26 febrero 2008

LOS NUBA

Obtener la visa de Etiopia fue muy fácil, lo dejamos listo en el mismo día; pero siempre pasa algo; el visado es por dos meses pues su vigencia empieza al obtenerlo, pero a Johann le pusieron por un mes. Después de mucho discutir, le corrigieron las fechas a bolígrafo, haciéndole una chapuza que le costará un disgusto en el país vecino.
Aprovechamos nuestros últimos momentos en la capital para ver el gigantesco mercado de Omdurman, y pasear por el centro de Jartum.



Queremos visitar las montañas de Nuba, donde se encuentran 99 tribus diferentes, pero no es fácil para unos viajeros como nosotros; se precisa de una serie de permisos especiales, y es muy caro; así que no nos queda otra que arriesgarnos…
Primero debemos tomar un bus para salir de Jartum, pues esto ya no es como Europa que se puede salir de la ciudad para hacer dedo; y así entramos en la provincia de Kordofan, siendo nuestra primera parada Kosti.
La estación de autobuses estaba realmente bien, tanto, que tuvimos que pagar un pound solo por entrar; después quisieron sacar más de nosotros por meter la mochilas debajo del bus, pero ya no cuela… Unos kilómetros antes de llegar al pueblo se estropeó el motor, tuvimos que esperar unas 2 horas hasta que lo arreglaron; para las chicas vendedoras fue una gran suerte, para aprovechar y sacarse algo…



Y seguido comenzaron los problemas con la corrupta policía de este país. Nuestro visado sudanés tiene escrita la duración de validez para poder usar dicho visado, algo que ya no es necesario pues estamos dentro del país; la policía como no tiene ni idea, creen que nuestro visado ya esta caducado y no hacen más que ponernos pegas a todo; antes de llegar a Kosti tuvimos un segundo control, y más de lo mismo.
Volvemos a la vida del desierto, con calles de tierra, polvo por todas partes en unas calles desoladoras llenas de basura y donde la gente observa todos nuestros movimientos; por aquí no pasan muchos forasteros…
El hotel es del estilo de siempre, pero con cuatro paredes; lo cual incluye una variada fauna como grillos, saltamontes, hormigas, arañas…; las cucarachas no son muy grandes, pero las del baño alcanzan tamaños extraordinarios. Eso, por no hablar del vertedero que tenemos en la puerta del hotel…



Tenemos un bonito mercado de frutas muy cerca, y la gente como siempre es muy simpática, les encanta que les hagan fotos, y lo piden continuamente; aunque siempre hay dos amargados, como unos hombres que no nos dejaron hacer una foto de los saltamontes fritos.

A pesar de las vueltas que nos hizo dar la policía; la mañana siguiente de llegar tuvimos que registrarnos de nuevo; el teatro fue tal que no podíamos creerlo, pero en estos casos lo mejor es meterse de lleno en el papel. Nos exigían no se qué documento, y le dimos el permiso que teníamos de fotografía, claro nos pedían los otros dos documentos de María y Johann, en ese momento se me ocurrió decir que el papel mío tenía tres estampas que representaba a cada uno de nosotros; lo mejor, o más triste es que con eso afirmaron con un largo: ahhhhhh, ok, ok. Realmente no tienen ni idea de nada! y se les puede engañar con una facilidad tremenda.

En el centro de la ciudad nos dijeron en dos ocasiones que si éramos espías, están obsesionados con eso; tomamos una foto donde había un vertedero de basura en la calle y un hombre vino gritando; creen que después vamos a ir enseñando las fotos, publicándolas en alguna revista, y hablando mal del país.
Volviendo al hotel, es curioso como se ha esparcido en la calle quiénes somos y de dónde venimos, llamándonos la gente a gritos por nuestros nombres.

