Dejamos Dali en un desastroso día de lluvia y tormenta; nos acercamos a la estación de tren, pues acaban de abrir una línea que conecta Dali con Lijiang; pero la chica de la taquilla nos dijo: NO; entonces no supimos, si no nos lo quería vender, si no había… La verdad que fue mucho mejor, pues para eso el tiempo había mejorado lo suficiente como para irnos a la carretera y hacer autostop. En 20 minutos ya íbamos en coche de camino a Lijiang con una simpática pareja; ella hablaba algunas palabras en inglés y pudimos comunicarnos bien; el chico estaba completamente loco conduciendo; María y yo íbamos conduciendo también esquivando los coches que venían de frente, o cuando adelantaba en curvas sin visibilidad. China es el país más peligro que he visto para hacer autostop; no por la gente, si no por la explosiva combinación de: Buenas carreteras, coches potentes, conductores inexpertos, y sin reglas en la carretera.
Tras parar en el mercado de Heqing, la chica, Lili, se puso al volante; fue más prudente en velocidad pero aun así casi provoca dos o tres accidentes.
Sanos y salvos llegamos a Lijiang, y fuimos directos a una casa de huéspedes que habíamos reservado por el problema de las fiestas nacionales. Es una casa muy peculiar, pues es del estilo tradicional, en la vieja ciudad de Lijiang y llevado por una mujer perteneciente a la etnia Naxi (originales de Lijiang). La mujer se hace llamar “Mamá”, y lo curioso es ver a todos los extranjeros por allí llamándola, ¡mamá, mamá! Aunque es algo “pesetera” tiene todo muy bien organizado y ayuda a los viajeros en todo lo que necesiten y con comisiones muy bajas para trekking o tickets de transporte.
Además, nuestra llegada coincidió con el “Moon Cake Festival” (Festival de la Luna Llena) y la “Mamá” se enrolló un montón invitando a todos los huéspedes a pasteles típicos de éste festival, té, castañas, y otras cosas… Este Festival se rige por el calendario lunar, y coincide con la época de la cosecha; se dice que la Luna Llena de esta noche es la más llena y redonda del año.
En esta fiesta comenzamos a hacer nuevos amigos como Tito de Barcelona, quien ha estado viviendo varios años en India, los días previos había conocido a Jau-Ruey, quien le había hablado de nosotros. O Sebastián y Marcela, una simpática pareja argentina que vinieron a China con la idea de ir a Tíbet, pero no sabían que durante la Fiesta Nacional del Partido Comunista, Tíbet es cerrado a todo visitante como si se tratase de un museo o algo así…
La ciudad vieja de Lijiang es de nuevo un producto para el turismo, el pueblo en sí es maravilloso, es de cuento de hadas si se camina durante la noche con sus luces tenues, calles empedradas, molinos de agua, casas de madera con tallas impresionantes… Aparte de eso, no es lo que a nosotros nos guste exactamente; durante el día es caóticamente abarrotada de turistas chinos con los altavoces y banderines.
El gobierno chino una vez más lo ha hecho excepcional como máquina de ganancias económicas; a pesar que Lijiang sea de “plástico” el pueblo invita a consumir en sus “tradicionales” restaurantes y comprar en las cientos de tiendas repartidas por el pueblo.
Casualmente encontramos el mercado local autentico, más caótico que el resto de Lijiang, donde se vende todo tipo de alimentos, y se puede comer un enorme bol de noodle por 4 Yuan. Aquí fabrican una especie de jamón serrano (incomparable pero parecido de aspecto) y como unas barras de chorizo que nos animamos a probar…y fue desastroso pues era casi todo grasa pura y con especias.
En general los días pasados y siguientes nos los estamos tomando muy tranquilamente, debido al mal tiempo, (llueve cada día), conociendo gente nueva, cada uno con su historia de viajes personal, siempre interesante; los últimos días en Lijiang conocimos a David y Nataly, una pareja canadiense que llevan fuera 6 meses y quieren viajar por 5 años…hace años hubiese sido descabellado, ahora ya no nos parece tanto.
