25 diciembre 2009

LAOS

La llegada a Camboya no pudo ser peor, después nos dimos cuenta que el país es increíble y con gente encantadora; pero desgraciadamente nos dejó un mal sabor de boca debido a los corruptos policías de la frontera.
Desde Ratanakiri tomamos un bus hasta Stung Treng y de aquí otro bus hasta la frontera; todo contratado desde Ben Lung, realmente no hay otra forma de hacerlo, si uno quiere intentar hacerlo por su cuenta se va a gastar más dinero y eso suponiendo que se encuentre transporte.
Íbamos un pequeño grupo, los primeros pagaron sin reparo el dólar que el policía les pedía al estamparles el sello de salida. El valor de un dólar no es NADA, lo sabemos, pero odiamos esta forma de aprovecharse la policía para sacar un extra, que al final es una gran cantidad de dinero. Nosotros y otra chica nos negamos a pagar; el policía no insistió mucho y nos fue dejando pasar a regañadientes y pidiendo siempre el dinero a cada uno de nosotros; al llegar María el policía ya estaba tan enfadado que incluso la gritó y la agarró de un brazo, como premio María se llevó la estampa en mitad de una hoja nueva del pasaporte. Al llegar mi turno pasó exactamente lo mismo, me negué a pagar, y luego lo pedí que me colocara la estampa junto a la de entrada de Camboya y así ir completando páginas, (sabía que no lo haría), el policía buscó minuciosamente dos páginas juntas en blanco en mi pasaporte para plantarme la estampa en mitad, como se puede ser tan mala persona.
Adiós Camboya y hola Laos; además de la visa que ya tenemos, casualmente necesitamos pagar otro dólar; educadamente pedí al policía un recibo con su número de identificación y su nombre; éste se lo tenía mejor montado porque tenía unos tickets de algo escrito en lao que no entendíamos. Yo cansado de discusiones pensé que sería más inteligente pagar el dichoso dólar en vez de recibir otra estampa en mitad de otra página, obligándome de esta forma a tener que renovar el pasaporte por falta de espacio antes de llegar a Australia; así que pagamos y continuamos.


El mismo ticket que compramos en Ben Lung por menos de 10€ incluye también un autobús que nos lleva los primeros kilómetros en Laos, hasta Ban Nakasang y el bote que se toma en el puerto de este pequeño y tranquilo pueblo, hasta el corazón de Si Phan Don traducido como “4.000 islas”


En la época húmeda el río Mekong alcanza aquí su máxima anchura, 14km; y en la época seca (en la que nos encontramos ahora), al bajar el nivel del agua aparecen cientos de islotes que componen un paisaje maravilloso.

Hay varias islas que se han adaptado al turismo y nosotros fuimos a una de ellas llamada Don Det; donde hay montones de restaurantes, agencias y bungalows baratos donde dormir; a pesar de toda esta adaptación para el turismo, Don Det es un lugar tranquilo, muuuuy tranquilo. La oferta de sitios para dormir es tan amplia que estuvimos dando unas cuantas vueltas, y absolutamente nadie nos dijo de ir a su bungalow; los laosianos nos dan una primera impresión buena, simpáticos, pero muy muy tranquilos y a lo suyo, incluso el habitual regateo para el alojamiento era absurdo pues el hombre sólo mantenía una suave sonrisa y no decía nada… De todas formas al final terminamos con nuestro par de bungalows frente a la orilla oeste de Don Det donde disfrutamos cada día de unas puestas de sol espectaculares como ésta.



Pasamos por allí cuatro días de un relax absoluto, de la cama a la hamaca, de la hamaca a comer algo y vuelta… A excepción de un día que fuimos a conocer la isla de Don Det (donde estamos) y la de Don Khon.



La época seca en la que nos encontramos nos proporciona unos días soleados y espectacularmente limpios, lo cual hace un paisaje más bonito y perfecto para fotografías.

El lado este, o “Sunrise Boulevard” está lleno de bungalows de todas las clases, e igualmente turistas de todo tipo, aunque abunda mucha juventud que viene a pasarlo bien pues el consumo de drogas blandas está muy extendido; además en casi cualquier restaurante, por un poco más de dinero puedes pedir tu plato o bebida “happy” (feliz), a la cual la añaden marihuana, setas, opio…depende de cuánto extra se pague.



Un puente une la isla de Don Det con Don Khon, lugar donde se pueden ver los raíles de una antigua y pequeña línea ferroviaria que los franceses construyeron durante la época colonial; al otro lado en Don Khon se conserva incluso la locomotora.

