Daniela y Jose aceptaron venir con nosotros, ellos ya tenían
pagado el viaje a Douz de todas formas, y a Mustaf, su guía, le salió la jugada
redonda no teniendo que ir hasta allí.
Deshicimos la misma carretera que tomamos para venir y una
vez en la principal giramos para Douz. Esta pequeña ciudad es la puerta de
entrada de la mayoría de extranjeros para ver el desierto del Sahara, el punto
de partida de muchas de las expediciones.
Nada más llegar damos cuenta de ello al estar mas acomodada
para el turista, y por la cantidad de jeep, de grandes motos de cross, etc…
Así mismo el hotel donde nos alojamos está muy bien, aunque
del precio habitual que venimos pagando, pero muy chulo.
La verdad es que el pueblo no tiene mucho; cogimos el coche
y fuimos a lo que llaman la “zona turística”, recintos de complejos hoteleros
que suele haber en Túnez en los lugares más importantes; ya que aquí habíamos
leído que había unas dunas grandes, pero resultaron ser no muy impresionantes.
De camino cogimos en autostop a varias mujeres bereberes que no salían de su
asombro cuando parábamos.
En la tarde caminamos por el palmeral de Douz, el más grande
de Túnez y que cuenta con alrededor de medio millón de palmeras datileras. Lo bueno
también que llegamos en la época de los dátiles y éstos estaban por todas
partes de todas las formas vendibles, y por cierto, riquísimos.
Por la noche nos juntamos con Jose y Daniela en la plaza del
Zoco para tomar un té.
Parece que Daniela tuvo mucha suerte aquí; ella estaba
viajando en Túnez un par de meses y quería ir adentro del desierto más allá de
Ksar Ghilane, pero sin vehículo propio es muy complicado. Y digo que estaba de
suerte porque donde nos alojábamos había un gran grupo de italianos con motos
que iban en su dirección soñada, hicieron amistad y se la llevaron esa misma
noche tras tomarse el té con nosotros.
Nosotros fuimos a cenar con Jose y después de fumarnos una
shisha le acerqué por la noche al desierto porque quería pasar la noche en su
tienda de campaña en algún lugar perdido. La noche era espectacular, silenciosa
y estrellada, pero más tarde hubo una fuerte tormenta de arena. Nos acordamos
mucho de Jose esa noche…
La mañana amaneció con un ambiente muy cargado debido al
viento que traía la arena del desierto. Cogimos el coche y fuimos en dirección
Tozeur, a través de un paisaje espectacular, el Chott El-Jerid; un desierto
salado que forma parte de un grupo mayor de lagos que van desde la costa hasta
Argelia.
Al principio estábamos metidos en plena tormenta y no
veíamos nada, sólo las luces de los coches que venían de frente,
afortunadamente se despejó y disfrutamos de una impresionante carretera elevada
2 metros sobre el desierto con un fuerte contraste de colores entre el blanco
de la sal, amarillo de la arena, las montañas al fondo y los continuos
espejismos debido a la interminable planicie.
En esta carretera hay algún puesto donde venden souvenirs y
donde tienen unos curiosos servicios divididos en secciones, “normal”,
“confort” y “deluxe”. A pesar de ello y de su llamativa decoración, por dentro
no son más que simples letrinas con un olor insoportable.
El centro de Tozeur es bullicioso, o quizá fuese por ser la
época del dátil ya que había gente cargándolos por todas partes, así como jeep,
camiones…
Nos costó bastante encontrar un hotel económico o al menos
calidad-precio a los anteriores. Fuimos mirando muchos, incluso algún hotel que
parecía fuera de nuestro alcance, pero viajando aprendimos que a veces las
apariencias engañan, y se nos presentó un buen hotel donde negociando se nos
quedó como siempre de precio. El hotel era de tal categoría que un chico salió
al coche con nosotros a buscar las maletas; para haber visto la cara que se le
quedó cuando vio mi mochila pequeña y las dos bolsas de plástico de María, (recordamos
que la mochila de María desapareció el primer día en el aeropuerto, y tuvimos
que comprar cuatro cosas para tirar durante el viaje)
En Tozeur también hay un bonito palmeral por donde paseamos.
Entre las palmeras hay caminos muy agradables para perderse.
Al igual que hicimos casi cada día en el viaje, llamamos al
aeropuerto de Túnez para ver si alguien contestaba y preguntar si había
aparecido la mochila de María. La llamada era sin esperanza, pero sorpresa!,
contestaron, y la mochila está en Túnez! Solo un pequeño detalle, como lleva
allí 6 días sin ser reclamada, a la semana la mandan de vuelta de donde viene,
es decir Casablanca… Pedí por favor y por favor que no lo harían, ya que en
tres días estaríamos allí para recogerla. Creo que me escuchó lo
suficientemente apurado, como para hacerme caso.
En la tarde fuimos a un extraño parque para ver el
atardecer. Las Rocas Belvedere, el punto más elevado de la zona y donde han
habilitado unas escaleras para ascender y disfrutar de magnificas puestas de
sol.
