18 abril 2008

CRUZANDO LAS TIERRAS DE ABISINIA

El interminable camino a Jima se prolongó por dos días; los buses son de lo peor, pero el problema es que van sobrecargados de gente, y cuando la policía nos para, lleva su tiempo el poner la multa…
Prácticamente no paramos hasta llegar a Waka, y seguido otro bus hasta Tocha donde hicimos noche. Aquí encontramos una gente mucho más agradable, el turismo es inexistente, y los habitantes piensan que trabajábamos en la zona; también son muy legales, pagamos precios por dormir y comer más barato que nunca; aunque la electricidad es algo que se desconoce cuándo hay.
Al salir para Jima llovía a jarros, pero no nos quedó otra que ir a las 5:00am a la estación, es la única manera de pillar transporte.
El paisaje sigue siendo montañoso como todo Etiopia, pero al comenzar la estación de lluvias, todo está tornando a un color más verde; la parte negativa de esto, es que la carretera se vuelve un “chocolate” y por lo tanto más peligrosa con los locos conductores que juegan a carreras.



De nuevo los del bus están a la pela y llenaron el bus a retaque; se debieron de dar cuenta de la que estaban liando y mandaron bajar a casi todos. Hicieron bien pues a la salida de la villa estaba el control policial que se inventó algún tipo de problema para arrestar a nuestro conductor, teniendo que regresar al pueblo. Sin saber cómo, se solucionó en una hora y seguimos camino; toda la gente que iba a haber llevado antes, estaban esperando unos kilómetros más allá del pueblo, pasando el control de la policía, para reincorporarse al bus. Ahí no terminó todo; en ruta, nos quedamos sin combustible, teniendo que esperar a que pasase algún vehículo para pedirle un poco.

Jima no tiene ningún interés, la gente sigue siendo extraña y no podemos hacer ni fotos; cogimos un hotel cerca de la estación como habitualmente, el aspecto era buenísimo, con baño y todo; pero por la noche las cucarachas hicieron su presencia en grandes batallones.



A 4 horas de aquí se halla la localidad de Bonga, donde reside un chico de CS que fuimos a visitar. La impresión fue buenísima, es un lugar pequeño, tranquilo, gente amable, y los niños no se dedican a perseguirnos con el típico “you!, you!” (bueno alguno si…) D’Arcy es australiano y trabaja aquí de voluntario, en una “universidad de profesores”. Junto a Kerry, australiana también, enseñan a profesores etíopes, como enseñar. Viven en el colegio con otras familias en un ambiente muy bueno; precisamente el día que llegamos fue el cumpleaños de Kerry, a quien hicieron una gran fiesta sorpresa en la que también participamos.

Bonga es uno de esos lugares para quedarse durante un tiempo; hay montones de rincones únicos entre las montañas y la espesa vegetación. Por la latitud del lugar y la altitud (1.800m.), la temperatura es perfecta, entre 20 y 30 grados durante todo el año.
La región a la que pertenece se llama Kafa, y como de su nombre deriva, este lugar es el nacimiento del café en el mundo!

D’Arcy y Kerry son amantes de las marchas; nosotros, que últimamente estábamos muy vagos, nos vino al pelo.
La primera caminata fue al “puente natural”; un lugar espectacular; se trata de un río sobre el cual hay un puente natural como el nombre indica, formado por la misma roca de la montaña; un lugar oculto perfecto para albergar cientos de ruidosos murciélagos.
De camino tampoco faltaron los monos Columbus saltando por los árboles sobre nosotros.



En las cercanías de Bonga hay una gran cascada de 80 metros de altitud; pero viendo el potencial turístico de la zona, están empezando a poner guías obligatorios y precios de entrada…Nosotros gracias a D’Arcy, accedimos por nuestra cuenta, en otra bonita marcha entre la exuberante naturaleza.



El colegio donde nos quedamos está a 4 km de Bonga, y debido a las absurdas horas de los autobuses, tuvimos que caminar en la noche bajo una fuerte tormenta hasta la estación, para tomar el bus de primera hora.
La gente de las estaciones son lo peor, y con los que más tenemos que luchar día a día para que no nos engañen; pero lo más triste de todo, es que se mienten entre ellos. Cobraron una tarifa de 40 birr a todo el mundo por ir a Tepi; menos mal que de camino nos paró la policía y nos pidió el ticket, porque nos estaban cobrando de más. Con la cara de vergüenza el hombre fue por todo el autobús devolviendo a cada uno lo que nos había robado.
Lo más lejos que llegamos éste día fue a Masha, un pequeño pueblo que ni siquiera sale en el mapa, perdido en las montañas y sin electricidad; y de otra tirada más, llegamos a Gambela. Pero siempre pasa algo en el camino; un control militar revisó el autobús, momento que aprovechó el chofer y otra gente para darse un baño de un par de horas en el río; con toda la tranquilidad del mundo y sin prisa.

