07 julio 2009

VALLE DE HUNZA

¿Hay montañas más bellas que las del Karakorum? Lo dudo mucho; pero más impresionantes que las del valle de Hunza, probablemente no…

Al dejar Gilgit, la hospitalidad pakistaní nos volvió a sorprender cuando Yaqoob, el dueño del hotel Madina, nos invitó a un té de despedida (en Pakistán es muy típico el té de bienvenida), y llamó a un taxi para que nos llevase a la estación de autobús, taxi que pagó él de su bolsillo. Con estas cosas es normal que su hotel funcione y que todos los viajeros vengan aquí.

Durante el camino de cuatro horas, nos adentramos en el valle de Hunza; y mientras paramos en continuos puestos militares para registrarnos, comenzamos a ver el gran Rakaposhi (7.788 metros); a la altura de Minapin, pudimos verlo encima nuestro con el gran glaciar cayendo de él, lo malo que yendo en bus público no da tiempo a más que un rápido vistazo.


Hicimos una parada para tomar el té y entablé conversación con un carnicero que estaba en la carretera, la gente es muy maja siempre aquí. El hombre me preguntaba cuanto costaba el kilo de cordero en mi país; sorprendido cogía un trozo de cordero de 2 kilos que tenía colgado y me decía que eso lo vendería por 4€. Es muy curioso que los carniceros acostumbran a tirar las cabezas de los animales sobre el tejado de su tienda, pareciendo aquello un osario, todo lleno de cráneos y otros huesos.


Karimabad, en el corazón de Hunza, es uno de los lugares que nos ha marcado, es el ejemplo perfecto para ver la gran verticalidad del terreno, montañas tan escarpadas como no hemos visto en los últimos meses viajando por el Himalaya indio o en Nepal.
Karimabad está situado a 2.400 metros de altitud, y en tan sólo 9km en línea recta está la cumbre del pico Ultar de 7.388 metros.
Sin duda un espectáculo para la vista, aunque las montañas suelan estar cubiertas de nubes.


No sólo el valle de Hunza es diferente por sus montañas; si en Pakistán la gente es simpática y hospitalaria, aquí ya es de lo más, comenzando quizá porque son una rama diferente del Islam chií, Ismaelitas.

En el siglo VIII, hubo polémica en quién sucedería al sexto Imam (líder espiritual), los chiís siguieron con la sucesión hasta el duodécimo Imam, como ya contamos en alguna entrada de Irán; pero una nueva rama que no estaba de acuerdo nació, los Ismaelitas eligieron para sí mismos a un diferente Imam, y la sucesión se ha ido alargando a lo largo de la historia hasta la actualidad; en el presente el 49º Imam es el IV Aga Khan, quién vive en Francia. Por lo que podemos comprobar simplemente caminando en la calle, es más liberalismo, sobre todo en la mujer; al contrario de otros lugares de Pakistán que no se ven mujeres caminando en la calle, aquí se ven, y no sólo eso, muchas ni siquiera cubren su cabello. Otra cosa llamativa, pero “intocable” es la presencia de cervezas en las tiendas, pero su precio como dije, las hace intocables, 4€ una lata.

Durante el segundo día, el tiempo seguía cubriendo el macizo de Ultar, decidiendo dejar la marcha para el día siguiente; caminamos por Karimabad, el cual es un balcón con vistas magnificas del valle de Hunza; nos acercamos a la oficina postal donde nos tuvieron un rato esperando en lo que traían sellos, el cartero era un hombre de lo más peculiar con el gorro típico que hemos visto a los hombres en toda la Autopista del Karakorum, sólo que este colocaba además unas flores de adorno.


Karimabad está dominada por el fuerte de Baltit, situado justo frente a la garganta de Ultar; para acceder a él se ha de subir un empedrado camino con demasiadas tiendas para el turismo (digo demasiadas porque apenas hay extranjeros debido a los problemas de terrorismo que sufre Pakistán en otras partes del país)
A pesar del alto precio del fuerte (400 Rupias), merece la pena visitarlo; lo de estudiantes no coló, pero el hombre nos cobró sólo tres entradas.
El guarda de seguridad se merece una mención aparte debido al gran bigote que poseía, ni siquiera mi padre podía competir con semejante mostacho…


Hasta 1.974, Hunza era un estado independiente, en ésta fecha se unió al estado de Pakistán, y el resto de los siete estados del norte, tarde o temprano se unieron igualmente al actual Pakistán.
Hace más de 800 años, el mir (rey) de Hunza vivía en el fuerte de Altit, un par de kilómetros al este; sus hijos lucharon por el poder matando uno al otro; el hijo que vivió se casó con la princesa de Skardu, y la familia de ésta pagó la mayor parte de la construcción del nuevo fuerte de Baltit.

