27 noviembre 2008

TE DE CEYLAN

Kandy es la ciudad más importante del país fuera de la franja costera oeste; es una ciudad, pero seguimos sintiendo esa tranquilidad de Sri Lanka, es como si fuese un pueblo grande. Tuvimos la gran suerte de ser alojados por Buddhi, un chico de CS que vive fuera de Kandy, en una villa llamada Bollegoda en mitad de la jungla.
La casa donde vive es muy bonita, ubicada en un autentico paraíso donde recogen todo tipo de frutas conocidas y desconocidas para nosotros; entre las desconocidas, el “jackfruit”, (no se la traducción en español), una gran fruta rugosa y deforme que puede alcanzar un tamaño superior al de una sandía y que se da en unos altos árboles; el sabor es como el de la piña pero es todo carne, muy denso. Tienen frutas que se colectan, no de las ramas de los arboles, si no del mismo tronco, así como un tipo de hongo. Otra cosa típica de aquí es una miel que no es de panal, la extraen de la resina de un árbol; también vimos árboles de especias, como el clavo o la nuez moscada; aparte de esto nombrado tienen infinidad de ellos más.


Ya hemos visto desde el principio que la gente aquí es diferente a India, pero es que realmente es muy diferente, sobre todo uno lo nota al hablar con las personas quienes son mucho más abiertas, puedes tratar cualquier tema, pues tienen un nivel de estudios alto, y la mayoría habla muy buen inglés. Concretamente en la familia de Buddhi, su padre nos dio unas buenas lecciones sobre el budismo, el cual considera una filosofía y no una religión. Con sus casi 70años, es una de esas personas que cuando terminan de decirte algo te dejan pensando dando vueltas al asunto…

Fueron una familia muy hospitalaria con nosotros, cada día nos daban de comer la comida tradicional la cual debíamos comer con la mano como ellos; arroz cocido con las verduras y el dhal, con alguna otra combinación. La comida no es una maravilla, ellos lo saben, pero afirman que en Sri Lanka no se disfruta la comida, simplemente se come para sobrevivir, esto no quiere decir que se pase hambre, en general en Sri Lanka, la gente vive bastante bien; comida hay de sobra.

El vecino de Buddhi, Buddhika nos llevó a comer a su casa también; su madre estaba muy feliz de tener huéspedes, uno siente cuando te lo están dando todo de corazón. Buddhika nos llevó a recorrer diferentes villas de la zona, viendo a las mujeres plantando el arroz mientras entonan canticos que hablan sobre el trabajo, para que no les sea muy duro. Estas mujeres no son trabajadoras asalariadas, ni la propiedad es de otra persona, son campos de las diferentes familias de la villas y todas ellas se ayudan.
Igualmente con una carretera que pasa cerca de la casa de Buddhi, el gobierno les da los materiales necesarios y entre todos los vecinos, construyen la carretera.


En Kandy paramos por el mercado de frutas y especias con vendedores persistentes pero simpáticos que nos abrían frutas para nosotros hasta que teníamos que decir: ¡para, para! En la primera foto se ve la “jackfruit” a la derecha del hombre, y el otro posee un gran carro con lichis.


En el centro de Kandy se halla un gran lago, no solo bonito y bien cuidado, también lleno de variada fauna; diferentes tipos de aves, tortugas, monitores de agua…


Aquí sí que está el verdadero diente de Buda, en un gran templo; pero decidimos no pagar más entradas, se pasan mucho con los precios, de todas formas el diente lo tienen oculto y no se puede ver. Este día coincidió que venía el presidente y había un gran revuelo en la ciudad, concretamente en dicho templo; según Buddhi, es un buen motivo para estar alejado de él, porque con la situación actual puede que el LTTE se revele poniendo alguna bomba suicida, como ya hizo en el pasado.

Un momento muy bueno fue cuando ascendimos una pequeña colina para ver un gran Buda; de nuevo cobraban entrada que no pagamos, lo que hice fue entrar por detrás gratis pero un niño monje se chivó de mi y tuve que salir rápido. Al volver a la entrada encontré a María hablando con una pareja de Suiza; Olivier y Paloma; ella es de origen español, una pareja encantadora, quienes hace 20 años hicieron un gran viaje de 23 meses por el mundo, unos tiempos muy diferentes a ahora, en los que viajar sí que era una grandísima aventura, sin apenas comunicación con “el mundo real”
Como teníamos planes similares en los próximos días decidimos encontrarnos para hacer la marcha al Pico Adam juntos; una de las montañas más altas de Sri Lanka, y la más sagrada de todas.