No podemos, no contar, lo difícil que se nos está haciendo Etiopia; es un país muy estresante para viajar independiente; por eso, estábamos ansiosos de llegar a ésta lejana zona en el oeste; nos habían llegado a oídos, fascinantes historias de otros viajeros, y comprobamos por nuestra cuenta que así es, Gambela es diferente. Es un lugar que no parece Etiopia, es mucho más parecido a Sudán. Para empezar, geográficamente se puede decir que es Sudán, ya que hemos bajado de las altas montañas etíopes, a una muy calurosa llanura de poca altitud. Debido a la multitud de refugiados sudaneses de cuando la guerra, la mayoría de la población tiene rasgos de este país, con un color de tez muy negro y marcas tribales en la cara; normalmente, rayas en la frente en el caso de los hombres, y puntos en las mujeres.



Toda la vida se mueve alrededor del río Baro, donde juegan, descansan, limpian los autobuses; y lo curiosos es cuando nos acercamos nosotros, que nos preguntan con curiosidad si nos vamos a bañar; porque es el principal fin de éste río lleno de cocodrilos; el baño.



Visitamos el mercado de la tribu Anuak, donde se vende un tabaco especial para fumar en pipa; y entre otras cosas, hay un hombre que tiene el interesante negocio de hacer chanclas con neumáticos viejos.



En los poblados Nuer, (la otra tribu del lugar), sigue siendo un ambiente tranquilo y pacifico, con gente muy interesante y niños que nos recuerdan a Sudán, solo se sientan a mirar sin decir palabra… Una familia nos llamó para hacerles fotos y pasar un rato juntos sin querer nada de nosotros a cambio, que diferente…



Dos largos días de viaje distan de Addis Abeba, en los que la distancia no corresponde nunca con las horas; primer día 14 horas de tortuosa carretera, para 350 km; hicimos noche en Agaro, rodeados de una gran tormenta; lo bueno es que hemos batido record de nuevo, con el hotel más económico del viaje; 0,5€ por persona. Como llegamos de noche no había comida; una pareja que conocimos en el bus, Andrea y Sarah (etíopes de origen sudanés) nos llevaron por el pueblo a buscar algo pero el ambiente nocturno no era muy seguro. De todas formas no había nada de comer, así que noche en ayunas…
Llegar a Addis Abeba fue un alivio por la temperatura, en Gambela no se podía ni dormir, pero la capital está a tanta altitud, (2.500m.) que el clima es perfecto.
Aquí nos reencontramos con Habtemu y su familia, que nos recibieron como de toda la vida, preparándonos cena, té…

La carretera a Dire Dawa, en el este del país, ya es otro asunto, todo asfalto, lo que hace a la gente correr más, la prueba está en los dos autobuses volcados que nos encontramos en el camino.
Dire Dawa es un lugar con una gente muy diferente de nuevo; aquí es muy típico el chat, lo consume casi todo el mundo; y no sabremos si será ese el motivo, pero todo el mundo va muy tranquilo y no nos agobia nadie.
La ciudad tiene muchos edificios de la época del colonialismo italiano; nuestro hotel, frente a la estación de ferrocarril, es una clara prueba de ello, con grandísimas habitaciones de altísimos techos, la verdad que por 35 birr es un chollo, tenemos además nevera y dos balcones que dan a la plaza principal de la ciudad.
El restaurante-bar también es muy chulo, con buena cerveza a buen precio (0,25€ medio litro); y donde emiten viejos capítulos de El coche fantástico, en amárico.



Lo primero dejamos solucionado el tema del visado para Djibouti, lo hacen en el consulado de un día para otro, pagando 36,00 US$ y sin necesidad de la carta de recomendación de nuestra embajada.