Tan sólo la primera planta data de esta época, la cual tiene vestigios tibetanos, pues en aquellos tiempos, Skardu (Baltistan), era budista. Con el precio de la entrada iba incluido un guía que nos fue explicando muy bien cada rincón del fuerte, la despensa, la prisión, la sala de deliberación de combates con el valle enemigo; la cocina con todos los instrumentos de madera y potes enormes de piedra de una sola pieza, también contaban con un hueco cercano al glaciar Ultar que por entonces pasaba por allí, y hacía de refrigerador.


La segunda planta es de la época británica, cuenta con una terraza que como siempre tiene unas vistas de cortar la respiración; luego pasamos por otras salas con fotos de los Aga Khan, de varios mir… donde el guía nos contó diferentes historias de la familia; actualmente aunque no tienen ningún poder, existen los jóvenes príncipes de Hunza, de quienes también había retratos.
En otras salas de la segunda planta tenían vidrieras muy bonitas, conservaban el primer teléfono de Hunza, y había otra cocina con los siempre bonitos muebles y cacharros de cocina.



Bajando del fuerte nos metimos por las estrechas callejuelas del pueblo de Baltit, casas hechas de piedra y barro con puertas de madera tallada muy bonitas. Los habitantes no parecían muy acostumbrados a ver extranjeros y tímidamente aceptaban alguna foto.


La mañana siguiente no era muy buena para la marcha, pero el tiempo siempre es tan inestable que decidimos salir.
Atravesando el viejo pueblo de Baltit pasamos por varios senderos y caminamos por el mismo caudal de un rio hasta llegar a uno de los muchísimos canales de agua antiguos que hay en el Karakorum; una ascensión más dura nos llevó hasta el canal más alto el cual esta excavado en la montaña vertical hacia adentro, y donde han habilitado un pequeño camino, al otro lado cae el precipicio enorme.


El canal continúa por la otra ladera de la garganta, pero nosotros seguimos recto subiendo la morrena, a la izquierda del glaciar Ultar que pronto se dejó ver entre las rocas que arrastra, haciendo extrañas formas.


En esta zona, las cabras son muy amistosas, quizá acostumbradas a que las den comida o algo, se acercan, nos siguen y se nos suben encima como si se tratase de un perro.


Tras tres horas de ascensión llegamos a Ultar Meadow, un escampado que hace de anfiteatro con montañas de 7.000 metros como gradas. Nos acercamos justo al frente del lugar más espectacular del lugar, el glaciar Ultar baja de la montaña prácticamente vertical, como si se tratara de una catarata de hielo. Lástima que las nubes no nos dejan ver las cumbres.


El frio nos terminó echando de este lugar, al encontrarnos junto al glaciar, cualquier brisa se convierte en aire helado; de repente comenzaron a caer algún copo y nos cobijamos en el refugio para comer algo.
Mientras comimos, pasó el mal tiempo, y por unos 20 minutos pudimos disfrutar de las vistas casi al completo, una gran alegría después del esfuerzo de subir los 870 metros de desnivel.


A la izquierda el pico Bubulimating, más conocido como el “Ladie’s Finger” (dedo de la dama) de 6.000 metros de altitud; y junto a él, el pico Hunza de 6.270 metros.


Se dejó ver el Ultar de 7.388 metros junto a otros compañeros de similar altitud, rugiendo incesablemente debido a las permanentes avalanchas.


Cuando descendimos, el tiempo fue mejorando imparablemente, tanto que no pude resistir volver a subir al fuerte para disfrutar de un panorama inigualable.
Comenzando desde el este, la “montaña dorada” se dejaba ver entre “colinas” de 4.000 o 5.000 metros.


Justo al sur, se ven las simétricas montañas que tienen de fondo el pico Diran (7.266 metros), y las estribaciones del Rakaposhi.


Y hacia el suroeste el mismísimo Rakaposhi (7.788 metros), con el valle alejándose al fondo.


El tiempo siguió así para dejarnos una noche inolvidable, y un recuerdo excepcional de Karimabad.


Nos desplazamos por el valle de Hunza al norte por la Autopista del Karakorum hacia la villa de Passu; seguimos atravesando lugares espectaculares, tras la villa de Gulmit, el glaciar Ghulkin llega hasta la misma carretera cubierto de barro y piedras, pero dejando ver la gran masa de hielo; a nuestra derecha bajan largos pedreros hasta el río Hunza, con profundos canales entre las montañas.
Seguido encontramos de frente el glaciar Passu, un poco más alejado pero más impresionante debido a su hielo blanco que se deja ver en su totalidad.