Buscamos la carretera principal, y mantuvimos nuestra idea de hacer autostop los tres; y funcionó rápido! El coche era un jeep enorme de lunas tintadas, pero antes de aceptar llevarnos, tuvimos que enseñarle el pasaporte y nuestro documento, que ya se ha convertido en “comodín” para sacarnos de complicadas situaciones.
No anduvimos ni 200 metros y tuvimos que regresar al pueblo por la gran holgura que tenía la dirección; ya empezaba mal la cosa…pues esa reparación extra la utilizaron al llegar a El Obeid como excusa para pedirnos un montón de dinero. No querían darnos las mochilas, pero tres personas gritando y negándose a pagar…hacen mucha fuerza. Aún así tuvimos que ir a la policía a declarar lo ocurrido: hicimos autostop y cuando se hace dedo siempre es gratuito. No hubo más vuelta de hoja, el jefe nos dio la razón.
De todas formas pasamos unas 2 horas más en la policía en un teatro aún mayor que en Kosti. El documento comodín no fue muy valido a pesar de explicarle un montón de sartenadas que se nos iban ocurriendo sobre la marcha; el policía nos empezó a interrogar por separado, haciéndonos enseñarle TODAS las fotos de la cámara.
Todo esto nos dejó desconcertados, si para esta zona no se precisa permiso…¿cómo será en las montañas?, que es obligatorio…
Visto lo fácil que es engañarles, nos pusimos manos a la obra a falsificar los documentos de permiso de entrada, y a hacer copias de ellos con nuestro pasaporte y visado; y sin pensarlo más cogimos el bus hasta Dilling; y de aquí otro más hasta Kadugli, siendo éste trayecto el más duro e infernal de nuestros 11 meses de viaje.
La altura de la carga del bus era tal, que en muchas ocasiones parecía que volcaba; dentro fue muy duro por los baches, pero la gente que llevábamos en el techo, tenían que tener las manos de agarrarse…



Fueron unas 4 horas para los 130km hasta Kadugli, donde ya de noche lo único que queríamos era descansar, pero el único hotel de la ciudad nos exigía la carta de la oficina de seguridad para poder alojarnos, y encima, como tiene el monopolio, es más caro de lo normal.
Kadugli es la base de multitud de ONG, y nos enteramos de la existencia de guest house de UN, o UNICEF…, pero resultó ser solo para el personal, nosotros debemos pagar 25$; de locos…
Unos chicos nos ayudaron llevándonos en coche para hacer el papeleo, donde llegaba nuestro momento decisivo: Arrestados, de vuelta a Jartum, o libres en Nuba.
Cuando el policía vio todas las fotocopias aquellas, se quedó impresionado; de tanto que había no sabía que mas exigirnos; todo estaba bien, y se vino al hotel con nosotros a decirle al dueño que podíamos dormir allí. El riesgo, mereció la pena…

Lo primero en Kadugli visitamos la iglesia católica, enviados por un obispo italiano que conocimos en El Obeid, y que trabaja allí hace mas de 50 años; localizamos al pastor y nos dio consejos de donde ir para ver la autentica vida de las tribus de las montañas de Nuba. Pero tenemos otro problema, el área de las montañas no está administrado por el gobierno sudanés, si no por otro “gobierno”, creado oficialmente tras la dura guerra civil que sufrió este lugar durante 21 años, el SPLM, (Sudan People Liberation Movement); debemos acudir a su oficina para pedirles otro permiso y poder entrar en las montañas. Es de locos, del tiempo que estamos en Sudán, la mitad nos la pasamos en oficinas de policía, o buscando donde están dichas oficinas…
Nos presentamos en el lugar, y de entrada fueron muy bruscos: ¿Cuál es vuestra misión en las montañas Nuba? O una frase que les encanta: ¿Quién es el líder de los tres? Pero tras eso fueron muy simpáticos, hablamos con el alto cargo, un hombre original de una de las tribus Nuba, dándonos todas las facilidades para ir, y haciéndonos todo el papeleo en el momento.

La puerta de entrada a las montañas es a través de Kurchi, una aldea a tres horas en “bus-camión”; durante todo el camino las aldeas y la gente iban cambiando, llegando a lugares tan remotos que la gente nos mira absortos por no estar acostumbrados a ver extranjeros; lo bueno es que son gente amistosa que no te molesta ni te pide nada, tan solo quieren observar y punto, y les encanta que les hagan fotos!

Saliendo de Kadugli, se terminó la electricidad y cualquier comodidad; la primera noche en Kurchi la pasamos en la “oficina de policía” del SPLM, unas casas hechas con paja, y camas de madera y cuerdas; por la noche venían las vacas a comerse la paja de las cabañas, dejándonos sin paredes! El cuarto de baño es un gran círculo con un agujero central, que cuando se va, hay que emitir algún ruido, pues no hay puerta ni nada.