Extraño parque, porque han construido instrumentos musicales
de gran tamaño, un águila gigantesco y en la roca han tallado la cara de un
escritor tunecino al más puro estilo Monte Rushmore.
La noche fue de lo más extraña, no podía ser de otra forma,
ya que en este corto viaje nos estaba pasando de todo lo que no nos pasó en 4
años viajando. Aunque hay que decir que los inconvenientes no nos privaron de
disfrutar en ningún momento.
Antes de ir a cenar, a María la comenzaron a salir unas
manchas por la piernas y picores; no le dimos importancia en un primer momento
y fuimos a cenar, a un restaurante por cierto donde cocinaban un rico filete de
dromedario y pinchos de dromedario.
Al regresar al hotel las manchas se descontrolaron
apareciendo por todo el cuerpo, y no nos quedó otro remedio que ir a un
hospital. El hospital dejaba mucho que desear, pero qué podíamos esperar en
estas latitudes en una pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes.
Suponíamos que era una alergia, así lo dijo el doctor
también, y bueno tras un pinchazo se la pasó durante la noche.
Al día siguiente María se encontraba bien, así que seguimos
con nuestros planes de visitar unos pueblos al noroeste, en la frontera
argelina.
En el solitario camino encontramos alguna caravana de
camellos, entre montones de señales advirtiendo del peligro de éstos cruzando
las carreteras.
El primer pueblo al que llegamos es Chebika, primero esta la
nueva Chebika construida tras unas inundaciones catastróficas que destruyeron
lo que ahora es la antigua Chebika.
Lo bonito de este lugar es un cañón con un manantial y un
palmeral. Un paseo corto pero muy bonito, de película, tanto que aquí se
rodaron escenas de “El paciente inglés”
De camino a Tamerza cogimos a un hombre haciendo autostop,
como ya dijimos, es costumbre en el sur de Túnez, y siempre que podemos,
paramos.
Una fuerte ascensión nos lleva a un mirador espectacular
donde el hombre nos explica que las llanuras de enfrente ya son tierras argelinas.
Dejamos al hombre en Tamerza y continuamos unos kilómetros
más hasta el cañón de Mides.
Bajo un fuerte sol nos encontramos por la carretera a un extranjero
con una gran mochila que iba caminando los 6 kilómetros hasta Mides, paramos a
ofrecernos llevarlo y también a otro tunecino que iba caminando a la par. El
extranjero era un chico belga con el que pasamos el resto del día.
Mides se encuentra a apenas 800 metros de Argelia, pero este
país tendrá que esperar para otra ocasión.
El desvío mereció la pena, Mides es bonito y además vimos a
gente recogiendo dátiles al estilo autentico, subiendo hasta arriba de la
palmera por el tronco para cortarlos.
El chico belga al que recogimos, se había perdido bastante
del camino ya que no disponía de medio de transporte y dependía de sus piernas
y el autostop; por eso, al regreso María y yo paramos a comer en Chebika para
que él pudiera visitarlo, agradeciendo el gesto porque estaba de acuerdo con
nosotros en que Chebika es el sitio más bonito de la zona.
Para seguir contando los últimos pasos en Túnez, voy a hacer
un alto y continuar desde otro punto, ahora lo entenderéis…
Cuando María y yo partimos de España a Túnez, no sólo
comenzábamos un pequeño viaje al país norteafricano; comenzábamos al tiempo un
viaje larguísimo, un viaje para toda la vida, una aventura muy bonita. El viaje
hacia la maternidad y paternidad.
Los que nos seguís de cerca ya sabéis que este viaje a Túnez
fue hace meses, para los que no lo sepan, llevo un retraso considerable
escribiendo de 6 meses. Teniendo en cuenta que María estaba embarazada de un
mes cuando partimos, ya nos queda poco para conocer a nuestro bebé.
Me habría gustado terminar la última entrada de Túnez escribiendo
semejante sorpresa al final, pero veréis que era esencial contarlo ahora para
terminar la historia tunecina.
Ya contaba antes que tuvimos que ir al hospital por unas
manchas que la salieron a María, y claro está, la preocupación máxima era el
embarazo. Al regresar de Chebika ya se la empezaba a reproducir, y con tan sólo
tres días más por delante en Túnez, nos empezamos a plantear adelantar el vuelo
de regreso. No es lo mismo esta situación en Túnez que en tu propio país.
El tema no era fácil, al día siguiente sabíamos que salía el
último vuelo a España desde la capital, y que no había otro hasta el nuestro,
tres días más tarde. Túnez capital está a unas 10 horas de autobús; la entrega
del coche de alquiler debía hacerse al día siguiente cuando venia alguien desde
Sfax con nuestro deposito de 500€. Teníamos todo en contra pero milagrosamente
salió bien…
Fuimos al pequeño aeropuerto y nos tocó un chico majísimo.
Nos dijo que para el vuelo del día siguiente sólo quedaban dos asientos, como
aún debíamos encajar otras piezas, nos hizo el favor de reservarlos por unas horas.