En Passu nos alojamos en el único hostal que hay, y rápido salimos para aprovechar el buen tiempo dando una vuelta por la villa. Fue una grandísima sorpresa lo diferente que es la gente aquí; para empezar, son descendientes de Tayikistán y las caras son muy diferentes; al ser ismaelitas, de nuevo se ven mujeres por la calle, y muchas hablan con nosotros con muy buen nivel de inglés. Vimos por fuera (no se puede ver por dentro, ni hacer fotos) la “jammad khana”, lo que sustituye a la mezquita en el ismaelismo, donde tanto hombres como mujeres acuden a rezar juntos, al contrario que las ramas principales del Islam.


Según íbamos paseando entre las casas de la villa y observábamos los cargados árboles frutales, los habitantes nos detenían para invitarnos a comer cerezas; otro hombre nos metió en su humilde casa para mostrárnosla y charlar un poco…es una gente espectacular.


Frente a Passu, alzándose sobre el río Hunza está el macizo de Tupopdan (6.106 metros), más conocido como “La Catedral”, por la cantidad de picos y aristas que tiene.


Fuimos muy afortunados de disfrutar de un gran día, pues la mañana y tarde siguiente, no paró de llover, y de nevar en las cumbres de enfrente.
Tras un día perdido, no podíamos seguir parados, y a pesar del mal tiempo nos fuimos a hacer la marcha de los “puentes en suspensión”.
Una caminata larga y sencilla, pero con pocas vistas de las montañas por la cantidad de nubes; lo más impresionante fueron los puentes, desde el primero cruzamos al otro lado del río Hunza a través de unos 200 metros de cables con tablas entrelazadas entre ellos, tablas de diferentes tamaños, dobladas, rotas y a diferentes distancias, a veces teníamos que dar grandes zancadas para avanzar.


Hasta el otro puente pasamos por un camino de losas muy bonito que nos baja hasta la pasarela. Junto al “nuevo” puente hay otro más grande destrozado y caído que da muy mala impresión; el puente de similares cualidades que el anterior nos lleva a la villa de Hussaini, justo frente al glaciar Ghulkin.


Desde aquí nos dirigimos a una fuerte subida al lago Borit, pero sin empezar a subirla un jeep nos ofreció llevarnos a lo que aceptamos sin rechistar…
Desde el lago Borit me hice una pequeña marcha en solitario para ver el glaciar Ghulkin desde la cumbre del terraplén que ha formado el glaciar en su corrimiento con el paso de los años, divisé su nacimiento a lo lejos entre las montañas nubladas que parecían las tinieblas, aún así vi perfectamente la lengua glaciar de unos 15km de largo.


Ya regresando a Passu, llegamos al precipicio donde se halla debajo el glaciar Passu, el más impresionante de todos sin duda, debido a que no tiene piedras sobre él, por lo que se ve muy blanco y se aprecian todos los bloques de hielo. Cuanto más avanzamos más impresionante se volvía, aunque no se podían distinguir los 20km de largo que tiene.


Un poco perdidos conseguimos alcanzar de nuevo la Autopista del Karakorum, las montañas aquí engañan mucho a la vista y lo que aparenta ser una sencilla marcha se convierte en un interminable sube y baja, sube y baja de colinas…

Otro día nos acercamos hasta el glaciar Batura, el cual no se aprecia ni se sabe que está ahí, lo llaman el glaciar negro debido a que está cubierto por completo; no impresiona demasiado al verlo desde la carretera, sólo impresiona si uno se imagina la gran
magnitud de éste monstruo, 56km de hielo montaña adentro…


Para llegar fuimos en autostop, moviéndonos los cuatro con varios camiones, en una ocasión por los chinos que están trabajando en gran multitud en la carretera. El primer contacto con los chinos no es malo, a pesar de lo que hemos oído parecen bastante simpáticos (de momento), siempre saludándonos y riéndose; eso sí ya podemos aprender algo de chino porque la comunicación es IMPOSIBLE.
De regreso a Passu, debido a la ausencia de transporte público, aprovechamos que pasaron varios camiones pakistanís, quienes pararon encantados ante nuestras señales para volver a Passu; desde aquí son cuatro días de viaje para ellos hasta Islamabad, nos decían que si queríamos ir a Islamabad nos llevarían sin ningún problema y gratis.


Desde Passu avanzamos unos kilómetros hasta Sost, donde se encuentra el puesto de inmigración pakistaní, aún a 84km de la frontera con China; Sost no tiene nada de nada, es el clásico pueblo fronterizo lleno de hoteles básicos, camiones, puestos de galletas y otras cosas…bueno las vistas de las montañas siguen siendo impresionantes, eso es algo que no cambia nunca en Karakorum.