Hemos llegado a Kurchi en el día indicado, cada viernes es el gran acontecimiento de la villa; un humilde pero bonito mercado donde viene gente de todas las aldeas a vender sus productos. Casi todos tienen lo mismo pero es un día especial que les saca de su dura rutina; son muy bonitos los “restaurantes” donde se sirve ful, o ades. Por otro lado las carnicerías, no tienen un mejor nombre…son autenticas carnicerías; los animales son sacrificados en el lugar y colgados en los árboles.



Tomamos como destino un poblado llamado Lumon, donde no pudimos llegar por la dificultad que implica; hay que atravesar montañas donde no hay caminos señalizados; y en muchas de ellas aún quedan minas anti-persona de cuando la guerra. Las organizaciones de ayuda han enseñado a la gente para evitar graves accidentes con estas peligrosas armas, señalizando los lugares de riesgo, y colocando carteles como éste por las aldeas.



Así que pasamos los días en la tribu de los Moros; es curioso cuando preguntas hasta donde llega la tribu, y te dicen: tres horas hacia allá, una hacia acá, y cuatro para el otro lado… En éstos días nos han vuelto a la memoria recuerdos de pasados viajes como el de Papúa Nueva Guinea; solamente el caminar entre las villas no tiene precio, la gente nos para, nos da la mano, y tratan de intercambiar unas palabras; nunca podremos olvidar sus miradas y sonrisas al vernos…



Nuestro intento de encontrar el camino a Lumon lo dimos por fallido en la villa de Abu Lelah, al intentar subir la montaña con 40ºC sobre nuestras cabezas y después de haber andado tres horas hasta aquí. Dimos la vuelta y nos quedamos en la fuente de vida de las Montañas Nuba, una de las bombas de drenaje del agua subterráneo que se encuentran repartidas en todo el territorio; desgraciadamente es tan importante, que actualmente hay enfrentamientos entre tribus por ello.
Al descansar allí, la multitud comenzó a llegar, sobre todo niños; las familias tienen hasta 18 hijos, así que niños por todas partes! Algunos vienen con sus juguetes, lo que nos hace ver una vez más esa gran diferencia con los niños de hoy día en Europa.



Conocimos de casualidad a Tucay, Esie y Lydiah, un chico y dos chicas de Kenia que trabajan aquí de profesores, y que gracias a ellos nos introdujimos más en la vida de aquí. De entrada pensamos dormir en la calle, pero nos advirtieron de los peligros que conlleva por los animales (serpientes, hienas…), y ellos mismos nos invitaron a dormir en el humilde campamento de profesores en la villa. Entre ellos y otros 4 profesores locales enseñan a 700 niños de éste área, muchos de ellos deben caminar 7km ida y otros 7km de vuelta para venir a la escuela.

Durante la noche en una de las cabañas del campamento, alguien entró diciendo que algo extraño había dentro del recinto porque los animales estaban muy nerviosos; a la mañana siguiente Johann fue el afortunado de encontrar una gran serpiente a tan solo 3 metros de nuestras camas…

Es sorprendente que tras la pasada guerra, la gente quiere aprender, y no solo niños van a estudiar, adultos también, quieren aprender inglés o cultura básica. Tuvimos la fortuna de pasar un día de clase junto a ellos, fuimos de clase en clase para hablar a los chicos sobre nosotros, dibujándoles mapas de Europa para enseñarles; y nos hacían preguntas para practicar inglés…Muchas de esas preguntas eran: como ellos algún día podrían salir de aquí y visitar nuestros países…



Este lugar es para quedarse durante mucho tiempo, pero nuestro visado de Sudán tiene fecha de caducidad; regresamos a Kurchi con los policías quienes bromeaban diciendo que ellos son policías y que nos conseguían un visado para estar más tiempo con ellos.
Tuvimos que volver a Kadugli en camión; si el viaje del que hablamos unos párrafos más atrás fue duro…, este otro viaje entra en la calificación de inhumano. Realmente fue muy desagradable, ver como este camionero se aprovecha de la necesidad de la gente para desplazarse y sacar dinero de ellos metiéndonos prácticamente unos sobre otros, en un viaje interminable donde debíamos esquivar las ramas de los arboles, escuchar los gritos y llantos de los niños y ver a la gente prácticamente vomitándose unos sobre otros; algo horrible, que no puede explicarse con palabras.