De camino a unas cascadas próximas, pasamos por un templo budista khmer, sin mucha actividad pero muy bonito debido a toda la vegetación que lo rodea.



A pesar de haber visto muchas cataratas, las de Li Phi nos sorprendieron pues aunque no sean altas, el agua corre por diferentes rápidos y pequeños saltos hasta el definitivo salto más grande que lleva el agua a gran rapidez por un pequeño cañón.



Volviendo a tierra firme, tomamos un bus hasta la localidad de Pakse, a un par de horas al norte, también a orillas del Mekong; básicamente es una parada para no darnos palizas de un montón de horas en autobús, y ya de paso conocemos un poco una de las típicas ciudades coloniales francesas donde aún queda un claro legado.


A parte de un par de templos, y el paseo a orillas del Mekong, no hay mucho más que hacer. El mercado es bastante animado, se venden muchas ranas, y noodles con todos los ingredientes para hacer el “Pho” vietnamita.



También vimos a los hombres jugar al más popular de los juegos laosianos, la ”Petanca”.


Las caras de la gente cambian de nuevo; ya no son tan morenos y con la nariz aplastada como los camboyanos; tienen más influencia vietnamita, piel más clara y ojos más rasgados. En general vemos bastante influencia del país vecino, quizá debido a las migraciones cuando la guerra.

En Pakse celebramos algo muy especial; fue nuestro día de viaje número 1.000, la excusa perfecta para darnos una buena comida de pescado en un restaurante flotante en las orillas del río Mekong.
Tras 1.000 días de viaje hemos recorrido un total de alrededor de 107.000km a través de 43 países; con un total de gastos de 10.135€, lo cual equivale a vivir con 5,07€ por persona al día; bastante por debajo de lo esperado y manteniendo la media de gastos que llevamos desde hace al menos año y medio.



Seguimos viajando en dirección norte; nos dirigimos a Tha Khaek en un bus local, el cual nos dijeron que tardaría unas seis o siete horas; el destartalado bus paraba continuamente, y por mucho tiempo cada vez, la mayoría de las veces no entendíamos porque nos deteníamos, fue un viaje bastante locura pero interesante porque cada vez que parábamos se llenaba el bus de vendedoras de comida que venían con pollos fritos abiertos enganchados en un palo, brochetas de huevo y otras cosas extrañas.


El viaje se demoró hasta las 11 horas ni más ni menos; en Tha Khaek no nos dio más tiempo que lo justo para encontrar un sitio para pasar la noche y comer algo. Notamos una fuerte bajada de temperatura que nos pilló por sorpresa; comienzo de futuros resfriados…

Al día siguiente dejamos Tha Khaek, (a orillas del Mekong) para adentrarnos un poco en las montañas del centro de Laos. Laos está atravesado por una buena carretera norte-sur, paralela al Mekong; pero al salirse de esa ruta, las carreteras y los medios de transporte disminuyen en calidad y frecuencia. Desde aquí tomamos un bus (si se puede llamar así) hasta la localidad de Ban Na Hin; el bus realmente es un camión en el cual han adaptado tres bancos a la larga en la caja del mismo, y una cubierta para protegerse de la lluvia; durante el viaje uno se debe abrigar mucho pues entra aire por todas partes. A parte de pasajeros el camión es cargado a tope de sacos, cajas, y hasta peces vivos.


Ban Na Hin, es un pequeño pueblo situado entre montañas kársticas; aquí tomamos otro “bus” exactamente igual que el anterior pero mucho más pequeño y más sobrecargado de gente, que nos lleva hasta la pequeña villa de Ban Kon Lo, en el final de la carretera que pasa a través de un valle entre altas montañas kársticas.


Al llegar a Ban Kon Lo, encontramos una villa perdida en el mapa, con casas de mimbre trenzado o madera y gente extremadamente simpática que nos saludan con un amplio “¡¡SABA DI!! (Hola en laosiano).



Dimos una vuelta entre las casas e hicimos el símbolo de dormir a alguna persona, con la esperanza de encontrar alojamiento en alguna casa local; tuvimos suerte, unas mujeres nos guiaron hasta una casa y una chica nos recibió; el problema es que la chica no hablaba nada de inglés; no hacía más que reírse, incluso se tiraba por el suelo riendo. Al rato llegó un chico, que aunque tampoco hablaba inglés se ayudó con un bolígrafo para decirnos que el precio por estar es de 50.000 kip por persona (3,8€); incluyendo el desayuno y cena.