Al haber sido cambiado previamente el horario de nuestro vuelo original por la
compañía Tunisair, el chico nos dijo que en compensación no nos cobraba ninguna
comisión por adelantar el vuelo.
Además nos dio el precio local (40€), para el vuelo Tozeur-Túnez
que partía a las 20:00h de ese mismo día.
Con esto fuimos a la oficina del coche de alquiler a
contarles toda la historia. Tras una infinidad de llamadas nos comunican que es
posible entregar el coche de inmediato, pero el problema es el deposito; al
haber quedado con la persona de Sfax al día siguiente, no tenían nuestro
deposito, pero podríamos recuperarlo en la oficina principal en el aeropuerto
de Túnez. 500€ era un gran riesgo, pero decidimos tomarlo.
Antes de entregar el coche debíamos dejar el hotel, así que
fuimos y le dije al recepcionista que nos cobrase el precio original, ya que no
habíamos cumplido los días que dijimos que estaríamos. De todas formas el chico
nos cobró la noche al precio acordado.
Hasta el día de hoy siempre dijimos que con los tunecinos
muy bien, pero concretamente en este día, ¡chapó! con los tunecinos, cuando más
ayuda nos hacía falta nos lo pusieron todo en bandeja.
Entre tanto volvimos al hospital porque María necesitaba un
pinchazo más y así aguantar la alergia un poco más. Ayer nos cobraron en el
hospital 6 euros, hoy nada…
Dejamos el hotel, fuimos al aeropuerto y compramos el vuelo
de la tarde para Túnez y cambiamos el vuelo de España.
Volvimos a la agencia del coche y lo entregamos a cambio de
un papel donde dice que nos tienen que devolver
un deposito de 500€ en Túnez…
El chico de la agencia nos lleva al aeropuerto. El vuelo
hace una escala en Sfax, y en un momento estamos en Túnez capital. Creo que es
la sexta vez que estamos en el aeropuerto, pero bueno esta vez sí estaba la
mochila, nueva e intacta, casi 15 días más tarde.
Regresamos al mismo hotel ya de noche y claro como ya nos
conocían de la otra vez, tuvimos que contar toda la película…
El interminable día tocaba a su fin y caímos rendidos.
Al día siguiente con todo ya bien atado, nos levantamos tranquilos,
hicimos alguna compra de última hora por el zoco y nos fuimos al aeropuerto con
tiempo ya que nos quedaban cosas pendientes allí.
En la agencia de alquiler de coches no nos pusieron ninguna
pega, nos dieron el dinero del deposito en metálico, lo malo es que nos lo
dieron en Dinares (como nosotros lo entregamos) y debíamos recambiar los 1.000
Dinares a Euros.
En las casas de cambio nos exigían justificantes de haber
cambiado ese dinero con anterioridad, para así recambiárnoslo. Afortunadamente
teníamos justificantes sueltos que completaban los 1.000 Dinares y conseguimos
los 500€.
Ya sí, todo estaba en su sitio; al ir a facturar, más
sorpresas, nos encontramos con Jose, que claro, se sorprendió al vernos porque
sabía que volábamos de vuelta más tarde que él.
Llegamos a Madrid, 24 horas más tarde de haber tomado la
decisión de cambiar el vuelo y comenzar la infinidad de tramites para
conseguirlo. Nos parecía increíble.
Sólo nos quedaba una última cosa, tras coger la mochila
(esta vez llegó) teníamos 30 minutos para coger el bus a Bilbao. Si no,
debíamos esperar hasta el día siguiente, y tal y como estaba María, no
queríamos que se diese esa situación.
Estaba convencido que no llegaríamos, el bus hasta la
estación tardaba unos 25 minutos… pero llegó a tiempo para colarme de toda la
cola comprar el billete y subirnos al bus. Jose nos acompañó todo el tiempo, y
aquí nos despedimos definitivamente.
Mi padre vino a recogernos a Bilbao y esa misma noche
llegamos a casa, aún no podíamos creerlo. La alergia de María fue
desapareciendo, y nunca supimos que fue. Creímos importante regresar por el
embarazo e hicimos bien en hacerlo
Como dije, esto fue hace ya mas de 6 meses, con lo cual
ahora mismo estamos en el octavo mes de embarazo, y si todo sigue bien, a
primeros de Julio nacerá nuestra pequeña IRIS. “Donde andan estos” dejará de
ser cosa de dos, para comenzar nuevas aventuras viajeras de tres, esperamos que
sean muchas y que estéis ahí para leerlas.
Hay muchos proyectos en la cabeza, muchas ideas de visitar
lugares e incluso repetir otros; el cuando, no lo sabemos y el cómo, tendremos
que ir viéndolo al viajar con la pequeña Iris. De momento lo importante es que ella llegue bien a este mundo.
Muy buen blog, la verdad que el viaje que comentan en este post, parece de ensueño, espero poder realizarlo en algún momento.
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