Hemos vuelto prácticamente donde empezó todo, retrocediendo camino hasta El Obeid, en otro polvoriento viaje, como siempre, en las carreteras de Sudán.

16 febrero 2008

EL DESIERTO DE NUBIA Y JARTUM

Antes de tomar el barco fuimos haciendo un pequeño grupo de viajeros; un japonés se unió a Johan y nosotros, y en la estación de tren encontramos a otro japonés, un polaco, un inglés y un escocés. El papeleo fue rápido, embarcamos a las 10:00am, y el barco partió 10 horas más tarde, en un viaje hasta Sudán que nos llevó 17 horas. La gente yacía en la cubierta y por todas partes haciéndose su hueco para dormir.


Se nos juntaron también dos peruanos, (los primeros peruanos en Wadi Halfa, aseguró el policía de la aduana…), y habría otros diez turistas más que viajaban en cabinas de primera clase; teniendo en cuenta que el barco es semanal, uno se puede hacer a la idea del turismo que hay en Sudán.
El papeleo de entrada, completó las 30 horas que tardamos de Egipto a Sudán, y por fin pisamos tierra sudanesa, donde nadie nos dijo nada de: taxi! taxi!, fuimos totalmente libres caminando por la pista de arena que nos lleva a la primera villa, Wadi Halfa.


La primera sorpresa nos la llevamos con los precios, aunque parezca mentira, Sudán es caro, y el regateo no se usa tanto como en Egipto; la comida o el agua, se paga más caro que en España, pero claro, hay que tener en cuenta que estamos en mitad de la nada.
Lo más barato que conseguimos fue una habitación sin una pared, donde entraba todo el mundo a mirarnos, y que nos salió por 5 pound, (1€=3pound sudaneses), las camas eran de cuerdas, el suelo de arena y teníamos un nido con dos pájaros incluido, además de grandes saltamontes, conocidos como, langostas.

Wadi Halfa, es sólo ciudad de paso, que nos supone un montón de dinero, pues en Sudán no solo te exigen el caro visado de 100$; a la llegada al país debes registrarte en seguridad pagando 45$ más, en un complicado proceso que detallamos a continuación: Paso nº1; estampa en una hoja que hemos rellenado con nuestros datos. Paso nº2; el alto oficial nos pone una firma en el papel, y nos exige cosas como un teléfono del hotel en el que vamos a estar en Jartum. Paso nº3; “el gran robo”, 50 pound de registro, 16 de tasas, y hasta los 86 totales, es por las carpetas y folios que nos van dando durante todo el proceso, (10$ en folios y carpetas, está muy caro el material de oficina aquí…) Paso nº4; estampa de media página en el pasaporte, y carpeta nueva con todos nuestros archivos. Paso nº5; la firma del oficial importante en dicha estampa; con lo que finalizamos tras 2 horas dando vueltas, y sin saber aún, si con eso ya hemos terminado de hacer papeles en el país.

Nos habíamos apuntado para ir en bus a Abri, pero un camionero nos ofreció ir por 5 pound, y no lo pensamos; así hicimos el pequeño grupo inicial de 2 japoneses; un escocés, (Stuart); un inglés, (Toby), Johan y nosotros.
Los sudaneses son gente muuuuy tranquila, y el tiempo no existe, no sirve para nada quedar a una hora; luego, puede significar mañana, pero debemos acostumbrarnos, esto es África.
El camión partió 4 horas más tarde, 1 hora dando vueltas por las casas buscando clientes; fuimos sobre sacos de cemento en el remolque, al aire libre, y con una carga un tanto insólita; una mesita con ruedas, un cubo de una fregona, una antena parabólica, etc, etc…


El desierto negro que vimos en Egipto, ha quedado muy atrás, esto es un autentico desierto, solitario y polvoriento; la carretera es de arena y tierra, si es que se puede llamar carretera; y grandes nubes de polvo y tierra nos rodean sin opción a poder cubrirnos.
Vamos haciendo varias paradas en insólitos puestos que aparecen en mitad del desierto, así hasta cubrir los 200km en 7 duras horas de viaje; la mitad de ellas de noche; por eso al llegar a Abri, pasamos de coger un hotel y nos escaqueamos en la oscuridad hasta llegar al Nilo; Johan encontró una construcción de barro aparentemente abandonada, abrimos una ventana y nos colamos; aunque encontramos pruebas de ser algún tipo de oficina en uso, nos quedamos a dormir.
A la mañana siguiente despertamos con golpes en una de las puertas, a pesar de salir corriendo por la ventana aquel hombre nos encontró; pero aquí la gente es tan buena que el hombre nos pedía perdón porque no podíamos dormir ahí, ya que era un edificio del gobierno…

