego hacia cotas más altas hasta llegar a Falls Creek (1.780m.). Las montañas australianas son muy diferentes, esta zona es de las más altas del país pero sus cumbres son redondeadas y carecen de roca, están todas cubiertas de arboles que actualmente están secos; no cabe duda que nos encontramos en una de las más viejas tierras del planeta.



Falls Creek es el centro del esquí en el invierno austral, ahora apenas hay gente, es un lugar muy solitario; la presa existente forma un lago y alrededor todo esta lleno de árboles secos de un color blanco intenso.
También hay históricos refugios que se pueden visitar como “la cabaña de Wallace”; aunque no se puedan usar estos refugios, todo esta lleno de zonas de acampada gratuitas, lo malo es el frio que hace al caer la noche.



Siguiendo la Carretera Alpina al norte, llegamos hasta la cuenca del rió Murray; las redondas montañas australianas se juntan a una gran planicie donde se asentaron muchos pequeños pueblos a finales del XIX. Uno de los más bonitos fue Beechworth, con parques, lagos y calles de tradicionales casas que parecen sacadas de una película.