El trayecto hasta Hatton fue una locura, los conductores de autobuses están más locos que India, y da miedo de verdad, más aún cuando nos estamos adentrando en la zona montañosa del país y la carretera serpentea por altos valles. El paisaje cambia ligeramente, de las palmeras y cocoteros a los cultivos de té que cubren todas las colinas en todas direcciones. El té de Sri Lanka es conocido mundialmente, de la mejor calidad del mercado; quizá más conocido como té de de Ceylán, antiguo nombre del país que pusieron los portugueses en el siglo XVI (Ceilao), y que cambió ligeramente durante las siguientes ocupaciones de holandeses y finalmente británicos, antes de pasar a llamarse Sri Lanka (tierra prospera o resplandeciente), en 1972.

Seguido de Hatton tiramos hasta la villa de montaña Dalhousie, situada a pies del pico Adam (2.243 metros) Dicha villa está construida para recibir a los peregrinos en la estación alta (de Diciembre a Mayo) y consiste en un puñado de hoteles y alguna tienda.
El autobús nos paró en el hotel de turistas, donde una gente nos intentaba convencer de quedarnos ahí puesto que hotel que buscamos para encontrarnos con Paloma y Olivier no existe; pero no los creímos y seguimos en su busca. Más adelante otros hoteles nos decían que ya eran el último del pueblo que no existía un tal “Green House”; pero seguimos hasta el final, justo cuando a empezó a llover con gran fuerza; encontramos la “Green House”; empapados de agua, pero la encontramos. Fue una alegría ver a Paloma y Olivier quienes aguardaban nuestra llegada.

El clima a cambiado por completo, hace un poco de frio, estamos envueltos en niebla, y por primera vez desde el norte de Sudan tenemos que sacar las cazadoras.

Esta encantadora pareja suiza, tuvo un gran detalle al invitarnos a cenar en la casa de huéspedes, fue una gran noche en la que tuvimos muchas experiencias que intercambiar de su pasado viaje y el nuestro; la categoría de la cena también fue bastante superior de la comida que hemos probado desde que hemos llegado al país.


La mañana siguiente quedamos a las 2:30 de la madrugada; antes de partir nos aplicamos una pomada anti-sanguijuelas que nos dejó la mujer del hotel; para unos funcionó, en mi caso…recibí cinco picaduras de los chupasangre. No tiene ningún peligro de nada, lo único que cuando muerden se deben de quemar para que salgan por si solas; y el bicho, al aplicar un anticoagulante para que la sangre fluya, hace que se sangre un buen rato.


A pesar de la lluvia, cogimos las linternas y comenzamos la marcha, junto a otra chica alemana, y una pareja checa; el camino es muy parecido al de otros “peregrinajes” que hicimos en India, con escalones todo el tiempo, (5.200) En tres horas llegamos a la cumbre, en una marcha que se hizo amena y rápida por el grupillo que hicimos, sólo nos detuvimos en alguna ocasión para quitar las sanguijuelas.


Al llegar a la cumbre, lo alto de la montaña quedó despejado, cayendo las nubes abajo; aunque de todas formas estaba nublado y no pudimos ver el amanecer, tuvimos unas bonitas vistas del mar de nubes bajo nosotros.
Y… ¿por qué es sagrada esta montaña?, resulta que en la cumbre guardan bien bajo llave una marca que dicen ser una pisada de Buda; aunque otros discrepan diciendo que es de Adam, Shiva… El caso es que tampoco pudimos verla, porque el cuidador del lugar dijo que era temporada baja y que no se abría…


Una vez de vuelta nos esperaba un enorme desayuno, también gentileza de Paloma y Olivier; té, rollitos de coco, tostadas, fruta y diferentes tipos de panes. Aunque haya sido corto, fue difícil despedirse de esta simpática pareja, quienes seguían su viaje hacia el centro del país. Nosotros nos quedamos una día más para descansar y disfrutar del buen ambiente del pueblo y la casa donde nos alojamos.