Abri no tiene mucho que ver, solamente la vida de sus habitantes, el movimiento y ver cómo funciona todo, en un lugar tan remoto. Por eso decidimos marchar éste mismo día, aunque no sabíamos lo que nos esperaba… Todo es tan caro que estuvimos la mañana entera buscando la manera más económica de salir de la villa, pero sin saber que hasta dentro de dos días no hay transporte, ni público ni privado. Un hombre nos dijo que estaba viniendo un camión de Wadi Halfa, pero podría ser que estaba viniendo dentro de varios días, quien sabe…Aquí la gente es una pasada!, por la calle no nos dicen nada, solo saludan, y si entablas conversación con alguien, nos invitan a tomar té.
Otra cosa que nos ha sorprendido es que la gente vive bien, y no podemos comprender como pueden pagar tan altos precios por la comida; y el agua embotellada es imposible de lo caro que es; debemos tomar agua marrón del Nilo purificada con pastillas.

Atrapados en Abri, hablamos con un barquero para cruzar al otro lado del río; nos llevó a ver cocodrilos y desembarcó en la orilla oeste, donde se extiende el gigantesco desierto; lo único que hay aquí son piedras, huesos y cientos de kilómetros de arena, un lugar imposible para la vida.


Cuando ya habíamos aceptado que debíamos esperar los dos días completos hasta el siguiente bus, apareció un tío que marchaba para Kerma, aceptamos el caro precio de 20 pound, pero no sabemos cómo, se fue regateando él sólo hasta el precio de 12,5.
Las pistas son aún peores que el primer tramo, la mayor parte son de arena con grandes desniveles, el resto piedras; parecía que el pick up se iba a desmontar; pero es más bonita esta parte, donde vamos muy cerca del Nilo, viendo siempre las palmeras, plantaciones y las casas de la gente; tan solo unos 100 metros a cada lado del río; el resto está totalmente muerto.


De nuevo llegamos de noche tras 6 horas de viaje, y unos 150 km; cogimos un hotel compartido con gente local, y cenamos una de las pocas cosas que hay, ful, que son alubias negras; este plato es algo típico en los países árabes, y lo llevamos comiendo desde Siria.
En Kerma, hay restos arqueológicos del nuevo imperio egipcio, pero se pasan mucho cobrando entradas; nada más que 10$ por ver cosas que ya tenemos muy vistas. Como no quisimos entrar, al final nos rebajaron el precio, y finalmente nos dijeron que gratis, pero no se ponían de acuerdo entre ellos, así que mejor lo dejamos.
Aquí nos separamos; a uno de los japoneses lo perdimos en Abri, y ahora Stuart, Toby y Yuya, se quedan en Kerma; Johann se viene con nosotros hasta Dongola, donde encontramos la mitad del camino con asfalto, y tras cruzar el Nilo en un transbordador, vemos un pueblo diferente, más vida, tiendas, dos pares de calzadas con asfalto, y hasta internet!


Para poder coger un hotel, nos exigen un absurdo papel de la oficina de seguridad, tuvimos que andar unos 2km, para decir a un policía, “estamos aquí”, que nos diese un papel, y poder quedarnos en la ciudad.
En Dongola no hay mucho más que en las otras villas, pero al salir un poco fuera del pueblo, hay una vida muy humilde y diferente, los niños nos miran con recelo, y sacar la cámara de fotos es como sacar una pistola, ¡todos echan a correr!, hasta que van cogiendo confianza…sale la madre…son una gente encantadora… En Dongola en dos ocasiones nos han parado por la calle para llevarnos a tomar té, a comer y lo que haga falta.


Cuando cruzamos el Nilo de nuevo para seguir ruta, nos dicen que el bus de Karima son 20 pound; no podemos seguir este ritmo de buses, se nos dispara el presupuesto; los tres estuvimos de acuerdo en hacer autostop y salimos a la carretera.