Cuando nos acercamos al mercado de Kafira, fue extrañísimo; cruzamos el puente de total ausencia de agua, y… ¿Qué se hace al cruzar un puente?, paramos a mirar el panorama, y cuál fue nuestra sorpresa que varias personas nos llamaron la atención. Está prohibido pararse en el puente, debes caminar todo el tiempo, pues tienen miedo que algún terrorista ponga una bomba. Pero la parte absurda como siempre, es que bajo el puente la gente pasea por el seco río, o viven bajo él sin ningún problema.

Los mercados es centro de la vida de Etiopia, cada uno es diferente, las personas visten diferente, y en cada uno venden sus particulares productos. En éste sin duda destaca la venta de chat; está por todas partes, y como es algo muy tradicional, nos animamos a probarlo; claro! cuando la gente vio a dos extranjeros comprando chat, fue el escándalo.
El chat, como ya contamos en anteriores entradas, es un suave estimulante, una droga legal típica del cuerno de África y sur de Arabia; deja la mente clara para pensar, concentrarse y los ojos bien abiertos, tanto que no se puede dormir…



Fuera del horario de los tempraneros autobuses etíopes, tomamos uno a media mañana para Harar, a 50km de Dire Dawa. Aquí seguimos encontrando gente muy maja, pero exceso de guías por ser una ciudad turística. Ellos presumen de ser sólo unos pocos guías oficiales, pero en cada esquina hay alguien que te enseña su “tarjeta oficial”
El hotel donde nos alojamos no era muy acogedor, ratas por el techo y montones de cucarachas entre el colchón y las tablas, el problema es que no hay mucho donde elegir, los hoteles buenos, son demasiado buenos para nuestro bolsillo.
Además de esto, tampoco tenemos agua, pero esto es un problema de toda la ciudad, donde todo el mundo va con garrafas de agua para aquí y para allá.

Se dice de Harar que es una de las ciudades más sagradas en el mundo islámico; nosotros viniendo de países musulmanes no vimos que fuese tan así, pero si es cierto que está lleno de mezquitas. La ciudad antigua está rodeada por una muralla con 6 puertas; y dentro montones de callejuelas con casas de fachadas blancas, unas 82 mezquitas, mercadillos, iglesias, gente peculiar con sus vestimentas y mujeres cargando con cosas en la cabeza.



Antiguos y grandes palacios como el de Ras Makonnen, un poco deteriorados pero con mucho encanto, igual que las casas particulares que pudimos ver, como ésta de la foto donde también se ven las garrafas de agua amarillas, por el gran problema que tienen.



Algo que nos chocó desde el primer momento aquí, fue la cantidad de vagabundos, gente que vive en la calle y que tiene necesidades serias; muchos construyen sus casas en las aceras con plásticos y cartones.



Lo que más nos atrajo a Harar fue sin duda la tradición de alimentar a las hienas cada noche. Muy lejos de una atracción turística, ésta práctica tiene muy pocos años de antigüedad ( 35 años), pero la relación del pueblo harar con éste animal ha estado muy ligada durante los últimos 800 años, en algún tipo de rituales.

Al anochecer un hombre, (hombre-hiena) es encargado de alimentarlas a la boca con un pequeño palo de 30 cm, que muchas veces el hombre colocaba en su propia boca para impresionarnos. Nosotros también pudimos darlas comida; no creo que tengamos más cerca una hiena manchada en nuestra vida.
Aunque no sea un show turístico, estamos en Etiopia y todo va por dinero, y todos quieren sacar cacho; la tarifa por ver esto es de 50birr; pero nosotros buscamos el lugar por nuestra cuenta sin necesidad de guía; de esta forma hablamos directamente con el hombre-hiena acordando un precio con él de 35birr. Al principio no quería porque un tío había ido por delante nuestro, (sin nosotros saberlo), a decirle que nos había guiado hasta allí, y así llevarse comisión, pero le salió mal.



En Dire Dawa tomamos unos días tranquilos esperando el tren para Djibouti; en principio salía el martes, pero el lunes nos dijeron que estaba estropeado y que debíamos ir en el tren de carga.
Una pareja francesa que trabaja en Djibouti, nos advirtió de la impuntualidad del tren, el cual descarriló en uno de sus viajes.

Aún no sabíamos lo que nos esperaba en el tren más desastroso que hemos tomado en nuestra vida…

2 comentarios:

  1. guau dando de comer a las hienas que miedo...
    dijibouti tiene unas casas que parecen de plástico pero muy bonitas.
    Anda que el que hace calzado con neumáticos que curioso jajaja
    besos
    virgi

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  2. de dijibouti son la pareja francesa, las casas son etiopes que despite!!

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