Esta tranquilidad de días también es debida a que no queremos aportar nuestros ahorros al gobierno chino, quienes son unos ladrones y hacen perder el encanto de todo, cobrando cantidades excesivas por ver gargantas que ya hemos visto gratis, cobrando por ver y subir montañas que difícilmente superan el encanto de las del Karakorum, villas artificiales donde su gente nativa hace tiempo se marchó, y un largo etc…
Desde Lijiang seguimos camino al norte a través de un paisaje muy bonito de praderas de colores amarillo y rojo con las manadas de yaks, grandes montañas y el encuentro nuevamente con el poderoso río Yang Tze.
En el camino tuvimos de nuevo un triste suceso por la avaricia del dinero de ésta gente; esta vez íbamos en autobús local, y la gente pidió al conductor de parar para hacer unas fotos de las bonitas praderas; yo aproveché y me uní a ellos. Para hacer las fotos había que cruzar un pequeño puente de madera; en menos de cinco minutos regresamos y unas mujeres habían hecho una barrera humana en el puente y no nos dejaban pasar, querían dinero por haber hecho fotos a los campos. Yo no quería por supuesto y me empujaban, yo las respondí igualmente a empujones y marchándome de nuevo al autobús; algunos de los chinos las dieron dinero, fomentando así lo que su gobierno (curiosamente comunista) les está enseñando, de pagar por todo, exprimir al prójimo, y no ayudarse mientras no haya dinero por medio.
Tras 4 horas y media llegamos a Zhongdian, la cual ha cambiado su nombre para fomentar el turismo, actualmente es Shangri La; pero su nombre no es merecedor, pues aunque sea bonito, está lejos de ser el “paraíso en la tierra” (significado de Shangri La).
En los últimos 8 meses hemos dado una enorme vuelta; en marzo estábamos relativamente cerca de aquí en las provincias de Meghalaya y Assam en India. Nos encontramos además a muy pocos kilómetros de Tíbet, de Myanmar y junto al paso de dos importantes ríos el Yang Tze y el Mekong, ambos nacidos en la provincia de Qinghai.
Debido a la fiesta nacional los precios son excesivos; 40 Yuan por una cama en dormitorio, por suerte los chicos argentinos de Lijiang nos avisaron que un hostal ya estaba bajando los precios (25 Yuan) y nos cambiamos rápido.
Restaurantes no faltan en el pueblo; algo curioso que nunca habíamos visto son los restaurantes locales que cocinan carne de yak, para anunciarlo y que se vea que la carne es fresca, colocan las cabezas y huesos de los animales en la calle, desprendiendo un fuerte olor.
La ciudad vieja de Shangri La es más de lo mismo que Lijiang o Dali, con la diferencia que se respira más tranquilidad, pues no todos los turistas chinos tienen tiempo para llegar hasta aquí. Algunas de las construcciones siguen siendo autenticas de barro y madera; las nuevas casas, aunque carecen del encanto de las viejas son muy chulas con multitud de tallas de madera, con dragones, y pinturas muy coloridas.
Shangri La es donde comienza el mundo tibetano, pero aunque haya presencia de stupas, de monasterios de rodillos de rezos…Shangri La está muy lejos del mundillo tibetano que se vive en Ladakh por ejemplo.
El lugar más bonito del centro es una pequeña colina donde se halla un pequeño templo con una rueda de rezos enorme.
En la colina del oeste visitamos el templo del pollo blanco, con un tupido de banderines de rezos entre los árboles, y dos grandes incensarios; dentro entre las clásicas figuras de los templos budistas, María encontró una foto del Dalai Lama; no pude creerlo hasta que lo vi; supuestamente las fotos del Dalai Lama están completamente prohibidas en China; aunque después alguien me comento que mientras sea pequeña y no supere en tamaño a otra foto de algún Lama en dicho templo, se puede tener.