Para terminar con el agotador día fuimos a una tienda del pueblo a tomar algo; se debió correr la voz de que estábamos allí porque la tienda se llenó de niños que venían a fisgar; unos niños encantadores, igual que toda la gente de la maravillosa Ban Kon Lo.



En la casa nos dieron para cenar la autentica comida laosiana, lo que ellos mismos comen; lo cual consiste básicamente en sopa con un poco de pollo y arroz cocido; aparte algo típico, típico de Laos, el arroz glutinoso; un arroz muy pegajoso que se hace al vapor y se come de una cesta de mimbre haciendo una bola con la mano y untándola en una salsa con cilantro.


En la noche conocimos al cabeza de familia, un hombre de 65 años que le faltaba un ojo y tenía la cara un poco deformada; tristemente nos contaba que esto le ocurrió cuando tenía 29 años, durante los bombardeos secretos de Estados Unidos en Laos.
Laos ostenta el “titulo” de país más bombardeado de la historia; durante la guerra de Vietnam, la Ruta de Ho Chi Minh de la cual ya hablamos en Vietnam, también pasaba por Laos; así pues los norteamericanos bombardearon este país con más de dos millones de toneladas de bombas durante nueve años, dejando un número de muertos desconocido; y hoy día sigue habiendo muertes y mutilaciones debido a todo el material que no explotó y que se encuentra entre los arrozales, campos…

La noche terminó muy curiosa, pues una de las chicas de la casa nos decía que en la casa de al lado estaba naciendo un bebé, y que los hombres estaban jugando a las cartas… nos invitaron a ir y aceptamos. Encontramos la mujer que recién había dado a luz, en un estado horrible lógicamente, seria y con la mirada perdida, mientras el resto de invitados jugaban a las cartas entre un gran jolgorio con apuestas y todo. Lo que pudimos deducir, aunque no con seguridad, es que cuando se da a luz a un bebé, los hombres se reúnen para echar la partida… algo así trataba de decirnos la chica de la casa.

La experiencia de la vida en la villa es única, pero lo que nos trajo aquí es la Cueva de Kon Lo, un increíble lugar descubierto a finales de los ’90; una cueva de grandes dimensiones por la que se cuela un río que fluye por dentro 7,5km hasta el otro extremo.



Compartimos canoas con otros chicos para reducir costes, y poco a poco nos adentramos en la oscuridad de Kon Lo, dejando detrás un paisaje kárstico increíble, cubierto de vegetación, y una espectacular entrada a la cueva llena de estalactitas bajando del techo.


Recorrimos los 7,5km en una canoa-motor; el río (de bajo caudal) en ocasiones hace pequeños saltos y debemos bajarnos para caminar por él, hasta encontrar de nuevo profundidad suficiente para continuar navegando.
Los chicos de las canoas nos llevaron a un lugar que tienen protegido, donde se encuentran unas espectaculares estalactitas y estalagmitas, para acceder se debe caminar por unas grandes rocas hacia arriba; también había extraños insectos como ciempiés de patas larguísimas, o un tipo de grillo rarísimo.



Tras una hora en la oscuridad, el otro extremo de la cueva nos sorprende con un gran fogonazo de luz, que nos lleva a un bello paisaje kárstico.



El regreso fue algo más rápido, pero no menos emocionante, sin duda una cueva de las dimensiones de Kon Lo impresiona de verdad, en ocasiones alcanza los 100 metros de anchura y parecido de altura.

De nuevo en la villa, disfrutamos de la compañía de sus habitantes, antes de volver a la casa donde la familia hizo para nosotros la ceremonia “Baci” la cual se realiza para tener unidos y en armonía los 32 espíritus que ellos creen que llevamos dentro; se suele realizar cuando un familiar o amigo parte de viaje, se casa… Al día siguiente nosotros dejábamos Ban Kon Lo.

Para la ceremonia trajeron un objeto cónico de madera con flores, sentándonos alrededor de él; primero el cabeza de familia nos colocó a cada uno una tela hecha a mano por ellos, y luego nos pusieron en la mano derecha un huevo cocido y una bola de arroz glutinoso; diferentes miembros de la familia nos colocaron unos cordeles en la muñeca al tiempo que recitaban un mantra, para que salga lo malo de nosotros, y que entre lo bueno en nosotros; los cordeles colocados se deben quitar en tres días desenroscándolos, pero no cortándolos.