Desde Ban Kon Lo, tuvimos que tomar el mismo medio de transporte de vuelta a Ban Na Hin; pero como era tan pronto en la mañana y no había gente esperando, rodábamos a unos 20km/h mientras el conductor hacía sonar el claxon de continuo e intentaba divisar posibles clientes a lo lejos entre la maleza y arrozales, que se estarían acercando desde sus lejanas casas.
Tardamos dos horas en cubrir los 50km, y aquí seguido empalmamos con un bus local directo a la capital laosiana, Vientián.
Vientián tiene una población de unos 250.000 habitantes; posee un pequeño centro muy activo entre los extranjeros y lo demás son como suburbios de bajos edificios; debido a su “aire” afrancesado Vientián es caro, aunque abundante en pastelerías, panaderías con panes de verdad, y buenos restaurantes donde celebrar las fiestas navideñas.
María y yo dejamos zanjado lo primero el tema de embajadas; ante la nueva ley de Tailandia, que tan solo conceden 15 días de estancia en el país entrando vía terrestre, fuimos a solicitar una visa de dos meses al consulado, que gracias a una promoción desde hace meses, es gratuita; así pues de un día para otro nos la dieron.
No lejos del consulado esta el único sitio que merece la pena ser visitado el Vientián, el Pha That Luang. Se trata de una stupa, no muy impresionante pero con la característica de que es dorada en su totalidad (pintada).
A ambos lados de la stupa hay un par de templos, en uno de ellos vimos algún tipo de ceremonia en la que dos monjes debían de estar pasando a otra etapa de su vida “santa”.
Por lo demás Vientián tiene algunos templos más salteados y un largo paseo a orillas del Mekong, bastante feo la verdad, quizá debido a que estamos en la época seca y se forma un gran banco de tierra vacio que une la isla de en medio del río con la ciudad; al otro lado se ve perfectamente Tailandia, lo que será nuestro próximo destino.
Como decía antes, Vientián es buen lugar donde comer y beber; así pues celebramos la Nochebuena y el cumpleaños de mi madre, Marian, en un bonito restaurante; tuvimos la suerte que estábamos nosotros solos y el camarero se portó muy bien, muy simpático. Ha habido gente que nos ha manifestado curiosidad por nuestro menú de Nochebuena, así que ahí va: Cóctel de gambas, ensalada griega y sopa de tomate de entrante; seguido, pollo frito, filete empanado de pollo y empanado de cerdo, y cerdo con salsa. Como se ve, no es un menú como los de España, pero para nosotros después de nuestra rutinaria vida alimenticia, es todo un regalo caído del cielo.
El lugar más peculiar e interesante de Vientián, está a 25km de la ciudad; el parque de Buda; un extraño parque lleno de esculturas construidas en cemento y ladrillos, pero de gran originalidad. Se ven imágenes de Buda, Shiva, Vishnu, Garuda y otras imágenes mitológicas de la religión budista e hinduista. Destaca un enorme Buda reclinado, o una curiosa construcción que representa el cielo, la tierra y el infierno en cada uno de sus tres niveles; se accede por una boca de un “monstruo” y el nivel de infierno está oscuro y lleno de figuras de hombres matándose y calaveras; en el nivel tierra hay esculturas desarmadas sin ningún sentido, y el cielo es la parte de arriba desde donde se ve todo el parque.
La cena de Navidad no fue menos que la Nochebuena…fuimos de cena a un buffet especial de Navidad y probamos delicias que no catábamos desde hacía 2 años y 9 meses como salmón ahumado, o quesos franceses; así como ostras, langostinos, cangrejo, y muchísimas cosas más…
Seguimos viajando al norte en lo que es la ruta turística por excelencia de Laos; a tres horas se encuentra Vang Vieng, dividido en dos claras partes; la de la fiesta, bares y discotecas; y el otro lado del rio donde se respira paz y se tiene como fondo grandes rocas kársticas. Justo cruzando el puente encontramos unos bungalows muy chulos donde nos quedamos tres días.
El lugar donde nos alojamos frente al río invita tanto a relajarse que no hicimos demasiado…además uno de los días nos llovió muchísimo, muy extraño en esta época en la que estamos.
Vang Vieng es conocido por sus cuevas que se adentran en los peñones kársticos; nosotros fuimos a visitar una de ellas a unos 7km del pueblo; para ello cogimos un tuk-tuk, que no era realmente un tuk-tuk, sino una especie de máquina de segar con un remolque de madera destartalado detrás.