Y lo mejor fue la montaña al este del pueblo, una caminata de dos horas que nos costó bastante debido a la falta de entrenamiento y la altitud. Desde la cumbre se tiene una buena vista de Shangri La y todo alrededor donde se ven otros monasterios, lagos…
Durante la bajada tuvimos una mala experiencia con unos enormes perros que nos acorralaron mientras ladraban muy agresivos a punto de atacarnos; antes conseguí coger una sola piedra con la que di a uno en la cabeza, poco después nos dejaron tranquilos momento que aproveche para armarme de piedras y echarlos definitivamente; fue un gran susto.
Estos días al igual que en Lijiang, lo hemos pasado muy bien con la gente que hemos ido conociendo, los argentinos, canadienses, incluso Jau-Ruey apareció uno de los días. Conocimos un alemán que vive en Shanghai con su novia china; esto es algo curioso que hemos observado; prácticamente todos los extranjeros varones que viven en China que hemos conocido (y que no son pocos), tienen novias chinas; y no sólo los que hemos conocido, sino que se ve en las calles también; en cambio en el caso contrario no hemos tenido la oportunidad de conocer a alguien.
Se dice que dentro de unos pocos años habrá 40 millones de chinos (varones) que no puedan encontrar pareja debido al alto porcentaje de abortos de niñas. Pero si a esto le restamos las chinas emparejadas con extranjeros…no se qué será de los chinos…
El último gran reto a dedo en China, es el regreso desde Shangri La a Dali, 360km de carretera de montaña.
Mientras sosteníamos nuestro cartel de Lijiang en la carretera, un hombre que esperaba el autobús nos invitó a seguirlo asegurando que es imposible hacer lo que queríamos.
Fuimos muy pacientes, además hay que decir que día a día ha ido enfriando, lo cual empeoraba la espera; teniendo en cuenta la época del año y la altitud, en Shangri La está llegando el invierno y haciendo mucho frio.
El primer coche que paró nos dijo que iba a Lijiang, y nos llevaba, ¡fue una gran alegría!, dimos nuestra carta a la señora y de repente no tenía espacio en el coche, las dos chaquetas de la parte de atrás parecían un impedimento para poder llevarnos; era más bonito decir eso, al contrario de: no os llevo aunque vaya a Lijiang porque no me vais a dar dinero…
El segundo coche, la chica hablaba muy bien inglés, y nos hizo de traductora con el conductor; también iban a Lijiang pero obviamente no nos llevaron porque querían DINERO.
Tercer vehículo, una hora de espera, y un frio que pela; una especie de minibús paró, y obviamente nos quería cobrar, pero le enseñamos la carta “mágica” y al vernos allí tiritando accedió llevarnos hasta Qiaotou, a mitad de camino con Lijiang.
El siguiente tramo fue rápido y con un sólo coche hasta Dali, fuimos muy afortunados; el primer coche que pasó, paró a recogernos, y por supuesto no querían dinero porque se veía en el coche que eran gente de dinero; fueron majos con nosotros pues nos compraron bebida, fruta y yogurt por el camino; aunque un poco raros porque parecía que discutían mucho entre ellos y la chica golpeaba en el hombro de vez en cuando al hombre. Creemos que discutían por el tono de voz, pero cuando él hablaba por teléfono, (como siempre en China) daba unos gritos que le escuchaba en directo el del otro lado de la línea, por lo tanto no sabemos si estaban enfadados o no…
Y así tras 10 horas en carretera, llegamos de nuevo a Dali, donde nos alojamos en la misma casa de huéspedes, que ya ha reducido el precio a la tarifa normal de 15 Yuan la cama en dormitorio; lo mejor es que nuestro dormitorio está separado en una cama, y otras dos en un cuarto a parte lo que se convierte en una especie de habitación doble sin baño por sólo 3€, para ser China es regalado.