Al principio no fue muy alentador, solo pasaba algún camello o burro de vez en cuando, pero…alguien tenía que ir a Karima, y así fue, un hombre nos llevó medio camino, dejándonos en mitad del desierto, pero no hubo problema el siguiente coche nos llevó hasta Karima, donde tuvimos que hacer el mismo proceso de registro en la policía, para quedarnos en un hotel del estilo de Wadi Halfa, sin una pared, pero un poco más barato, sólo 4 pound.


De nuevo se pasan un montón con los precios para visitar cosas, encima que no hay turistas, y quieren sablear a los pocos que vienen con otros 10$ que no pagamos. Pero al día siguiente hicimos otra intentona; la de la mañana fue fallida por una tormenta de arena que nos dejó completamente marrones, y masticando arena, por suerte siempre hay un alma caritativa en este país, que nos metió rápido en su humilde casa a tomar un té.


El intento de por la tarde tuvo más éxito, a pesar que dimos un enorme rodeo, accedimos a las curiosas pirámides por otro lado, sin pagar nada; y de aquí ya nos movimos libremente subiendo a la montaña Jebel Barkal. Desde arriba se diferencia perfectamente la vegetación del Nilo, la pequeña villa y el inmenso desierto ocupando el resto del panorama.

Con lo que nos quedamos hasta ahora de Sudán es con su gente, caminar por las villas, intentar comunicarnos con ellos, observar cómo viven; ver lo felices que son compartiendo un momento con nosotros, estas son unas pocas de esas personas:


Debido al gran éxito del autostop los pasados días, pensamos viajar igualmente hasta Atbara; al principio todo muy bien, algún pick up, un coche, camiones…


Pero debemos aceptarlo…estamos en pleno desierto y el trafico es mínimo, en algún momento nos teníamos quedar colgados, y fue en el cruce que nos llevaba directos a Atbara. No nos quedó otra que cambiar planes e irnos directamente a Jartum, pero ni autostop ni buses; finalmente tuvimos que pagar un poco por llegar hasta un cruce, donde está la carretera del desierto directa hasta la capital. Como los autobuses van casi llenos, tuvimos un margen muy amplio para regatear, sacando las plazas de bus a menos de la mitad de precio que los sudaneses!
Llegar a una gran ciudad de noche es complicado; pero mucho más, si hace un mes que no vemos una gran urbe, y encima esa urbe es JARTUM.
En la capital sudanesa se unen tres ciudades separadas por la confluencia del Nilo Azul y el Nilo Blanco; la más grande de ellas es donde llegamos con el bus, Ondurman, y de aquí nos movimos al edificio de Naciones Unidas de Jartum donde nos espera Ismini de CS, que trabaja en dicho lugar.

Nuestro primer objetivo en la ciudad es conseguir la visa de Etiopia, el primer intento siempre es fallido, y como fue un jueves, debemos esperar hasta el domingo, (primer día laborable)
Jartum es diferente, esperábamos una ciudad pobre, destruida y caótica; no es que sea todo lo contrario, pero en general la ciudad es “moderna” , con nuevos edificios y un relativo buen sistema de “buses”

El problema de aquí es que, el turismo es tan escaso que somos gente sospechosa para la policía, suena a “película”, pero para ellos podemos ser espías; hemos tenido que hacer un permiso (gratuito), para tomar fotos, porque en teoría no está permitido hacer fotos, mismamente en cualquier lugar en la calle. Casualmente aparecimos en la oficina de registro, para pedir información, y la corrupta policía nos dijo que debíamos registrarnos de nuevo, pagando una pequeña tasa y llevando a un ciudadano sudanés que se haga responsable de nosotros, por supuesto que no pagamos un dólar más.

Encontramos el interesante museo etnográfico, con objetos de las diferentes tribus del país; valiosas reliquias como estos tótem de madera.


Hemos tenido la fortuna de pasar aquí el día santo en el islam, (viernes), nos acercamos a la ciudad del otro lado del Nilo, Omdurman; donde cada viernes hay un espectáculo de derviches, en un cementerio. Un religioso ritual dedicado a Hamad al-Nil, que se prolongó durante horas, con bailes, cantos, música…y al final con la puesta de sol, los rezos correspondientes.