La cueva de Phu Kham se encuentra en un bonito espacio natural junto a un límpido río donde nos dimos un buen baño y saltamos de las cuerdas que tienen allí instaladas.
Para acceder a la cueva hay que ascender unos 200 metros y colarse por un agujero, dentro encontramos una enorme bóveda la cual está iluminada por otra gran entrada a la cueva que no es accesible. En mitad de la bóveda hay un Buda reclinado iluminado por un gran haz de luz.
La profundidad de Phu Kham es de unos 400 metros, es muy grande por dentro y llena de estalactitas y estalagmitas que se han unido formando una especie de columnas que parecen soportar el techo de la cueva.
Hay increíbles formaciones que parecen cataratas petrificadas que brillan al alumbrarlas con la linterna, incluso el techo parece un cielo estrellado.
Seguimos dirección norte, otro de los lugares más visitados de Laos, la pequeña ciudad de Luang Prabang a la que llegamos atravesando un paisaje muy montañoso con una carretera llena de curvas.
Luang Prabang tiene poco más de 20.000 habitantes pero su encanto hace que muchos extranjeros hayan decidido pasar aquí la fiesta de Nochevieja y Año Nuevo, y la ciudad está totalmente desbordada, fue difícil encontrar alojamiento y no barato precisamente; aunque sí es cierto que da gusto alojarse en casas de huéspedes como la que estuvimos pues los simpáticos laosianos te hacen sentir como en familia.
Junto a la casa hay un gran mercado de frutas, verduras, carnes….un poco de todo; incluso se pueden encontrar extraños insectos para comer, o ratas fritas.
Luang Prabang es muy recogido, se halla en la confluencia del Mekong y del Nam Kham, rodeado de espesa vegetación y con una colina central, (Monte Phu Si), donde hay uno de los multitudinarios templos repartidos por la ciudad.
Algo que caracteriza a Luang Prabang es el extenso mercado que cada noche se monta en mitad de la calle, quedando ésta cerrada al tráfico; y en una perpendicular del mercado, encontramos puestos donde venden un pescado fresco y riquísimo por 1,5 a 2€; así como pollo, rollitos y otras cosas.
Contrariamente a Vientián, la orilla del Mekong es muy bonita, lugar perfecto para ver puestas de sol y pasear junto a los renovados edificios coloniales franceses. Siguiendo el río al norte, la ciudad termina en una pequeña península que alberga viejos templos budistas con monjes que siempre están dispuestos a charlar un rato; el más impresionante de ellos quizá sea el Xieng Thong, un complejo de templos, salas de ordenanza, stupas…
Al llegar al extremo de la península, el Mekong sigue su curso, y nosotros giramos por la rivera del Nam Kham, igualmente bonita, llena de palmeras, plataneras, más templos y casas coloniales.
Similar a la pasada Nochevieja en India, reservamos una cena en un bonito hotel a orillas del Mekong para celebrar la Nochevieja; nos dimos una buena cena, y terminamos el 2009 saltando y bailando con los camareros y cocineros en una gran fiesta. Durante la cena de buffet, se iban repartiendo premios, aparecían cantantes, y salían en el escenario diferentes espectáculos de danzas tradicionales; una de ellas es bastante impresionante en la que un hombre y una mujer, izan con los dientes unos potes de barro llenos con dos cubos de agua.
La tranquilísima Luang Prabang se dejó llevar por una noche en la que había varias fiestas en pubs y restaurantes; terminamos la noche con Miguel e Isabel una pareja catalana y otra pareja de Ibiza con los que nos alojamos en la misma casa de huéspedes.
Cada mañana Luang Prabang amanece con una gran tradición, y tras el cambio de año todo parece seguir su curso normal; alrededor de las 6:15am los monjes de los diferentes templos desfilan por una de las calles de la ciudad donde los habitantes aguardan su llegada con un pote de arroz glutinoso, y según van pasando, los fieles van colocando una bola de arroz en un recipiente que lleva cada monje. El momento es muy bonito, pero desgraciadamente la tradición se está volviendo atracción turística, por lo que ahora incluso grupos organizados acuden al evento en autobuses.
Ahora sí que me estáis dando ganas de volver a echarme a la carretera, que envidia toda esa zona.
ResponderEliminarSi vais a Tailandia recordad lo que os comenté por email!
Ah, lo de los monjes es una atracción turística dependiendo de lo turístico que sea el sitio, porque yo lo vi en barrios de Bangkok cercanos a templos y también en el norte de Tailandia y había de todo menos turistas
Un abrazo