Y desde aquí comienza nuestra recta final en tierras chinas; primero tomamos el tren de 9 horas hasta Kunming en asiento duro, y pasamos la noche en casa de Jesse y James; al día siguiente cogimos el bus directo hasta Hekou, donde se encuentra la frontera con Vietnam a 400km al sur cruzando la línea del Trópico de Cáncer.
El viaje de 10 horas se convirtió en la odisea siguiente:
Al llegar al autobús, una mujer muy extraña sentada en el asiento del conductor, nos mostró un cartel en inglés donde ponía “por favor cuidado con las pertenencias…” María y yo tomamos las medidas de seguridad habituales y suficientes para un viaje nocturno, en el que uno está expuesto siempre a posibles robos, así pues, pasaporte en la riñonera de la cintura, y mochila y cámara entre las piernas mientras yacíamos estirados en las camas de los autobuses chinos, iguales a los que cogimos en la provincia de Xinjiang, (con literas); a bordo, viajaban cinco extranjeros más dirigiéndose a Vietnam.
A eso de las dos de la madrugada nos despertamos con gritos de uno de los chicos británicos: -¡la mochila, la mochila! Lo ocurrido fue que mientras el chico fumaba un cigarro, el ladrón (que viajaba en el bus desde Kunming) aprovechó a coger su mochila (un despiste enorme dejarla sola) y mientras el inglés regresaba al bus por un pasillo, el ladrón escapó por el otro pasillo del autobús; el chico se dio cuenta rápido y echó a correr, pero el chofer del bus cerró la puerta y no quiso abrirla alegando que no entendía lo que le decían; por supuesto el chofer del bus estaba compinchado con los ladrones.
En la bolsa que el ladrón se llevó había su pasaporte y el de sus dos amigos, inglés y danés; aparte de cámaras de fotos, tarjetas de crédito, mp3, móviles, y un montón de dinero.
En esto, otra pareja irlandesa miró sus pertenencias dándose cuenta que habían abierto su mochila y el ladrón número dos, que salió corriendo con el otro, se llevó también una cámara de fotos, mp3, y dos teléfonos móviles. Todos los extranjeros fueron robados a excepción de nosotros dos, puede que sea suerte, pero lo dudo mucho; la precaución, desconfianza y no bajar la guardia son buenos métodos para que no ocurran estas cosas.
Después de 11 horas de viaje llegamos a algún pueblo, en alguna parte, donde había un control policial que pidió la documentación a toda la gente del bus, comenzando así los largos retrasos debido a los tres chicos sin pasaporte; tras una hora o más retenidos, continuamos hasta Hekou con varios policías en el autobús; pero no nos dejaron en la estación, fuimos todos a la comisaria. María y yo insistíamos en marchar, pero ellos seguían diciendo una y otra vez que no podíamos irnos sin pasaportes, y una y otra vez les teníamos que explicar que a nosotros no nos habían robado nada.
Más tarde decidieron que iban a hacer una investigación, seis horas más tarde del robo y a cientos de kilómetros de donde se marcharon los ladrones, un tanto extraño… pero no nos quedó otra que seguir sus normas y quedarnos hasta que fuimos registrados junto a la poca gente que quedaba en el autobús.
16 horas más tarde desde que salimos de Kunming, fuimos libres de marchar, y así despedir un país, China; para saludar a uno nuevo, Vietnam.
Hola, soy Jesús desde Barcelona, vuestro viaje es una pasada. He visto que habeis pasado por Wouzhu en CHino. Yo tengo una hija adoptada de esta ciudad, si teneis fotos actuales de la ciudad me gustaria tener una copia para poder enseñárselas a mi hija cuando sea mayor.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha suerte.
Hola jsoler, las fotos que me pides no las tengo conmigo, pero me comprometo a mandártelas cuando regrese a España, claro que será dentro de bastante tiempo aún. Escribeme a suaymaria@yahoo.es estamos en contacto, escríbeme dentro de un tiempo y te digo
ResponderEliminarSaludos!