Mientras caminábamos por el pueblo, un policía de la aduana nos pidió por favor que fuésemos sus huéspedes, y nos llevó a su cuarto para invitarnos a tomar té.
Más tarde en la noche, despedimos Pakistán con una copiosa comida pakistaní deliciosa, y con unos chicos majísimos y atentos como siempre.

El proceso de inmigración se complicó un poco; el registro de mochilas fue bastante duro, el más intenso que hemos tenido, especialmente conmigo que me hicieron sacar casi todo; de todas formas aunque aquel oficial era duro, el resto del personal fueron muy simpáticos y todo se demoró unos 20 minutos. El problema llegó cuando ya íbamos camino de China, tan sólo hacía 2 minutos que arrancamos y me di cuenta que nos habían cambiado el coche y que mi cazadora estaba en el otro vehículo.
En Sost hay varias compañías para viajar a China, pero al final hacen lo que quieren, contratas a una y te ponen con otra, y eso fue lo que nos ocurrió; volvimos a la frontera y se lo expliqué al policía importante, éste me puso un policía para venir conmigo al pueblo a recuperar la cazadora; mientras el policía me seguía, intentaba tener conversación con él, explicándole que nos habían cambiado el coche, etc… a lo que él me respondía: ah! ¡Cambiar dinero! Era imposible comunicarse; la agencia estaba vacía, volví al hotel y el chico que hablaba inglés me ayudó a recuperar la susodicha cazadora a través de la otra compañía que nos habían puesto. A todo esto el policía ya dejó de seguirme, y al regresar a la frontera me lo encontré con un colega suyo tomando un té; sin cachearme ni nada, nos encaminamos al paso de Khunjerab.

Tras un tiempo de camino llegamos a Dih, donde nos obligan a pagar 4US$ por persona como entrada al parque nacional de Khunjerab; primero pasamos un estrecho cañón hasta que la carretera comienza a ascender serpenteando por las redondeadas montañas que forman un colorido muy extraño con las tierras de la ladera.


La fauna salvaje se deja ver tímidamente, de nuevo las marmotas doradas, grandes agilas y las cabras de Marco Polo, quienes poseen una gran cornamenta. Tampoco faltan las manadas de yaks, habitando sus lugares típicos a tanta altitud y temperatura extrema.


El Paso de Khunjerab se encuentra a unos 4.800 metros de altitud; éste paso no sólo hace de frontera con China; ha sido una ruta comercial durante muchos siglos, conocida como “La ruta de la Seda”; además Khunjerab significa “valle de sangre” haciendo referencia a los bandidos que asaltaban las caravanas en la época.


Por otra parte, este alto paso de montaña nos lleva a nosotros a un nuevo cambio en el viaje; tras casi un año viajando por el subcontinente indio (Pakistán, India, Sri Lanka, Bangladesh y Nepal), aunque cada país de éstos sea diferente, hay muchas similitudes culturales entre ellos; no cabe duda que en China nos esperan muchos cambios, sorpresas y aventuras…

8 comentarios:

  1. Hay que tener valor para pasar por esos puentes. Sólo ver las fotos ya me estaba entrando vértigo.Por lo demás preciosas vistas.
    Lady_Roci

    ResponderEliminar
  2. que bien saber que los cuatro estais bien y disfrutais de la aventura.... que miedo jose cuando tenga que volver... besos marina y frank

    ResponderEliminar
  3. Estupendo reportaje. Lástima que las imágenes sean un poco pequeñas.

    ResponderEliminar
  4. Maravillosa aventura y bonito reportaje

    ResponderEliminar
  5. Ciertamente es una hermosa aventura y gracias por compartir toda esa belleza natural que solo podemos apreciar a través de las fotos por lo menos nos permiten un tour cibernético.

    ResponderEliminar
  6. Gracias por compartir toda esa belleza; mientras leía su reportaje me deleitaba de cada una de las imágenes, verdaderamente hermoso. Es mi gran deseo conocer el Valle de Hunza.

    ResponderEliminar
  7. Hace una semana que he vuelto de Pakistán, y el valle Hunza es lo más bonito que he visto nunca. Todavia he podido ver los albaricoqueros y cerezos en flor, y todo quedaba como un sueño junto con esas montañas nevadas y gigantescas. Total que volvería al valle pero de otra manera, es decir solo con un guía pakistani y nadie más. Gracias por su reportaje, es fantástico, enhorabuena.

    ResponderEliminar
  8. Muy bien descrito,se puede apreciar en una foto donde estan 2 chavales, Como uno de ellos tien rasgos Europeos, quizas Macedonios?, de hace mas de 2 siglos sus antepasados? Quizas paso por ese Valle Alegrandro El Macedonios hijo de Filippo, del xiglo 4 Antes de nuestra hera?

    ResponderEliminar