El día que dejamos Dalhousie fue muy largo y cansado, al no haber buenas conexiones de buses hacia nuestro destino, tuvimos que tomar cinco autobuses para 150km tardando casi 9 horas. Todo ello carretera de montaña con pueblos muy bonitos de camino como Nuwara Eliya situado a 1.900 metros de altitud, y con la montaña más alta de país a su lado y que no vimos por la espesa niebla; gente simpática como siempre, y por supuesto tierras cubiertas de plantaciones de té.

Ella, es un pueblo ubicado en las montañas, el lugar ideal para descubrir recónditos sitios, pero el clima nos esta condicionando como nunca nos había ocurrido, el día siguiente de llegar todo estaba cubierto de una espesa niebla que no levantó en todo el día; lo único, pero interesante, que pudimos hacer fue visitar una fábrica de té cercana.
Tienen una tarifa para turistas, pero bueno nosotros contamos un buen rollo al hombre y nos lo dejó a mitad de precio.

Dada la importancia de éste elemento, no sólo en este país sino en países que ya pasamos como los árabes, y otros que vendrán como China…vamos a dedicarle un buen apartado para ver cómo evoluciona el proceso desde que se recoge una simple hoja hasta que nos tomamos una taza de té en nuestra casa.

Comenzaremos desde el principio, la recogida de la hoja. Las hojas del té salen de un pequeño arbusto de unos 50 o 60cm de altura, estos arbustos cubren las laderas de las colinas y tienen pasillos a diferentes alturas para poder tener mejor acceso las mujeres y hombres que las recogen.


Estas personas que recogen la hoja arrancan un poco de todo, pero realmente la hoja del buen té son las puntas nuevas del arbusto, exactamente las dos últimas hojas mas la nueva que está saliendo, en la foto se puede ver más claramente. Cada parte de éste conjunto de hoja será destinado a diferentes lugares durante la selección de grano; es decir, la hoja nueva que comienza a salir irá a los países árabes mientras que la hoja superior de las dos, irá para Europa.


La calidad del té viene dada por la altitud a la que se encuentre la planta; según nos contaron esta fábrica trabaja con lo mejor, pues se encuentra en una altitud media, (alrededor de los 1.000 metros). En Nuwara Eliya están sobre los 2.000 metros, y en la zona costera es demasiado bajo.

Las fábricas de té siempre están situadas en lo alto de las colinas porque así pueden tomar el aire natural para el secado; el primer paso cuando traen las hojas a la fábrica es meterlas en unas enormes cubetas, en cada una entran 2.000Kg de hojas, que tras 12 horas secando quedará reducido a 1.000Kg. El secado influirá en la calidad del té, lógicamente lo mejor es natural, pero en días como los que estamos, en la época húmeda, deben utilizar aire caliente que sale bajo las cubetas para secarlo.


Seguido, en tandas de 200Kg vierten las hojas por unos tubos que van a la planta inferior donde una maquina las gira y enrolla para ser pasadas por otra máquina que selecciona las hojas grandes (malas) de las pequeñas (buenas). Las hojas grandes deben pasar el proceso anterior hasta cinco veces; este té será el que queda en el país, la calidad buena será para exportar.

Tras éste proceso, la hoja fermenta en 2 horas por sí misma en unas planchas metálicas (3 horas en época húmeda); aquí cambia el color de la hoja a negro, que es la calidad de té que se fabrica concretamente en ésta fábrica, té negro.

El siguiente paso es una máquina que mediante unos rodillos quita todas las impurezas de la hoja como los tallos y que después reutilizan como fertilizante.


De aquí pasamos a la selección del grano en tres diferentes medidas; la medida más pequeña pasará por otra máquina más que la reseleccionará en siete tipos de grano.
Cada medida está destinada a diferentes lugares (como comentábamos antes), una es más demandada por países árabes, otra va para Europa…


En sacos de 36Kg todo va dirigido a Colombo, (al igual que la mayoría de fabricas), donde será distribuido simplemente como “Té de Sri Lanka”


Cuando habíamos tomado la decisión de marcharnos al sur en busca de buen clima, nos amaneció una buena mañana y decidimos quedarnos para hacer una caminata hasta una montaña que la llaman el pequeño Pico Adam; desde él pudimos ver el océano Indico que se encuentra a casi 100km en línea recta; a parte de un paisaje espectacular como de costumbre en Sri Lanka.

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