Saliendo de Luang Prabang al norte tan sólo encontramos villas y casas de paja, bambú y madera durante cientos de kilómetros, y por supuesto simpáticos laosianos que nos saludan siempre.
Laos nos tiene muy sorprendidos por su belleza natural, el norte es muy montañoso, boscoso y rural; Luang Nam Tha se encuentra a 50km de China y muy cerca de Myanmar también, tras 9 horas de viaje desde Luang Prabang terminamos cansadísimos pero contentos de encontrar en el pueblo una casa de huéspedes bonita, con gente simpatiquísima y comida excelente.
Junto a la casa de huéspedes siempre rondan varias mujeres de una de las minorías étnicas del área, éstas llevan sus trajes típicos y tratan siempre de vendernos pulseras y otras cosas como marihuana, hachís y opio, el cual esconden en pequeñas bolsitas que sacan del gorro y otros lugares secretos.
Luang Nam Tha se extiende en una pequeña llanura con suaves pero altas montañas a su alrededor donde habitan multitud de etnias diferentes en diminutas villas escondidas entre la jungla.
Los días que pasamos allí exploramos los alrededores en moto y bicicleta pasando por caminos de tierra entre los arrozales que suelen estar secos en ésta época del año.
Sin seguir ningún camino en particular encontramos una villa, la cual deben usar en los circuitos de trekking turísticos, porque según llegamos se acercaron montón de niños y no tan niños a vendernos cosas.
La villa es muy bonita, todo de tierra y chozas de paja o bambú trenzado; las mujeres estaban tejiendo telas con las rudimentarias tejedoras mientras los cerdos pasean a sus anchas y los niños juegan desnudos en la bomba de agua… A parte de las ventas que nos propusieron al llegar, la gente se muestra indiferente ante nuestra presencia, pero nos piden dinero o algo a cambio de fotografiarlos.
Todo lo contrario ocurrió en la siguiente aldea; en un mapa que tenía había visto una villa de la etnia Aka a 10km, así que nos fuimos hasta allá; los 10km eran muy escarpados, ascendiendo gran altitud y con unas vistas impresionantes del valle y de las tupidas montañas que se pierden en el horizonte.
Al ir acercándonos vimos una mujer semidesnuda, (con los pechos al descubierto); nos sorprendió muchísimo pues no imaginábamos que podría haber una gente que viviese prácticamente como hace cientos de años aquí en Laos. La aldea se extendía cayendo por la ladera de la montaña con unas vistas de nuevo increíbles.
Al llegar los niños se acercaron rápido, pero estos no tenían nada que vendernos, sólo querían observarnos y enredar con las cosas que llevábamos. A parte de ellos la gente del pueblo siguió su vida sin hacernos mucho caso, pero simpáticos si tratábamos de comunicarnos con ellos. Entonces comenzamos a ver más mujeres semidesnudas que hacían su vida normal, paseando por el pueblo, dando de comer a los niños pequeños… Al principio el tema de hacer fotos me lo tome muy delicado, hasta que me di cuenta que realmente no las importaba, ni sentían pudor, porque ellos han vivido siempre así.
Otra mujer mayor se dedicaba a sacar hilo de un gurruño de algodón con una gran habilidad, algo que habrá hecho durante toda su vida.
La villa Aka era pequeña y no mucha gente por la calle, de todas formas nos resistíamos a marchar por la gran oportunidad de haber encontrado un lugar tan autentico y puro como éste.
Otro día nos dirigimos al norte donde habíamos leído que habitan la etnia “Sida” (mezcla de tibetanos y birmanos), y que hay tan solo dos aldeas en todo Laos.
El acceso fue de lo más complicado a través de un estrecho camino de tierra muy muy escarpado y cruzando ríos con la moto en alguna ocasión.
Casi llegando a la villa rodamos por la cresta de la montaña con vistas buenísimas a ambos lados.
Al llegar a la villa Sida, nos localizaron los niños primero, como siempre; pero al dejar la moto y caminar, saqué la cámara de fotos y sin haberlos apuntado todos echaron a correr despavoridos. Luego vimos algún habitante que aparecía tímido por las ventanas de las casas, pero si había algún niño más en nuestro camino, éstos echaban a correr sólo al vernos.
La verdad es que no pudimos hacer mucho en la villa debido a la timidez de sus habitantes y los perros que nos ladraban continuamente; para remate apareció un grupo de jóvenes que nos invitaban a su casa pero éstos olían mucho a alcohol y sus miradas eran extrañas; se nos encendió el “chip de seguridad”, y por si acaso finalizamos nuestra visita a la aldea.
De nuevo cerca de Luang Nam Tha pasamos por más arrozales, ríos y otras villas, incluyendo una de la etnia Khamu.
Con la visa a punto de caducar al igual que siempre, emprendemos camino para dejar Laos; a tres horas y media al sur de Luang Nam Tha está el pequeño pueblo de Huay Xai, lo que es nuestra puerta de entrada a un nuevo país, Tailandia…
que envidia me daiss!
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